Una expedición del Sur Global circunnavega la Antártida para investigar el impacto del cambio climático
Un equipo de 61 científicos de siete países rodean el continente, muy próximos a la costa y a bordo de un rompehielos ruso, para recoger muestras de todo tipo
Las regiones polares son, para el estudio del cambio climático, como los canarios en las minas, un terreno idóneo para detectar indicios de alarma. “Amplifican las señales, son más intensas, sobre todo en el Ártico, pero también en la Antártida”, explica el científico brasileño Jefferson Simões, de 66 años, glaciólogo y coordinador científico del Centro Polar y Climático de su país. Simões, el pionero de esta especialidad en el país tropical, está ahora mismo circunnavegando la Antártida al frente de una misión internacional atípica en expediciones polares. Está integrada, sin proponérselo, por profesionales del Sur Global. Un equipo multidisciplinar con 61 científicos de Argentina, Chile, Brasil, Perú, India, China, y Rusia, de los cuales 25 son mujeres. Incluye oceanógrafos, biólogos, científicos de la atmósfera, químicos, etcétera.
El pasado 23 de noviembre zarparon desde el puerto de Rio Grande, en el sur de Brasil, hacia el polo sur a bordo de uno del puñado de rompehielos científicos que existen en el mundo, el ruso Akademik Tryoshnikov. Antes de partir, Simões explicaba en una entrevista por Zoom la principal característica de esta expedición. Rodean el continente blanco, costeando, “siempre lo más cerca posible” de la costa, hasta donde permite el cinturón de mar congelado que lo abraza. Es decir, navegan a entre 500 metros y un kilómetro de los glaciares, cuando sus predecesores lo hicieron a unos mil kilómetros. Siempre atentos al hielo para no quedar atrapados. La expedición está financiada casi totalmente por la fundación suiza Albédo pour la Cryosphère.
La ruta del Akademik Tryoshnikov rodea el continente de este a oeste. Recorrerán 20.000 kilómetros en una travesía de dos meses y recalarán en 16 puntos de la Antártida para obtener muestras. Los científicos son trasladados por un helicóptero a tierra firme y devueltos luego al buque. Aprovechan que, en el auge del verano austral, las temperaturas son más llevaderas. Hay una ventana de oportunidad entre ciclones y el oleaje es menos agresivo.
El día que zarparon, el líder de la misión destacó la importancia de la diplomacia científica en estos tiempos de fuertes turbulencia en la política internacional: “Se trata de buscar soluciones a problemas comunes, con intereses compartidos, mediante ciencia de vanguardia, impulsada por la cooperación internacional, el intercambio de científicos y el desarrollo conjunto de investigaciones”.
Explica el coordinador del Centro Polar y Climático de Brasil, en Porto Alegre, que una de las prioridades será analizar la estabilidad de la capa de hielo que, por encima de la piedra, cubre la Antártida, una especie de placa que tiene dos kilómetros de espesor y en algunos lugares hasta cuatro kilómetros. “Sabemos que la Antártida ya contribuye al aumento del nivel del mar, tanto por el calentamiento de la atmósfera como de la superficie del océano. Pero hay algunas hipótesis que apuntan a que, en algunas regiones de la Antártida, la capa de hielo podría desestabilizarse mecánicamente y correr más rápidamente hacia el océano”, explica. Es decir, no derretirse gradualmente, ni moverse como hasta ahora, sino desplazarse de manera abrupta y acelerada.
Un grupo hará catas de hielo para reconstruir el clima del último siglo en el continente. Simões bromea con que la gente no se hace idea de que, como la Antártida tiene 13 millones de kilómetros cuadrados (tan enorme como la suma de Estados Unidos y la Unión Europea), las diferencias entre unas regiones y otras son enormes. Otro equipo recogerá sedimentos.
Simões fue el primer glaciólogo de Brasil y, como en casa no había donde formarse, lo enviaron a estudiar a Reino Unido en los ochenta. El coordinador científico del Centro Polar Climático, de la Universidad Federal de Río Grande do Sul, suele bromear con que emprende cada expedición ya totalmente exhausto tras meses de burocracia para resolver gestiones aduaneras, logísticas y demás. En esta ocasión, además, está el factor navegación por aquellas aguas gélidas y que el equipo que lidera es internacional, con los correspondientes desafíos que conllevan las diferencias culturales. Gracias a los satélites Starlink, de Elon Musk, la misión podrá enviar datos durante toda la travesía.
El estado de Río Grande do Sul, donde está ubicada la sede del Centro Polar Climático que coordina Simões, es también la región anegada por unas brutales inundaciones en mayo pasado que mataron a casi 200 personas. Otro ejemplo, como después las inundaciones de Valencia (España), de la creciente virulencia de los fenómenos climáticos extremos.
El glaciólogo brasileño recalca que las regiones polares son tan importantes para regular el clima como las selvas tropicales. Lamenta que reciban mucha menos atención que, por ejemplo, la Amazonia. Recuerda que aquellas tormentas torrenciales fueron causadas porque la temperatura en el Cerrado (un bioma brasileño) era anómalamente alta y eso bloqueó el paso a las corrientes de aire frío que ascienden desde la Antártida. “Aquella masa de agua que baja de la Amazonia con los ríos voladores cayó sobre nuestras cabezas”, recuerda. Por eso, dice, “necesitamos entender mejor cómo se forman, con qué frecuencia, esas corrientes frías en el océano austral”. Entre otras muchas incógnitas que espera contribuir a despejar la expedición polar del Sur Global en la Antártida.
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