No me mires, yo no les voté
Solo hay dos opciones: o gobiernan los ultraliberales del PP o gobierna un frente de izquierdas
El hombre vestía una camiseta amarilla en la que se podía leer en letras muy grandes un contundente “A mí no me mires, yo no les voté”. Era uno más de los miles de españoles que el pasado día 11 se echó a las calles para protestar por las durísimas medidas tomadas por el Gobierno de Rajoy en contra de los trabajadores y en favor de los empresarios.
Porque, por mucho que los ministros del Gobierno se empeñen en decirnos lo contrario, eso es lo que significa la draconiana reforma laboral que se tramita en el Congreso de los Diputados.
Recordé a ese manifestante a la hora de escribir esta columna, a cuatro días de las elecciones autonómicas en las que Andalucía se juega su futuro.
Las cartas ya están sobre la mesa, aunque el PP tenga muchas boca abajo. Ocultas. Aun así, no hace falta ser un buen jugador de póquer para adivinar qué contiene cada una de ellas. Muy a su pesar, los ministros de Rajoy no han podido evitar que algunos de sus planes más demoledores hayan sido descubiertos: el copago sanitario (“mecanismos de racionalidad”, dice eufemísticamente la ministra Ana Mato) o las reducciones salariales y los despidos masivos y baratos que aguardan a los trabajadores municipales, según el plan del ministro Cristóbal Montoro.
El presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, ha dicho que el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas trabajan en la búsqueda de “un sistema más equitativo en la prestación farmacéutica en la que tenga mucho que ver la renta de los ciudadanos”. O sea, los enfermos pagarán una tasa.
Tampoco hay duda, pues lo ha publicado el BOE, que se aplicarán con rigor los apartados más duros de la reforma laboral a los empleados municipales. Miles de ellos terminarán en la calle.
A estas últimas medidas del Gobierno del PP se suman a otras que retrotraen a la sociedad española a la etapa predemocrática. Lo resumía el genial Forges en este periódico el martes: “Con el señuelo de las amenazas de los mercados, se están haciendo cosas que ni Reagan, ni Thatcher, se hubieran atrevido”. A lo que contesta uno de los muñecos forgianos que “ni Franco”. Pues eso. Ni Franco.
De un plumazo, este país vuelve a los años sesenta. Los derechos laborales laminados y los sociales rebajados a su mínima expresión. Volveremos a ser uno de los pocos países de Europa (con Irlanda y Andorra, por ejemplo) que no admite la ley de plazos para abortar.
Aun así, el presidente Rajoy tuvo la desfachatez política de equipararse, en un desafortunado discurso en Cádiz el pasado día 19, con los liberales que redactaron la primera Constitución democrática de 1812. Confunde el dirigente popular a los liberales del XIX con los ultraliberales, como él mismo, del siglo XXI. Nada que ver.
Este es el panorama que se plantea en Andalucía en la hora decisiva de elegir su futuro. Solo hay dos opciones: o gobiernan los ultraliberales del PP o gobierna un frente de izquierdas. Sí, un frente. ¿Por qué no, si estamos ante una invasión azul que se ha apoderado ya de casi toda Europa? Un frente nucleado en torno al PSOE e IU con otras formaciones menores, pero importantes a la hora de sumar, que actúe como un dique frente a la marea azul. Andalucía puede y debe ser el fortín que resista el desmantelamiento progresivo del Estado de bienestar. Andalucía debe ser el “testigo incómodo”, en palabras del candidato José Griñán, que frene el desguace del Estado autonómico.
El electorado de izquierda debe ser consciente de lo que se juega esta vez. El candidato de IU, Diego Valderas, ha comparado al PP con un caballo de Troya en cuyo interior esconde Javier Arenas su programa oculto. Lo mismo que hizo Rajoy.
Hay que evitar que el próximo lunes, tu vecino salga con una camiseta en la que te reproche “a mí no me mires, yo no les voté”.
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