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TRONO DE JUEGOS
Columna
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Hideo Kojima y la importancia de señalar a los nuevos genios

El documental ‘Connecting Worlds’, sobre el creador de videojuegos, radiografía el trabajo de uno de los artistas más influyentes del sigo XXI

Cartel de 'Hiedo Kojima: Conecting Worlds'.
Cartel de 'Hiedo Kojima: Conecting Worlds'.Eleazar
Jorge Morla

¿Dónde están las armas? ¿Dónde están los combates? Todo el mundo se preguntó lo mismo cuando, en 2019, llegó el hasta ahora último juego de Hideo Kojima, Death Stranding. Fue una propuesta radical, radicada en un mundo hostil donde la muerte se convierte en una dimensión física y en el que la gente vive en refugios para protegerse de una lluvia que envejece. Claro que en el juego había combates, armas, enemigos aterradores y acción, pero lo cierto es que el núcleo de la experiencia era… caminar. Caminar y entregar paquetes a lo largo de un mundo yermo y desolado.

Con el tiempo, Death Stranding se ha ido revelando como un juego revolucionario, con una profundidad inusitada en sus coetáneos y que en cierto modo revolucionó la industria con una propuesta arriesgada en extremo. Por derecho propio, Kojima es considerado uno de los creadores de videojuegos más importantes (y reconocidos) del mundo. Viene esto a cuento porque Disney + ha estrenado un documental centrado en la figura del japonés, Hideo Kojima, Connecting Worlds (aún no disponible en España), que intenta indagar en el trabajo, personalidad e idiosincrasia del creador.

El cinematográfico y el de Kojima siempre han sido, si se permite el chiste fácil con el nombre del documental, dos mundos condenados a conectarse. Situado entre 2017 y 2019, durante la creación de Death Stranding, el documental tiene su centro gravitacional, además de en el proceso de creación técnica de un juego, en el análisis que del trabajo de Kojima (nacido hace 60 años en Soshigaya) hacen un buen puñado de voces autorizadas.

“En cualquier proceso creativo es siempre igual: una interacción entre el intelecto y la intuición, y él lo ejemplifica”, dice de Kojima el director de cine George Miller. “Admiro su sentido del drama. Es capaz de caminar por unos vericuetos por los que la narrativa occidental nunca se internaría”, explica Guillermo del Toro. “No repite patrones, inventa. Y siempre, detrás de cada juego que hace, hay una razón”, describe el periodista de videojuegos Geoff Keighley. “Su obra vive en un valle inquietante situado entre la comedia y la extrema seriedad”, cree la cantante Grimes. “El arte no tiene necesariamente que satisfacerte. Tiene que inspirarte. Y sus juegos hacen eso y mucho más”, dice Nicolas Winding Refn. Son frases laudatorias, sí, pero consiguen su objetivo de concienciar al espectador casual de la importancia que Kojima tiene como creador y de cómo ha influido en la cultura de este siglo.

Imágenes de 'Death Stranding' y 'Metal Gear Solid 4'.
Imágenes de 'Death Stranding' y 'Metal Gear Solid 4'.

Es en esta prospección artística que otros creadores hacen del trabajo de Kojima donde reside el valor de un documental que, si bien acomete una importante labor de acercamiento al público general, comete el pecado de centrarse demasiado en Death Stranding, pasando por encima de otras obras fundamentales del medio, como Zone of Enders o, por supuesto, la saga de espionaje Metal Gear.

Existen motivos objetivos para esta ausencia, sí (Metal Gear es una saga que en puridad pertenece a Konami, con la que Kojima está enfrentado), pero las excusas no importan a la hora de valorar la calidad de una creación cinematográfica que se siente tan solvente en lo que cuenta como coja por lo que calla.

El documental, que mezcla imágenes reales, entrevistas y recreaciones en animación 2D, cuenta su vida, su infancia solitaria; cómo, paradójicamente, la muerte de su padre le permitió acceder a una industria con mala imagen; cómo no quería hacer juegos de guerra, siendo como era hijo de dos supervivientes de una guerra real; cómo la Expo de Osaka de 1970 le permitió ver extranjeros por primera vez y conocer otras culturas.

Tres meses después de la salida del juego, llegó la covid. La gente quedó atrapada en su casa y quienes jugaron al juego entonces se vieron reflejados en un espejo digital. Puede ser una coincidencia, pero desde luego rima con el trabajo de Kojima, que siempre ha tenido, además de otras virtudes, una cualidad premonitoria que quizá tocó techo en Metal Gear Solid II (2001), donde hace más de dos décadas ya trató temas como la posverdad, las fake news, las cámaras de eco o el uso del contexto como arma política.

La función del arte, dice Del Toro, es ensanchar el espíritu humano. Y el videojuego es un arte porque también logra esa meta, apostilla. Él lo tiene claro, pero, si alguien duda, una de las mejores cosas que puede hacer es jugar a Death Stranding. Y, en general, toda la obra de ese genial japonés llamado Hideo Kojima.

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Sobre la firma

Jorge Morla
Redactor de EL PAÍS que desde 2014 ha pasado por Babelia, Cultura o Internacional. Es experto en cultura digital y divulgador en radios, charlas y exposiciones. Licenciado en Periodismo por la Complutense y Máster de EL PAÍS. En 2023 publica ‘El siglo de los videojuegos’, y en 2024 recibe el premio Conetic por su labor como divulgador tecnológico.
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