Los seis discos de la semana en ‘Babelia’
Tras el triunfo de ‘Masseduction’, St. Vincent regresa con un álbum inspirado en su progenitor. Menos espectacular que el anterior, aunque no por ello menos disfrutable
Matar al padre
Por Iñigo López Palacios
La afición de Annie Clark por cubrirse con un personaje en sus discos es conocida. Fue un ama de casa empastillada en su álbum Strange Mercy, la líder de culto en St. Vincent y una dominatrix en Masseduction. Pero rara vez todo el disco gira alrededor de esa caracterización, lo que lleva a situaciones extrañas. Por ejemplo, la canción más popular de ese último disco, New York, era un tema de ruptura que uno no asociaría nunca a una mujer vestida de látex blandiendo un látigo. En realidad, tampoco pasa nada. No deja de ser más que un juego en el que ella se siente cómoda.
Esa actitud teatral ha llevado a que la comparen constantemente con uno de sus favoritos, David Bowie, lo que también es un juego divertido. Así que si su anterior entrega, Masseduction, era algo parecido a su Let’s Dance, este Daddy’s Home, un álbum centrado en la salida de prisión de su padre (que en 2010 fue condenado a 12 años de cárcel por su participación en un fraude por valor de 43 millones de dólares), debería ser su Young Americans. O eso prometía ella misma cuando aseguraba que estaba inspirado por la colección de discos de su progenitor, compuesta básicamente de un puñado de clásicos setenteros, entre los que figuraban Sly & The Family Stone o Steely Dan.
Si no nos lo dicen, tal vez no nos hubiéramos dado ni cuenta. Se percibe en algunos temas como Down. Se detecta en los coros, en cierta grandeza sonora en todo el álbum y en la aparición ocasional de sitares y flautas, pero no es un ejercicio de estilo. Es más fácil reconocer ecos de Prince, Carly Simon, Tori Amos o incluso Sheena Easton o Lana del Rey. En las letras, a pesar de las menciones a su padre y a las consecuencias que tuvieron sus acciones (“tú cumpliste condena, yo también”), el álbum parece más centrado en rendir homenaje a grandes damas derrotadas, de Marilyn Monroe a Candy Darling, uno de esos personajes que deambulaban por la Factory de Warhol.
Pero St. Vincent tiene un talento descomunal que hace que, cuando se escucha el disco, se olviden todos esos rollos que le encanta contar para revestir sus álbumes de un relato, de las comparaciones y hasta de la portada, en la que aparece disfrazada de lo que ella denomina una “benzo beauty queen”, una diva de los setenta adicta a los sedantes de farmacia.
Una cosa especialmente curiosa de los discos de St. Vincent es que, por lo general, van de menos a más. Algo que todos los gurús del marketing de hoy consideran un tremendo error. En estos tiempos, sostienen, hay que fijar la atención del oyente desde el principio, echando toda la carne en el asador desde la primera canción y ver hasta qué momento consigues retenerlo. En este disco sucede lo contrario, la progresión es especialmente lenta, y lo mejor llega en el último tercio del álbum. A partir de Somebody Like Me ya no hay vuelta atrás y se encadenan una serie de canciones tan tiernas como brillantes. Al final, el disco pasa volando. Puede que Daddy’s Home sea un álbum menos espectacular que el anterior. No por ello es menos disfrutable.
St. Vicent. Daddy’s Home. Loma Vista / Music As Usual
Un dulce tormento
Por Luis Gago
Ahora que ha acaparado titulares en la prensa, Caravaggio parece el correlato pictórico perfecto de la música torturada y tortuosa de su exacto coetáneo Carlo Gesualdo, príncipe de Venosa. El 16 de octubre de 1590 sorprendió a su prima Maria d’Avalos, también su mujer, “in flagrante delicto di fragrante peccato” con su amante, Fabrizio Carafa. Mató en la cama a ambos, aristócratas como él, y aquel hecho cambiaría su vida para siempre. Salvaguardado su honor conforme a los códigos morales de la época, que lo eximían de ser perseguido por el doble asesinato, abandonó Nápoles y se recluyó en su propiedad de Gesualdo, en la provincia de Avellino, cerca, pero lo suficientemente lejos del escenario del uxoricidio, dedicado a componer música, su gran pasión. Concentró sus esfuerzos en uno de los géneros en boga en la época, el madrigal, composiciones a varias voces, sin acompañamiento instrumental, que se convertían casi en la segunda piel de los poemas que las inspiraban, tal es la atención que prestan a cada palabra, cada sílaba, cada letra del texto.
Las voces se entrelazan, se separan, vuelven a anudarse, formando escorzos melódicos y armónicos que Gesualdo empapa de generosas disonancias y bruscos contrastes, como esas abruptas contraposiciones de luces y sombras de los cuadros de Caravaggio. Después de interpretarlos en concierto por muchas ciudades, Madrid incluida, Les Arts Florissants han llevado al disco estas pequeñas perlas de dos, tres minutos, que exigen toda nuestra atención, pero que saben recompensar en consecuencia. Los poemas, de autoría a menudo incierta, se regodean en los oxímoros, en las referencias a la muerte (pero se trata de un “dolce morire”), en el amor no correspondido o traicionado. Paul Agnew y otras cinco grandes voces logran esa simbiosis perfecta de texto y música a la que aspira todo gran madrigal. Y la escucha de cada uno de estos pequeños dramas se convierte en un dulce tormento, o una acerba dulzura.
Les Arts Florissants. Carlo Gesualdo. Madrigales (Libros III y IV). Harmonia Mundi
Como si no estuviera Paul McCarney
Por Fernando Navarro
El oyente no perezoso agradecerá que McCartney se salga del carril facilón en el que lleva su carrera, conduciendo sin riesgos ni curvas, con la seguridad que da ser un gigante musical vivo, para lanzarse a este experimento en el que su último disco, McCartney III, es reinterpretado con otros músicos relevantes de nuestros tiempos como Beck, Damon Albarn, Josh Homme o Phoebe Bridgers. Las canciones giran hacia el territorio de colaboradores tan dispares e interesantes y terminan por hacerlo tanto que el oyente se dará cuenta de que sir Paul es como si no estuviera. ¿Es malo? En parte, sí. Le falta alma. El resultado es una colección de brebajes modernizados, pero sin ímpetu ni cohesión. Curioso. No más.
Paul McCartney. McCartney III Imagined. Universal
Oda a la amistad
Por Xavi Sancho
Llega un momento en la vida en que empiezas a ir a más funerales que bodas o bautizos. Al irlandés David Balfe se le fue todo al garete cuando su mejor amigo, Paul Curran, una suerte de Falstaff del punk dublinés, se suicidó. Iba a sacar un disco de electrónica de dormitorio y postdubstep que prometía ser algo grande. Pero, como la vida decidió saltarse varias paradas, decidió cambiar el álbum, dedicarlo por completo a Curran y debutar con algo que no parece para nada un debut. Con recitados que recuerdan a la versión más somnolienta de The Streets, Balfe entrega un disco que es una descomunal oda a la amistad y una reflexión sobre los tiempos que vivimos y lo mucho que nos precipitamos cuando deseamos que pasen.
For Those I Love. For Those I Love. September Recordings
Tintes nostálgicos
Por Laura Fernández
Por momentos tan liberador como el más noventero puñetazo punk pop de la primera Courtney Love (así suena ‘Brutal’), por momentos tan calmo como la más aplicada (y la mejor) alumna de una Taylor Swift que no quisiese más que contentarse a sí misma (‘1 Step Forward, 3 Steps Back’ o ‘Deja Vu’), el primer disparo de la californiana Olivia Rodrigo —fue famosísima chica Disney: le bastó una semana para sumar 800 millones de escuchas de su primer sencillo— no inventa nada que no esté inventándose ahora mismo. Pero, de alguna manera, lo amalgama todo y, al hacerlo, fija un fenómeno de tintes nostálgicos de un viejo mainstream (‘Good 4 u’) con aspecto de curiosa rara avis, solos de guitarra hard-rockeros incluidos.
Olivia Rodrigo. Sour. Universal
Selección inteligente
Por Javier Losilla
La kora del maliense Toumani Diabaté no necesita apoyo foráneo para emocionar, pero negarle encuentros con otras músicas sería un sinsentido. Así que de lo que aquí se trata es de saber si el encaje de Toumani y su grupo con la London Symphony Orchestra, celebrado en el Barbican Centre, en octubre de 2008, es o no acertado. Nico Muhly e Ian Gardiner firman los arreglos orquestales de unas piezas inteligentemente seleccionadas, que dejan respirar a la improvisación de Toumani. La orquesta no engulle el sustrato original, aporta nuevas dinámicas y proporciona diálogos notables entre sus instrumentos y los del grupo. Composiciones como Cantelowes Dream y Moon Kaira son ejemplos brillantes de ello.
Toumani Diabaté. Kôrôlén. World Circuit / BMG
Puedes seguir a BABELIA en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.