Hamás cambia de estrategia ante la 'primavera árabe'
El desmoronamiento del régimen sirio le fuerza a buscar otros aliados
El movimiento islamista palestino Hamás no quiere verse arrastrado por la oleada de cambios en el mundo árabe. Al contrario, intenta sumarse al fenómeno. Su líder, Jaled Meshal, afirma que Hamás debe dejar las armas, al menos temporalmente, y concentrarse en la "lucha popular", y se declara dispuesto a aceptar un Estado palestino dentro de las fronteras previas a 1967, lo que implica un reconocimiento tácito de Israel. La crisis de Siria, donde Meshal ha residido durante los últimos 10 años, está en la raíz del giro estratégico.
Los dirigentes de Hamás viajan estos días por países de Oriente Próximo y el norte de África para explicar sus nuevas posiciones. Ismail Haniya, primer ministro de Gaza y teórico número dos del movimiento, se reunió el lunes en Estambul con el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, una de las figuras más poderosas de la región y símbolo del islamismo democrático. Haniya no salía de Gaza desde 2007, cuando asumió el poder tras la breve guerra civil que enfrentó a Hamás y Fatah.
Irán interrumpió en julio sus donativos al grupo islamista, ya reducidos en 2009
Jaled Meshal es esperado a su vez en Jordania, el país del que fue exiliado en 2000, en una visita que supone la reconciliación con el rey Abdulá, aliado de Estados Unidos. La gira de los líderes de Hamás comenzó en Egipto y Sudán a finales de diciembre y seguirá en Túnez, Catar y Bahréin.
Los cambios en el mundo árabe, y muy especialmente la crisis en Siria, han tenido un impacto profundo en Hamás. El movimiento demostró durante dos décadas su flexibilidad ideológica, presentándose como la sección palestina de los Hermanos Musulmanes sin que ello impidiera que el jefe de su Politburó, Jaled Meshal, residiera en Damasco, donde ser miembro de la sección siria de los Hermanos Musulmanes suponía la cárcel o la muerte. La misma flexibilidad permitía recibir a la vez subvenciones de Irán y Arabia Saudí, las dos potencias enemigas en el mundo musulmán.
Meshal, sin embargo, intuyó muy pronto que la gran Intifada árabe iba a acabar con esos ejercicios de equilibrismo. Su primer gesto, en marzo, consistió en enviar señales conciliatorias a Fatah, plasmadas en abril en un acuerdo para formar un Gobierno de unidad (que según fuentes de Fatah podría constituirse finalmente en unas semanas) y preparar unas elecciones generales palestinas. El segundo gesto consistió en vaciar poco a poco el cuartel general de Damasco y en trasladar dirigentes a Gaza y a Egipto.
En julio, Irán interrumpió sus donativos a Hamás (bastante reducidos desde 2009, cuando empezaron a aplicarse sanciones internacionales al régimen iraní) como represalia por la negativa de Meshal a organizar actos de apoyo al Gobierno sirio, similares a los celebrados por Hezbolá en Líbano. Meshal intuía que el régimen del presidente sirio, Bachar el Asad, carecía de futuro, y que no le convenía seguir confiando en la protección del eje Teherán-Damasco. El jefe de Hamás apostó por su propia familia ideológica, los Hermanos Musulmanes, que adquirían un poder creciente en Egipto y Túnez y se perfilaban como la fuerza en ascenso en todo el mundo árabe, incluyendo Siria. Eso implicaba alejarse del resistencialismo a ultranza.
No parece haber completa sintonía entre Jaled Meshal e Ismael Haniya, los dos principales dirigentes políticos de Hamás. La semana pasada, mientras Meshal hablaba de lucha popular y resistencia civil, adoptaba un tono moderado respecto a Israel (en concordancia con el próximo ingreso del movimiento en la OLP y en el Gobierno palestino) y anunciaba la interrupción de los ataques con cohetes contra poblaciones israelíes, Haniya mantenía la habitual retórica bélica y respaldaba la lucha armada.
"Hay algo de reparto de papeles entre ellos, hay algo de rivalidad personal y hay una diferencia importante: Haniya gobierna en Gaza, mientras Meshal no gobierna en ningún sitio y dispone de más libertad", comentó ayer de forma anónima un dirigente de Hamás en la franja. Resulta significativo, en cualquier caso, que Meshal no vaya a Gaza, pese a que Egipto mantiene abierto el paso de Rafah y se puede entrar y salir sin problemas.
Varios países árabes y Turquía han respaldado los pasos de Hamás hacia el pragmatismo aceptando las visitas de sus dirigentes. El Gobierno y el Ejército israelíes, por su parte, consideran que Hamás es una organización terrorista que no cambiará nunca y hablan con insistencia de una nueva invasión de Gaza, aún más cruenta que la Operación Plomo Fundido de hace tres años.
Seis años de aislamiento y división
- Enero de 2006. Hamás vence en las elecciones legislativas por mayoría absoluta. Israel comienza el asedio económico y militar del territorio, apoyado por los países occidentales, Egipto y por la Autoridad Palestina, dirigida por Al Fatah, el partido del presidente Mahmud Abbas.
- Junio de 2006. La milicia del movimiento fundamentalista encabeza la operación para capturar al soldado israelí Gilad Shalit.
- Junio de 2007. El movimiento islamista expulsa de Gaza a las fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina y asume el control total de la franja mediterránea.
- Diciembre de 2008-Enero de 2009. El Ejército israelí lanza la guerra contra Gaza. Alrededor de 1.400 personas mueren en el territorio palestino.
- Mayo de 2010. La Armada israelí asalta el Mavi Mármara, el buque turco que intentaba romper el bloqueo a Gaza.
- Mayo de 2011. Hamás y Al Fatah firman un acuerdo para formar un Gobierno de unidad que permita celebrar elecciones en la primavera de 2012.
- Octubre de 2011. Hamás libera a Gilad Shalit a cambio de 1.027 prisioneros.
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