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Poetas y digitales: todo sobre la nueva poesía ‘millennial’

Dos antologías y varios libros demuestran que la lírica de última hornada se aleja del realismo. La nueva generación no forma escuela. Su único rasgo común es internet

De izquierda a derecha, los poetas Luna Miguel, Alba Flores Robla, David Leo Garcia y Berta García Faet.
De izquierda a derecha, los poetas Luna Miguel, Alba Flores Robla, David Leo Garcia y Berta García Faet.

Dos antologías recientes han intentado poner puertas al campo literario que ocupan (y okupan) los nuevos bardos: Millennials. Nueve poetas (Alba, 2021) y Cuando dejó de llover. 50 poéticas recién cortadas (Sloper, 2021). La primera recurre al número mágico que J. M. Castellet patentó para la posteridad en Nueve novísimos poetas españoles (1970). Como la recopilación de Castellet, Millennials nace con una vocación a la vez rupturista y canónica. De hecho, aunque el recorrido de los nueve seleccionados tiene ya suficiente kilometraje, en la mayoría se aprecia el deseo de distanciarse de las tendencias figurativas predominantes en las décadas anteriores para indagar en otros senderos expresivos: ellos son Unai Velasco (1986), Ángela Segovia (1987), David Leo García (1988), Berta García Faet (1988), Vicente Monroy (1989), Luna Miguel (1990), Alba Flores Robla (1992), Xaime Martínez (1993) y Óscar García Sierra (1994). Estrictamente millennials, según la clasificación generacional, todos exhi­ben un “único rasgo común”, según afirma Gonzalo Torné en el prólogo: su formación en la Red, dada su condición de nativos digitales. No obstante, si bien Torné rebate con lucidez varios prejuicios enraizados sobre la tecnofobia y la tecnolatría (dos extremos que polarizan la recepción de estos autores), basta con hojear las páginas para advertir que sus coincidencias trascienden lo extraliterario, sin que eso vaya en detrimento de las respectivas singularidades de cada cual.

La apoyatura en motivos culturales, el cuerpo y la oralidad están presentes en casi todos los autores

Así, la apoyatura en motivos culturales, la poetización del cuerpo, la obturación de los cauces lógicos del discurso, los injertos orales o la dimensión performativa de la escritura están presentes casi sin excepción. Frente a esa argamasa estética, las composiciones menos afortunadas del conjunto son precisamente aquellas que se dejan enredar en la telaraña digital, quizá porque un ingenioso estado de Facebook no equivale a un buen verso. Aunque cualquier antología invita al lector a convertirse en antólogo y a contrastar su dream team con los titulares convocados (entre las ausencias, el que suscribe destacaría la de Martha Asunción Alonso), no cabe duda de que Millennials supone un buen pretexto para conocer lo que se cuece en la penúltima poesía.

Sin orden, pero con algún concierto, millennials y centennials comparten cartel en Cuando dejó de llover, de cuya edición se responsabilizan Jorge Arroita y Alejandro Fernández Bruña. En efecto, entre los mayores (Maribel Andrés Llamero e Ícaro Carrillo, nacidos en 1984) y los júniores (José Joaquín Hidalgo Saavedra y Javi Navarro, nacidos en 2001), van más de los 15 años preceptivos para el relevo generacional. Arropadas por un prólogo de Ben Clark y un epílogo de Luna Miguel, estas 50 voces se centran en “la casuística de los jóvenes que buscan construir un futuro”, como indica el primero. Si Millennials se definía por su ambición canonizadora y por la generosa muestra textual de los seleccionados, en Cuando dejó de llover la cantidad de poetas es inversamente proporcional a la cantidad de poemas que los representan (uno o dos). Asimismo, la diversa procedencia y el dispar pedigrí de los autores, pues los rigurosamente inéditos coexisten con los “éditos” multipremiados, nos permiten aproximarnos al libro como a un panorama que no trata de ofrecer un diagnóstico preciso, sino un inventario de síntomas.

Fábulas domésticas

Millennial por los pelos es Xavier Guillén, que nació en 1981 (la fecha que muchos marcan como pistoletazo de salida de la generación), y cuyo segundo libro, Amo de casa (Pre-Textos, 2021), es uno de los grandes descubrimientos de la temporada. Cercanas al esqueleto narrativo o a la fórmula del microrrelato, pero sin prescindir del pellizco lírico, las suyas son fábulas domésticas —por decirlo con palabras de Aníbal Núñez— que nos hablan de los víncu­los del sujeto posmoderno con el paisaje y el paisanaje de su tiempo. La atención a los detalles y la soterrada ironía que encierran estas viñetas conectan la genealogía familiar con los ritos contemporáneos, ya sea el espectáculo de la precariedad (‘En la feria medieval’) o la experiencia de un safari (el descacharrante ‘Mi hermana me saca de casa’, que contiene una de las mejores definiciones de la “naturaleza no recuperable”, glosando de nuevo a Aníbal Núñez: “¿Queda algo de ti, / naturaleza? Eras hostil. Eras atroz. / Ya no. Te volviste temática. / Un fondo de escritorio”). Amo de casa enhebra metáforas en pantuflas con reflexiones metafísicas, registra los desvelos de un yo con hijo e hipoteca y recompone las teselas de un mosaico amoroso. Bajo la aparente sencillez de sus imágenes, Xavier Guillén es capaz de hacernos reír sorteando el chiste y de hacernos pensar vadeando la solemnidad. Avisados quedan.

Cánticos impuros

La web indiscreta nos dice que la editorial Cántico inició su andadura en 2010, capitaneada por el poeta Raúl Alonso. Sin embargo, en los últimos años, el sello se ha ido especializando en la difusión de nuevas voces. Dos de las incorporaciones al catálogo son Desear la casa (2021), de Rodrigo García Marina, y San Lázaro (2021), de Laura Rodríguez Díaz. Desde la imagen de cubierta, que muestra a un José Antonio Primo de Rivera tuneado por obra y gracia del artista Dani Vera, el libro de García Marina (1996) se adhiere a una voluntad provocadora cuya subversión no se basa tanto en fundar nuevas identidades políticas como en cuestionar viejas políticas de la identidad: “Yo ya he sido puta / yo ya he sido hijo / yo ya he sido hogar / yo ya me he abandonado // a la generación del polvo”. La indagación en las ambigüedades sociales se proyecta en San Lázaro, de Laura Rodríguez (1998), sobre las heridas de un cuerpo doliente. He aquí la crónica “del leñazo y la resurrección”, de la enfermedad y la curación, contada a través de un lenguaje que aspira a “desemantizar el cuerpo” para “rehabitarlo / con todas las letras / a b c d etc”.

Personalidad linda

Berta García Faet (1988) es una apuesta segura. No en vano, la autora juega a la poesía (sí, hay un trasfondo lúdico en sus versos) como si la tradición fuera un puzle susceptible de armarse y desmontarse a gusto del consumidor. Si su anterior libro, Los salmos fosforitos, deconstruía alegremente a César Vallejo, en su entrega más reciente, Una pequeña personalidad linda (La Bella Varsovia, 2021), la misma operación se aplica a las fuentes de la lírica popular, desde la cantiga de amigo hasta las jarchas y los romances. El léxico arcaizante, la falsa ingenuidad de la voz femenina o los estribillos tarareables no son sino los espejismos de un experimento vanguardista que recicla tópicos y se apropia de tropos para edificar algo distinto: “iba yo en el siglo XXI / etzibando suspiros / cuando me vi cercada por mentirijillas”.

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