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Insoportables ridículos

Rubén Ochandiano compone en ‘El alivio o La crueldad de los muertos’ una farsa grotesca, tan atractiva como redundante

Una escena de 'El alivio o La crueldad de los muertos'. En vídeo, tráiler de la obraVídeo: PABLO LORENTE
Raquel Vidales

El alivio o La crueldad de los muertos. Extraño título para una obra extraña. Cuando arranca, pensamos en Las criadas de Genet o La cantante calva de Ionesco. Una pareja de actores exageradamente frívolos y esnobs comunica con afectada tristeza a su asistenta latina que será despedida a final de ese mes (por razones extravagantes que no se desvelan en ese momento) mientras se acicalan para celebrar en su casa la fiesta de cumpleaños de la mujer. La escena subraya el contraste entre los amos y la sirvienta. Ellos se comportan y hablan de manera ridícula, mientras que ella es tosca e inexpresiva. Cuando empiezan a llegar los invitados vienen a la mente otras referencias: el surrealismo de El ángel exterminador de Buñuel, el grotesco de La boda de los pequeños burgueses de Brecht y la decadencia de Eva al desnudo en la película de Mankiewicz, para aterrizar con un final propio de un psychothriller.

No son evocaciones sutiles, sino menciones estéticas y literarias explícitas (se citan frases literales de Eva al desnudo) que Rubén Ochandiano, autor y director de la obra, parece haber elegido para guiar al público y subrayar lo que quiere contarle. No hay duda de que funcionan en ese sentido. El mensaje (o la mezcla de todos los mensajes contenidos en los títulos de referencia) queda actualizado y clarísimo. Pero cuando las citas son tan directas y distintas, en lugar de manifestarse como pequeñas revelaciones felices en su encuentro con el espectador, puede ocurrir que se atropellen entre sí, generen confusión o, peor, deriven en un pensamiento fatal: esto ya me lo han contado. Ocurre a menudo durante la función.

El espectáculo se sigue con interés en sus escenas centrales, sobre todo cuando todos los invitados han llegado a la fiesta. Un actor queer tan superficial y ridículo como sus anfitriones, otra actriz frívola dominada por las supercherías y un hombre insípido escogido por esta última para fecundarla y llevarle el bolso. Son insoportables, caricaturas grotescas. Visten ropas estrafalarias, toman decisiones basadas en la numerología, dicen obviedades y dan ganas de abofetearlos cuando se quejan de lo dura que es la vida delante de la criada. Todo en ellos es deliberadamente redundante, lo que subraya el mensaje que la obra quiere transmitir, pero a la vez hace que la función resulte redundante en sí misma. Solo en los momentos en los que estos seres absurdos olvidan que están en público y dejan por un segundo de actuar (ante los invitados de la fiesta y ante el público del teatro, pues la obra también juega con eso) o cuando la sirvienta se manifiesta (para horror de los amos y sus amigos, ese horror de las clases altas hacia las clases bajas) se alcanzan momentos verdaderos y tensión dramática en el escenario.

Nata Moreno, Sergio Mur, Jessica Serna, Tomás Pozzi, Alicia Rubio y Albert Mèlich interpretan con soltura sus personajes, dentro de lo vacíos que resultan todos. Destaca entre ellos Alicia Rubio, que encarna a la actriz invitada a la fiesta, a la que dota de una tercera dimensión que permite asomarse al abismo vital (¡el terror!) que se esconde detrás de su charlatanería.

El alivio o La crueldad de los muertos’. Texto y dirección: Rubén Ochandiano. Teatros del Canal. Madrid. Hasta el 19 de septiembre.

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Sobre la firma

Raquel Vidales
Jefa de sección de Cultura de EL PAÍS. Redactora especializada en artes escénicas y crítica de teatro, empezó a trabajar en este periódico en 2007 y pasó por varias secciones del diario hasta incorporarse al área de Cultura. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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