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CRÍTICA: 'SOUL' James Morrison
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El rubito conquistador

James Morrison encandila con su tercer disco en La Riviera

Para que no hubiera margen a la duda, un disco de Stevie Wonder sonaba anoche en La Riviera antes de que James Morrison compareciese con sonrisa inmaculada y propiciara el primer huracán de suspiros femeninos. El autor de Songs in the key of life constituye la inspiración más evidente para este joven y arrollador chico guapo del soul blanco británico, un chaval que ya de niño le cantaba temas de Stevie a su mamá. Morrison tiene menos talento que su ídolo, pero no le falta desparpajo ni buena voz. Y, para qué obviarlo, es bastante más fotogénico. Desde la tercera canción demostró que una simple camisetita blanca ajustada le basta para desatar pasiones.

El buen físico siempre es fuente de suspicacias, pero conviene distinguir entre argumentos sólidos y envidias mundanas. El de Rugby sonó razonablemente bien en una Riviera casi llena, alardeando de garganta rasposa y emotiva hasta que en el último tercio de concierto, tras la estupenda Nothing ever hurt like you, comenzó a dar síntomas de agotamiento. James tiene duende, potencia su perfil de muchacho tierno y sensible y, por lo que cuentan sus canciones, también sufre cuando le dan calabazas. Es un rubito conquistador y cercano, que llama a su público “sexy people” y ha escuchado los suficientes discos de Otis Redding y el sello Motown como para escribir unos tiempos medios muy aceptables.

Le arropa una banda solvente y pulcra,  puede que aseada en exceso. Los arreglos son tan pudorosos como esa cortina al fondo del escenario, más propia de una sala de fiestas periférica. Morrison recorrió gran parte de su tercer disco, The awakening, pero el momento más vibrante fue la versión acústica, casi desnuda, de Broken strings. De entre el nuevo repertorio, Beautiful lie sonó a años sesenta, Slave to the music tiene la gracia que Michael Jackson perdió en su declive y I won’t let you go sonará dentro de una década en las emisoras de clásicos.

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