‘Exin Castillos’
Me quito el sombrero. Wikipedia es tan prodigiosa que hasta contiene una entrada para Exin Castillos, el juego de construcción que se empezó a comercializar a fines de los sesenta e hizo furor entre los niños de los setenta-ochenta. Con tamaña wikicompetencia, es normal que las enciclopedias de papel estén a un suspiro de convertirse en reliquias del pasado, torpes vertebrados prehistóricos. Pero a lo que iba; buscaba lo de Exin porque yo fui una de esas niñas que se lo pasaban en grande construyendo castillos (de los de Exin; y qué decir de los imaginarios). O al menos eso creo, porque cuando he empezado a pensar en ello me ha asaltado una duda: ¿el juego me lo regalaron a mí o lo tenía alguien de mi entorno? En realidad, ¿de verdad jugué a ello o lo estoy imaginando? Pero veo las imágenes en Internet y me resultan íntimamente familiares: ¡sí, jugué! ¿O es que la memoria puede ser una construcción tan frágil?
Este fin de semana, el diario Gara ofrecía un puzzle de mil piezas del castillo de Amaiur (ahora inexistente), incluyendo un folleto histórico explicativo. Qué quieren que les diga: a menudo me parecen maestros del marketing. Nuestros castillos de Exin eran castillos de reinos imaginarios, con nula proyección política. Pero la épica, el sudor y la sangre que se respiran en el relato de Amaiur (1522) son en verdad irresistibles: unos doscientos aguerridos gudaris, fieles al rey de Navarra, combatiendo fieros frente a diez mil soldados castellanos que arremeten sin piedad. Caen, claro, Castilla vence y el reino de Navarra se disuelve. Pero qué batalla, qué resistencia. ¿Cómo no tomarlo como símbolo, como inspiración, como nombre de un partido de coalición, 500 años más tarde?
Me maravilla siempre esa necesidad de recrear o reinventar el pasado para legitimar los proyectos políticos presentes y futuros. Me recuerda a aquello que decía Renan a propósito de la nación: “Tener glorias comunes en el pasado, una voluntad común en el presente; haber hecho grandes cosas juntos, querer aún hacerlas; he ahí las condiciones esenciales para ser un pueblo. Se ama en proporción de los sacrificios consentidos, de los males sufridos. Se ama la casa que se ha construido y se transmite”. Es obvio que, para mucha gente, esa “voluntad común en el presente” —en términos democráticos lo principal— se refuerza si se les muestra un espejo histórico, un destino al que adherirse.
Ahora bien, los puzzles reconstruyen una imagen congelada: sólo pueden encajarse de una manera. Las construcciones tipo Exin también están preparadas para hacer castillos y no —qué se yo— catacumbas. Sin embargo, las piezas se pueden combinar de varias formas, alternando tamaños, torres y almenas. Se me ocurre que la historia, el relato que nos contamos, esa fortaleza frágil (sutil contradicción) que es la memoria, se asemeja más al Exin que a ese puzzle que promociona Gara.
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