El Ayuntamiento estudia levantar el suelo del Conde Duque por la carcoma
Un informe del Ministerio asegura que no debió instalarse tarima de madera en el centro cultural
La plaga de carcoma que los trabajadores del centro cultural Conde Duque descubrieron a principios de mes podría obligar a levantar la tarima de madera que cubre el suelo de dependencias pertenecientes al Archivo de la Villa, la Hemeroteca municipal y la Biblioteca Victor Espinós. Así se desprende de un informe del Instituto del Patrimonio Cultural de España, dependiente del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, que recomienda su retirada. “Una madera con infestación generalizada de insectos xilófagos, en este caso lictidos, debe ser retirada, especialmente si se trata de un edificio con biblioteca, archivo, hemeroteca y museo”, asegura el informe, entregado el 13 de febrero.
El Ayuntamiento de Madrid pidió asesoramiento al Instituto tras descubrir infinidad de pequeños agujeros en la tarima de madera. El 10 de febrero una inspectora acude al antiguo cuartel del Conde Duque, restaurado recientemente como centro cultural tras una reforma de 70 millones de euros, y encuentra restos de carcoma en “despachos, pasillos, escaleras, zonas de trabajo de digitalización, y áreas con colecciones bibliográficas y documentales...” en “una extensión elevada de metros cuadrados”. Halla también insectos adultos, algunos de ellos vivos. La tarima sufre “un ataque generalizado”, señala, y apunta al origen: “La madera debía poseer una infestación, con insectos en estado de huevos y larvas, posiblemente cuando estuvo almacenada”.
El informe afirma también que el Consistorio no debió usar este pavimento (parqué industrial de roble): “En museos, archivos, bibliotecas y otros edificios de interés cultural no se recomienda instalar tarimas o parqué de madera, ni aún de madera tratada”. La inspectora asegura que es mejor el material sintético, entre otras cosas porque permite “establecer barreras frente a los agentes biológicos”, entre ellos, las termitas, “insectos frecuentes en áreas del casco histórico de muchas ciudades de países mediterráneos, incluido Madrid”.
El arquitecto autor de la reforma, Carlos de Riaño, considera “un exceso” afirmar que no se pueden colocar suelos de madera en edificios culturales y ofrece multitud de ejemplos en los que se ha hecho con éxito: la ampliación del Prado de Moneo, la Biblioteca Nacional de Francia, la biblioteca de Álvaro Siza en Viana do Castelo, el Hermitage... “Este ha sido un caso muy excepcional. Yo trabajo mucho con madera. Es un accidente, que ha ocurrido porque ha llegado material contaminado del almacén”, señala. “Pero tiene solución”, añade. El Ayuntamiento espera recibir en los próximos días un informe de una empresa experta en plagas que ha estado usando aparatos electrónicos (detectan el calor y el sonido) para localizar con la máxima fiabilidad los focos de carcoma. Según sus resultados, solo una de cada 10.000 tablillas está afectada, explica Riaño. El Consistorio confía en que el informe recomiende un tratamiento y no levantar el pavimento. Esta empresa “ofrece garantía de erradicación total”, señala Riaño.
La obra, recuerda el Ayuntamiento, sigue en periodo de garantía, por lo que el tratamiento anticarcoma o el recambio de la tarima, si llegara el caso, no supondrían un gasto para las arcas municipales. Los contratistas fueron Tecsa (para la hemeroteca) y una UTE formada por Fernández Molina y Geocisa (biblioteca y archivo). La madera la certificó la Asociación de Investigación de las Industrias de la Madera (Aitim), precisa el Ayuntamiento. El sindicato UGT alertó hace unos días de la existencia de los orificios en los suelos de las plantas primera y segunda del patio norte del complejo y puso en duda “la salvaguarda de los ejemplares centenarios que se conservan en los sótanos”. El Consistorio asegura que no existe ningún riesgo para los archivos.
El Ayuntamiento de Madrid, con Alberto Ruiz-Gallardón y la entonces delegada de Las Artes, Alicia Moreno, a la cabeza, se interesaron por el Conde Duque, entonces un cuartel militar prácticamente abandonado, en 2003. Las obras de acondicionamiento del edificio se prolongaron durante seis años y costaron 70 millones de euros. Más de dos tercios del presupuesto salieron de las arcas del Gobierno central, a través del Plan E.
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