La coartada del futuro
"Ante este panorama, poco pueden hacer los sindicatos, incapaces de movilizar a los más de cinco millones de parados y entregados desde hace demasiado tiempo a mirarse en el ombligo de los que todavía gozan de empleo"
Lo de menos es pronunciarse sobre si Rajoy ha mentido o no al adoptar medidas de gobierno que no figuraban en el programa por el que fue elegido presidente, cosa que por lo demás entraba en todos los pronósticos, sino insistir en que no parece que las drásticas medidas adoptadas vayan a servir para otra cosa que para empobrecer todavía más a los más amplios sectores de la población, sin que ni siquiera quepa la esperanza de que ese paquetón vaya a mejorar la situación a medio o largo plazo. Se podría así hablar de la argucia de la coartada del futuro, en la medida en que se estrechan hasta lo intolerable las condiciones de vida de millones de ciudadanos a cambio de una vaga creencia en que la necesidad de esas medidas posibilitarán un futuro algo más halagüeño, como si la perspectiva lejana de un futuro mejor no estuviera ya inscrita en las miserias del presente, un presente en que difícilmente puede ir todo a peor. Reconvertido Rajoy de indeciso gallego en cirujano de hierro, lo que nos espera es una larga etapa de sufrimiento antes de que el salario mínimo consiga subir un par de euros al mes. A este paso, pronto estaremos a la altura de Alemania, donde, según noticias de prensa, no faltan los obreros industriales que obtienen un euro por hora trabajada.
Ante este panorama, poco pueden hacer los sindicatos, incapaces de movilizar a los más de cinco millones de parados y entregados desde hace demasiado tiempo a mirarse en el ombligo de los que todavía gozan de empleo. Cuando en estos días Cándido Méndez asegura que tienen que cargarse de razones antes de convocar una huelga general, o bien cree que no existen todavía esas razones pero que confía que las habrá antes o después, o bien desconfía del éxito de una huelga que ni sería general ni serviría para mucho cuando lo que predomina es la desesperación de los parados y la incertidumbre de quienes no se van a jugar su puesto de trabajo por quítame allá una huelga de nada, porque ¿en qué afectaría una huelga, general o no, a los empresarios y a los banqueros en las condiciones actuales, cuando el abuso infinito y su cohorte de recortes y rebajas salvajes está pactado por la mayoría de Gobiernos europeos? Si hubiéramos sabido que el capitalismo era también esto, precisamente esto, quizás se hubiera impuesto cierta cordura, y acaso el ahora ministro Wert no se habría apresurado a despotricar erróneamente contra la enseñanza de Educación por la Ciudadanía como quien prepara al personal joven para que se vaya despidiendo de la educación y de la ciudadanía.
Otra cosa es, ya entre nosotros, si alguien cree de verdad que Jorge Alarte o su contrario son los líderes capaces de movilizar a un partido sin norte y envuelto en turbios combates intestinos como si no pasara nada. A lo que añadiría que lo único bueno que ha hecho el pesoe últimamente es cerrar el paso a Carme, o Carmen, Chacón. Algo es algo, mira.
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