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"Gracias por meterme en la cárcel"

Un ladrón agradece a los Mossos d'Esquadra que lo detengan tras robar en varias viviendas El hombre estaba en una situación "extrema" y se quedó un mes a vivir en una casa

Jordi M., recluido en la cárcel de Figueres (Alt Empordà, Girona) a la espera de juicio, no es un ladrón al uso. Él mismo se entregó en una comisaría de L'Escala el pasado lunes 19 y confesó que había cometido varios delitos de robos en viviendas. En una de las casas se quedó a vivir durante un mes. En otra entró para ducharse y lavar la ropa. El hombre, de 32 años, vivía en una situación económica “extrema”, cuenta Josep Sala, su abogado de oficio. “Me ha llamado esta mañana para darme las gracias por haber entrado en la cárcel”, explica Manel Cordón, subinspector de los Mossos d'Esquadra y jefe de la comisaría de L'Escala. Allí estará unos meses hasta que se celebre el juicio. La policía, que le seguía los pasos, le imputa siete delitos de robos con fuerza y uno de ocupación de inmueble.

Jordi M. comenzó sus andaduras en septiembre, cuando forzó la puerta de una casa vacía en una calle de L'Escala, una población costera de Girona donde muchos extranjeros tienen propiedades que están deshabitadas la mayor parte del año. Allí se estableció durante un mes. Como la luz y el agua estaban cortadas, el hombre decidió subirse al tejado y colarse por el balcón en la casa de al lado. “Aprovechó para lavar la ropa, ducharse y coger comida”, explica la policía autonómica en un comunicado. También se llevó un microondas.

Unos días después entró en otra casa de la calle de Marc Antoni tras romper el cristal de una ventana. Se llevó una televisión y un ordenador portátil, entre otros objetos. Todo lo que iba robando –bisutería de poco valor, varias consolas, videojuegos– lo escondía en un descampado y en una de las viviendas donde se había colado. Solo consiguió vender el microondas. El día que lo detuvieron indicó a la policía los lugares donde guardaba el botín. Entre otras cosas había un par de viejos patines en línea.

“Me dijo que no tenía trabajo ni casa, y que no sabía adónde ir. La cárcel era una salida”, relata el letrado Sala. Jordi M. no mantenía una buena relación con su familia. “Malvivía” en una destartalada caravana en un descampado, explica Cordón. La policía de la población le tenía fichado por un par de robos que había cometido con anterioridad. Un día le hicieron un registro y encontraron las llaves de un coche que había sustraído de una vivienda y que utilizaba para moverse por L'Escala.

El ladrón ocasional recurrió a los servicios sociales en busca de ayuda, pero según él no le ofrecieron ninguna solución. “Se vio abocado a delinquir”, defiende el letrado. “Nunca me había encontrado con algo así”, confiesa Sala, sorprendido por las circunstancias del caso. Cordón mantiene que el hombre era “totalmente consciente” de lo que hacía.

Dos meses después del primer delito, Jordi M. volvió a las andadas. Utilizó una escalera de hierro y entró en otra casa de la calle de Marc Antoni. En esta ocasión no le salió bien: tuvo que salir corriendo al oír que entraban los propietarios de la vivienda, aunque consiguió llevarse dinero en efectivo. Uno días después volvió a intentarlo en la misma casa, a la que accedió serrando una reja. El botín: objetos de higiene personal y ropa.

El día 8 de este mes los Mossos d'Esquadra le dieron caza tras haber entrado en otra vivienda. Pasó a disposición judicial, pero quedó en libertad provisional. Al poco tiempo ya se había colado en otra casa. El botín iba menguando en valor: esta vez solo se llevó comida. Todavía cometió dos delitos más antes de entregarse. Todos los objetos robados han sido devueltos a sus propietarios. Jordi M. pasó a disposición del juzgado de instrucción de guardia de Figueres el día 22 e ingresó en prisión, tal y como él quería.

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