Ir al contenido
_
_
_
_

Bárbara Arena, escritora: “El rey Juan Carlos es una figura de la que sabemos todo y nada a la vez”

La autora debuta con ‘Un adiós’, una novela en la que imagina la muerte de un monarca muy parecido a Juan Carlos de Borbón. Pero el funeral de Estado de ficción es solo una excusa para retratar una España muy real y que Arena conoce muy bien: la de las monterías, las corridas, los salones y las pastas de Embassy.

Martín Bianchi

Bárbara Arena (Madrid, 1988) llevaba tiempo queriendo hablar sobre su España, la España del Club de Campo, los veranos en Comillas, las monterías, las corridas de toros, los salones elegantes y las pastas de Embassy. Cuando le ofrecieron escribir una entrega de los Episodios Nacionales coeditados por Lengua de Trapo y el Círculo de Bellas Artes, colección en la que se cuentan estos casi 50 años de democracia, no dudó en aceptar. “Mi clase social es muy literaria, da para mucha literatura: ambientes saturados, familias de toda la vida”, explica la autora, hija de un importante banquero y una conocida aristócrata. “Pero sentía que en las ficciones españolas se había tendido a caricaturizar al pijo. Encontraba pocos retratos que se ajustaran a la realidad que yo conozco. Quería enseñar mi España”.

El resultado de este striptease de clase es Un adiós, una novela en la que Arena imagina la muerte de un rey que se parece demasiado a Juan Carlos de Borbón -qué mejor forma de ir cerrando esta colección de episodios que revisita la historia reciente de este país-. El funeral de Estado de ficción es una excusa para desnudar a un personaje muy real y a su círculo, un entorno acomodado y cortesano que protegió al monarca durante muchos años a golpe de silencios y caprichos extravagantes.

La imagen de la cubierta del libro, El juego del engaño del ciego, pintura de Fragonard, es más que oportuna. La damisela con los ojos vendados del cuadro es un guiño a la protagonista de esta historia, una pija joven e inocente que cae en las redes sentimentales de un hombre intocable. Pero también podría ser una alegoría de esa España que durante mucho tiempo no quiso ver cómo era realmente el jefe del Estado.

Pregunta. ¿Con la muerte de Juan Carlos I acabará la Transición?

Respuesta. España va evolucionando, pero es siempre la misma. El concepto de las dos Españas existe desde los tiempos de Felipe II. En este país los ciclos acaban y se mantienen para siempre. ¿Cuándo acaba la Transición? No lo sé. No acaba nunca.

P. ¿Qué balance hace de estos casi 50 años de monarquía?

R. Yo no soy monárquica. A mí me parece que se puede prescindir de la monarquía. ¿Balance? Me gusta ser optimista. Estoy satisfecha con el presente. ¿La llegada hasta aquí? A trompicones, con episodios terroríficos.

P. Llevamos tiempo cuestionando esa Transición que parecía idílica.

R. La Historia es pendular. Hubo muchos años de celebración de la Transición y ahora es inevitable que esa idealización derive en una mirada crítica de todo el proceso y de sus figuras. La crítica me parece necesaria. ¿La Transición fue perfecta? No. ¿Estuvo bien hecha? A mí me da mucha vergüenza ponerme a sentenciar porque no la viví. Me da muchísimo apuro aleccionar a la generación de mis padres sobre cómo fue la Transición. Para ellos fue importantísima. Yo lo que quiero es que las narraciones se ajusten o se aproximen a la verdad de las cosas.

P. La idea de imaginar la muerte del rey es provocadora. ¿Es consciente de ello?

R. La premisa es escandalosa, pero luego el texto es muchísimo menos fuerte. El texto equilibra la premisa. Yo utilizo una figura, la del rey, como el eje central de la trama, pero es un centro vacío. Es un centro sobre el que el lector puede volcar su propia idea de esta figura. Es el personaje menos descrito de la novela y eso tiene una intención: el rey es una figura de la que sabemos todo y nada a la vez. Como yo no tengo acceso a la intimidad de esa figura, y no quiero incurrir en falsedades, he considerado que la mejor vía era inventarme el personaje desde cero y hacer una ficción. Para reflejar la realidad he recurrido a una ficción.

P. Hay bastante humor e ironía en esta historia. ¿Cómo cree que la va a recibir su entorno?

R. Mi mirada no salva ni condena. En mi opinión, no es una mirada cruel. Creo que quien sea propenso al escándalo, se va a escandalizar. Si la gente se ciñe al texto, verán que es muy respetuoso.

P. Para escribir con humor, hay que saber reírse de uno mismo.

R. Tengo un ojo que mira desde el interior, pero con una distancia suficiente. Tengo esa distancia, sin tampoco construirme en oposición. Sé de dónde vengo, pero estoy muy emancipada.

P. Usted traza cómo podrían ser los últimos días del monarca: “Retorno al país, reconciliación en privado, rutina discreta”. ¿Llegaremos a ver eso?

R. Eso es lo que yo he imaginado que podía pasar. Me parece lo más factible o lo que encuentro que tendría sentido. No sé lo que va a ocurrir.

P. “¿Hizo bien en pedir perdón? Mati opina que no, que aquello supuso una primera cesión que le bajó del pedestal en el que estaba a salvo”, dice la narradora. ¿Conoce a muchos que opinan como el personaje de Mati?

R. Conozco a muchos, por eso lo he puesto. En la España que yo conozco, es un debate abierto. Sigue siendo un tema de discusión: “¿Hizo bien en pedir perdón?" Mucha gente de mi entorno cree que pedir perdón fue un momento de debilidad que abrió una grieta que derivó luego en este final, en la caída.

P. ¿No tendría que haber pedido perdón?

R. Hay gente que cree que la distancia le podría haber salvado. Yo no creo que le hubiera salvado ya en ese punto.

P. Seguro conoce a gente que dice: “Pero trajo la democracia a España”. Como si eso lo exculpara de todo lo que hizo después.

R. Eso es un clásico español: “Él hizo lo que tenía que hacer y ya no tenía que hacer nada más”. Pero ya no escucho tanto esa defensa. Ahora detecto compasión.

P. ¿Qué opina su clase sobre el exilio o autoexilio del rey?

R. Yo no pretendo hablar por todo mi entorno, pero, como te decía, te podría responder que en mi clase ya no veo una defensa a ultranza del rey. Ahora veo compasión y pena por él.

P. ¿Qué imagen tenía usted de él cuando era niña?

R. Dentro de mi España hay muchas Españas. Desde fuera se ve monolítica, pero en mi entorno hay diversidad. Mi casa siempre fue muy libre y abierta. Había fluidez de ideas. Pero también he vivido a personas que idolatraban a esa figura y a su padre. Con el hijo, Felipe, ha costado más. En mi entorno, el rey Juan Carlos era un señor encantador, estupendo, con buena pinta, campechano, que hacía su papel divinamente… un amigo de Puerta de Hierro. Había una especie de vínculo emocional con él porque era una extensión familiar de mi clase. Creo que con Felipe no pasa eso. Ahora la monarquía es algo más profesional.

P. ¿El rey Juan Carlos la defraudó?

R. A mí no. Yo soy muy desapegada de todas estas cuestiones desde muy pequeña. Pero reconozco que es una especie de figura intocable que se ha ido descomponiendo.

R. ¿Lo ha conocido?

R. No, nunca lo he conocido.

P. ¿La discreción es algo importante en su clase?

R. Es importante en todas las clases. Es transversal. Hay una doble fuerza: de gusto por el chisme, pero dentro del salón. A todos nos gusta hablar de lo que le pasa a los demás, pero hay un mandato interno de que ciertas cosas se deben callar. Ese mandato se acentúa en ciertos niveles.

P. En el libro toca un tema muy actual: la invasión de ricos latinoamericanos que sufre Madrid. ¿Su clase se siente desplazada?

R. No creo que la hayan desplazado. Son dos clases que conviven con una leve tensión. Se esnobean mutuamente, de manera soterrada. Hay una leve tensión, pero también hay hermanamiento. Convergen y se quieren. El dinero manda. Un señor de la vieja España en estado económico decadente puede mirar por encima del hombro al latino rico que acaba de llegar. Pero si el latino rico le invita a Horcher a comer, el señor de la vieja España va encantado. En mi España, todo el mundo ha visto grandes fortunas terminarse. Todos son conscientes de que el dinero se termina y que hay que cuidarlo.

P. Muchos pueden pensar que esa España que usted retrata, de monterías, corridas y salones, está moribunda.

R. Está muy viva. Está vivísima. Existe, aunque no se vea ni se cuente.

P. ¿Cómo consiguen mantenerla oculta?

R. No creo que haya una intencionalidad de ocultarla. Para nosotros no es algo extravagante. Se vive desde una normalidad. Simplemente no hay agentes internos que la narren.

P. Bueno, ahora está usted.

R. Sí, qué responsabilidad [risas].

Un adiós

Bárbara Arena
Lengua de Trapo, 2025
120 páginas, 17,50 euros

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Martín Bianchi
Martín Bianchi Tasso es coordinador de Estilo de Vida en El País Semanal y además colabora con la sección de Gente de EL PAÍS. Fue redactor jefe de la revista ¡Hola!, jefe de Sociedad en Vanity Fair y jefe de Gente y Estilo en Abc.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_