Colombia pone en marcha la COP16, la gran vitrina del Gobierno Petro, con un acento indígena, afro y Pacífico
“Ha comenzado la extinción de la biodiversidad y la vida”, alerta el presidente en la inauguración de la cumbre de Cali
La bandera azul y blanco de Naciones Unidas ondea desde hace ya una semana en el Centro de Eventos Valle del Pacífico, en el norte de Cali, la tercera ciudad de Colombia, donde se celebrará desde este lunes hasta el próximo 2 de noviembre la enorme conferencia mundial que se propone frenar la pérdida de biodiversidad. La esperada COP16, bajo el oportuno lema de “paz con la naturaleza” en un país que anhela doblar la página del conflicto armado, es también la gran vitrina internacional del Gobierno de Gustavo Petro, un ecologista convencido, además de un bálsamo para la propia Cali, una urbe que busca un hito que le permita recuperar el empuje de otros tiempos.
El propio Petro tildó de “ilusos” a los que “niegan que ha comenzado la extinción de la biodiversidad y la vida”, en la inauguración de este domingo, un colorido evento con un acento indígena, afro y del Pacífico. En su discurso, con su acostumbrado sentido de urgencia existencial, mencionó temas en los que ha insistido en todo tipo de foros internacionales, como cambiar la deuda externa de los países por acciones climáticas concretas y la necesidad de descarbonizar aceleradamente la economía mundial. También presentó a Colombia como el “corazón de la tierra”, como ya lo había hecho en la Asamblea General de la ONU, en alusión a un término de los indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, en el Caribe colombiano.
La COP16, que convoca unas 15.000 personas, delegaciones de 196 países, más de un centenar de ministros de Ambiente y al menos una decena de jefes de Estado, es también una oportunidad para que Colombia, uno de los países más biodiversos del mundo, proyecte su liderazgo en asuntos ambientales. “En esta cumbre buscamos incidir en las decisiones políticas y financieras internacionales para ubicar la conservación de la biodiversidad al mismo nivel de importancia de la descarbonización y la transición energética”, ha explicado la ministra de Ambiente colombiana, Susana Muhamad, que preside la Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica, el nombre formal del encuentro.
La meta mundial de las intensas negociaciones y reuniones de alto nivel que tendrán lugar en la llamada “zona azul”, bajo jurisdicción de la ONU por las próximas dos semanas, es revertir la pérdida de biodiversidad para el año 2030. Colombia además se propone como país anfitrión, entre otras, acercar las agendas globales de biodiversidad y lucha contra el cambio climático –una de las mayores banderas de Petro–. Ese propósito se ve potenciado por el hecho de que la COP climática, que suele despertar mucha más atención, se celebrará el próximo año en la ciudad amazónica de Belem do Pará, en Brasil.
Ambas citas son clave para América Latina, y Luiz Inácio Lula da Silva es uno de los presidentes que se esperan en Cali. “Eso significa, ni más ni menos, que dos años consecutivos la lupa del planeta estará puesta en la Amazonia continental. Eso es un éxito sin precedentes, que está llamando diferentes formas de cooperación internacional muy importantes, en todos los niveles”, destaca Rodrigo Botero, director de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS).
El canciller, Luis Gilberto Murillo, celebra la COP de Cali como “la entrada de Colombia a las grandes ligas de discusión y toma decisiones de los asuntos globales”. La considera, de lejos, el evento más importante que ha realizado Colombia en el contexto internacional, que interpreta también como “un voto de confianza” de la comunidad internacional. “Es el país de la biodiversidad, el que tiene mayor número de especies por kilómetro cuadrado, el más diverso del mundo en ese contexto. Y el país de la belleza, con esta amplia diversidad de ecosistemas. Yo creo que es un gran reconocimiento a Colombia. Y, sobre todo, a las comunidades que han protegido, conservado y servido de guardianes de ese gran patrimonio natural”, dice a EL PAÍS el jefe de la diplomacia colombiana, que nació en el departamento del Chocó, parte de esa región del Pacífico que destaca como “el corazón de los pueblos negros afrodescendientes y también el alma de los pueblos indígenas”.
El Gobierno ha promovido la conferencia como la COP de la gente, con lo que la llamada “zona verde”, que concentra a la sociedad civil y las muestras culturales en el bulevard del río, en el centro de Cali, adquiere una relevancia inédita. Colombia busca que los indígenas, las comunidades afros y campesinas, las mujeres y otros colectivos tengan un papel protagónico y se mantengan movilizados.
El encuentro es al mismo tiempo un reto y una oportunidad que el país hasta ahora ha sabido aprovechar, valora la congresista Julia Miranda, quien fue durante 17 años la directora de Parques Nacionales. “En todos estos meses ha habido una amplia difusión de lo que significa la Conferencia de las Partes del Convenio de Diversidad Biológica en el país megadiverso del planeta, la importancia de nuestra riqueza y nuestro patrimonio natural”, destaca la representante del Nuevo Liberalismo, independiente frente al Gobierno. El conocimiento de los colombianos sobre la COP pasó del 33% al 53% entre agosto y octubre, de acuerdo con los estudios de opinión del Centro Nacional de Consultoria (CNC). El 85% de los consultados la considera positiva para el país. “Ha habido una intensa actividad para contarle a los colombianos que la responsabilidad es de todos y que tenemos responsabilidades para lograr cumplir las metas, frenar la pérdida de biodiversidad y enfrentar exitosamente la crisis climática”, concluye Miranda.
Revitalizar a Cali gracias a la cumbre de biodiversidad
El alcalde Alejandro Eder, que fue elegido con la promesa de revitalizar a Cali, postuló a la ciudad como sede de la Conferencia de Biodiversidad –que se celebra cada dos años– antes siquiera de posesionarse, a principios de este 2024. Los caleños necesitan reconciliarse para poder recuperar el rumbo, repite como un mantra, y vislumbró esa oportunidad valiosa tan pronto se conoció que el Gobierno Petro había conseguido para Colombia la sede que originalmente correspondía a Turquía –sacudida por un terremoto en febrero de 2023–. El 20 de febrero se asignó formalmente la sede a la capital del Valle del Cauca.
Desde entonces, la ciudad se embarcó en una contrarreloj para sacarle todo el jugo a un evento global cuyos preparativos suelen requerir más de un año, y en esta ocasión se organizó en poco más de un semestre. A pesar, incluso, de los grandes desafíos de seguridad que representa la arremetida de las fragmentadas disidencias de la extinta guerrilla de las FARC, en particular en el vecino departamento del Cauca. Las medidas de seguridad con las que han blindado a la ciudad incluyen, entre otras, inhibidores de drones, que los disidentes han usado como armas de guerra.
Cali, muy golpeada en los últimos años, proyecta la COP16 con algunos ecos de los Juegos Panamericanos que detonaron una notoria transformación hace más de medio siglo. El alcalde Eder, como lo proclamó una vez más en la ceremonia de este domingo, se propone “recuperar el lugar de Cali entre las ciudades más representativas de América Latina”. Como capital de facto de toda la región pacífica, tiene un enorme peso simbólico, como recordó también la presencia en la tarima de la gobernadora del Valle del Cauca, Dilian Francisca Toro, acompañada por sus homólogos de Chocó, Nubia Carolina Córdoba; y de Nariño, Luis Alfonso Escobar. Las autoridades se proponen que el legado duradero de la cumbre incluya, entre otras, recuperar el parque nacional Los Farallones, hoy invadido por la minería ilegal, desatar conversaciones sobre los siete ríos que atraviesan la ciudad y destacar su conexión con el Pacífico.
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