“Solo he bebido lo normal”
Algunos conductores cogen el coche en estas fechas de celebraciones y cenas pese a estar ebrios La Policía Municipal refuerza los controles en Navidad
La moto de gran cilindrada llega dando pequeños tumbos. De hecho, su conductor esquiva con dificultad uno de los conos que señaliza el control de alcoholemia. Intenta colarse por detrás de un coche, pero no lo logra. El policía municipal, con años de experiencia a la espalda, le levanta la linterna para que pare. “¿Ha bebido algo de alcohol?”, le espeta el agente que aprecia algo raro en su forma de conducir. “Lo normal” se limita a decir el motorista. Lo normal se tradujo minutos después en un delito contra la seguridad vial, ya que el conductor ha dado 0,87 miligramos de alcohol por litro de aire espirado (frente al 0,25 permitido).
Este es uno de los casos que se repite en el control de alcoholemia que ha instalado la Policía Municipal dentro de la campaña iniciada por la Dirección General de Tráfico (DGT) con motivo de las celebraciones navideñas. El conductor, abogado de profesión y que maneja una potente BMW de 850 centímetros cúbicos, prefiere hablar muy poco de lo ocurrido: “Venía de una cena con los amigos y siempre se bebe algo. Además, como iba muy cerca, ahí al lado, … Entiendo que han sido muy correctos, que hacen su trabajo y que están para evitar accidentes”, se limita a decir con el gesto contrario. “Eso sí, prefiero que me multen a que me mate un coche”, añade.
Lo que no sabía en ese momento el letrado es que su imprudencia le va a suponer la retirada del carné durante ocho meses y el pago de 1.200 euros, además de trabajos en beneficio de la comunidad. Eso como mínimo y siempre que se declare culpable.
Junto al motorista, un joven no para de hablar nervioso por el teléfono móvil. Camina calle arriba y abajo para intentar rebajar sus 0,35 gramos de alcohol. Incluso echa algunas carreras, pese a las bajas temperaturas que sufre la capital (unos cinco grados). Su solución no le ha servido de mucho. El resultado en el final en el etilómetro es de 0,29, suficiente para que le impongan una sanción de 400 euros y cuatro puntos. La cuantía puede reducirla a la mitad si la paga en 15 días. El ojo del policía de nuevo fue fiable. Este joven que conduce un BMW 320 negro junto con su novia fue el primero en ser parado en el control. “Es mucho tiempo el que llevamos haciendo esto. Basta con fijarse en las pupilas del conductor”, explica el agente. También hay otros factores como el nerviosismo del conductor, el tipo de coche y si lleva o no familia.
Las últimas horas de la madrugada son cuando se detectan más infractores
El control está puesto en la calle de Jorge Juan, justo en el lateral de la Biblioteca Nacional, en plena cuesta. Eso no impide que algunos conductores que lo hayan visto se metan en el aparcamiento subterráneo de Colón y eviten tener que soplar. “No estamos aquí para recaudar. Lo que buscamos es que la gente se dé cuenta de que no tiene que beber y que en cualquier momento puede haber un control”, explica el responsable del operativo, un sargento. En ese mismo momento, hay otros cuatro controles más en la capital.
El conductor más joven intenta que un amigo suyo le recoja y se lleve el coche. Llega con una sonrisa en la boca y después de un buen rato. Para que los agentes le dejen conducir también tiene que soplar. Y sorpresa. También da positivo: 0,29 miligramos, por lo que no podrá sacar del atolladero a su amigo. Tendrán que esperar a que se les baje el colocón.
Mientras, el control continúa y van entrando los vehículos. No se libra algún que otro famoso que ha salido de trabajar de la televisión. O eso dice. Desde luego, lo que está claro es que no ha bebido: 0,0 miligramos. Los hay incluso que dan razones peregrinas: “Vengo de cenar con mis suegros y no era cuestión de beber” reconoce un cuarentón con un vehículo de alta gama. El alcoholímetro le desmiente en parte. Ha bebido, pero no mucho: 0,22 miligramos. Puede continuar, pero con la recomendación del agente: “Mejor no beba nada porque a la mínima ya daría positivo”.
El control permanece en Jorge Juan hasta las tres de la madrugada. Tras un paso por la sede policial, los agentes se trasladan a la avenida del Mediterráneo. Allí el tráfico es menor, pero es la vía de salida a la autovía de Valencia (A-3) y, conforme avance la noche, van pasando más posibles infractores. “Cuando se detectan más, es a partir de las cinco o las seis, cuando ya van cerrando muchos locales”, explica un agente. Nada más empezar, llega a la zona una mujer al volante de un Seat Ibiza negro. Se la ve un poco nerviosa. El agente la para y le dice que se meta en la zona acotadas por conos. Y se repiten las preguntas de si ha bebido y cuánto. La mujer intenta eludir el control, pero no cuela.
La multa puede llegar hasta los 600 euros y la retirada de seis puntos
La hacen montar en la furgoneta y someterse a la prueba. La mujer intenta el viejo truco de no poder soplar, pero tampoco le sirve. Afirma que es alérgica y asmática. Sopla una, dos, tres veces y hasta cuatro. Como no lo haga en el último intento, pueden acusarla de un delito de desobediencia. Pero esta vez lo logra: 0,54. Se lleva la sanción máxima de 600 euros y seis puntos (300, si lo paga pronto). La contraprueba, practicada unos minutos después, no mejora mucho: 0,52. “Este tío me ha jodido el fin de fiesta. Me ha tocado pagar a lo bestia. El coche se lo lleva la grúa, el taxi hasta donde vivo, en Aravaca, otro para recoger el coche mañana, … No si, la noche me ha salido por un pico”, protesta la mujer, de nombre Belén. Unos 600 euros calcula a bote pronto. Encima se quedará sin seis puntos. Asegura que solo ha bebido dos vinos y dos cubatas en toda la noche. “Lo malo es que soy muy pequeña y me sube enseguida”, bromea mientras culpa a su amigo de ser el culpable de su “desgracia”.
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