Trump ataca, Petro contrataca con diplomacia y más obras
El presidente de Estados Unidos amenaza al colombiano como si se tratara de una sentencia de muerte de una película del Viejo Oeste. Trump mueve sus acorazados, pero Petro mueve el corazón de las comunidades

Mientras Colombia entra en modo Navidad y en el Caribe la guerra toma cada vez más fuerza, Donald Trump ha subido el tono de sus amenazas contra el presidente constitucional y democrático de Colombia, Gustavo Petro, al que ha convertido en su enemigo personal y de quien habla sin filtros en los peores términos. “Es el siguiente”, dijo el pasado miércoles en Washington, como una sentencia de muerte en una de las películas del Oeste americano, en las que John Wayne miraba la cámara, aspiraba un cigarrillo, se ajustaba el sombrero, alistaba su escopeta Winchester y salía a matar indios americanos, sin ningún aliento de vergüenza.
Trump, anunció así, con tono desafiante, que pronto aplicará en Colombia su receta militarista y dirigirá su poderosa fuerza naval y agentes de la CIA hacia Colombia, después de que cumpla la profecía de derrocar, encarcelar o asesinar al perseguido presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, para que asuman el poder Edmundo González y la premio Nobel de Paz, María Corina Machado, a quien la derecha internacional ha querido convertir en símbolo de libertad y restitución de la democracia, pero su imagen genera rechazo en amplios sectores de Europa, Estados Unidos y América Latina, por su postura militarista y de desprecio por la soberanía de su país.
En la mente del mandatario norteamericano, la suerte de Petro está ligada a la de su vecino. Y, en su parecer, ambos deben ser atacados sin consideración: Maduro bajo el argumento falaz de ser el jefe de un inexistente Cartel de los Soles, y Petro, por ser, según Trump, “bastante hostil contra Estados Unidos” y jefe de un país que está “produciendo mucha droga”.
En realidad, de Venezuela a Estados Unidos solo le interesa el petróleo y sacar a China y Rusia del continente; y de Colombia, su posición geoestratégica, su potencial económico, su riqueza ambiental y el manejo de la seguridad y la guerra contra el narcotráfico. Todo, además, en el marco de su nueva Estrategia Nacional de Seguridad, que revive el monroísmo y busca restituir al continente americano a la condición de patio trasero del imperio. El nuevo manual de intervencionismo está a la luz pública. Ya no hay espacio para interpretaciones. Quien se salga del modelo será aplastado.
La grave amenaza contra el presidente Petro, entonces, se suma al listado de ataques de Trump que incluyen la descertificación de Colombia en la lucha contra las drogas, el retiro de la visa americana y la inclusión en la lista Clinton, que lo ha bloqueado de facto del sistema financiero nacional e internacional.
Los nuevos emplazamientos de Trump recorrieron los medios de comunicación del mundo, pero no han generado una ola de indignación en Colombia, donde se registra la noticia, pero no se encienden las alarmas, mientras la derecha aplaude cada ataque contra el jefe de Estado de izquierda, como si volver a la vieja época de invasiones y golpes de Estado made in Usa fuera el final feliz de su odio visceral a Petro, sin importar para nada la democracia, la soberanía nacional y las instituciones. Para la derecha colombiana ser el patio trasero y serviles incondicionales a los intereses de Washington, es una posición con la que se sienten cómodos. Y con esa bandera buscarán regresar al poder en 2026.
Lo evidente es que la extrema derecha ha perdido todo rumbo ideológico y se ha quitado cualquier ropaje nacionalista. Su incapacidad de contrarrestar con ideas y propuestas la iniciativa política de Petro, los ha condenado a repetir frases llenas de odio, sin proponerle al país un rumbo diferente a tumbar, encarcelar, condenar o despedazar a Petro y sus millones de seguidores. Petro es el eje de su narrativa y su tragedia, que los mantiene desconectados de las bases y convertido a la mayoría de sus candidatos presidenciales en pírricos referentes de los caricaturistas y en margen de error en las encuestas.

A seis meses de las elecciones presidenciales Colombia vive momentos de enorme incertidumbre. Nada es claro y el panorama cambia velozmente. La agenda internacional domina todo. La agresión militar a Venezuela dejó de ser un espejismo y es hoy una realidad. La mayoría de colombianos se acuestan pensando que despertarán con el titular de la invasión norteamericana, el asalto militar al Palacio de Miraflores, la muerte de Maduro o su exilio forzado. Y se tejen toda clase de conjeturas sobre si China y Rusia defenderán al régimen chavista.
Pero la realidad es que hoy debería preocupar más la suerte de Petro, que es la de Colombia, que la de Maduro -que sigue negociando su permanencia en el poder con Estados Unidos-, y por ende, el futuro de la democracia, que vive el proceso electoral más sui generis en décadas, en medio del ruido de la guerra interna, con los éxitos parciales de la estrategia de Paz Total, como los acuerdos en Doha, Catar, con el Clan del Golfo, o los pactos en las selvas de sur del país con las disidencias de alias Calarcá, que significan un respiro a la sociedad civil en el sur del país; y el estruendo en el vecindario, que es, a la vez, nuestra propia desgracia.
Las elecciones presidenciales siguen su curso, con la depuración de la larga lista de candidatos. Los del Centro Democrático, que dirige con mano de hierro el expresidente Uribe, sumados no llegan al 3%, mientras el outsider ultra conservador Abelardo de La Espriella, se tomó la delantera y eclipsó a la periodista de extrema derecha Vicky Dávila. La centro derecha, guarda las esperanzas en Sergio Fajardo, quien no es descartable que termine siendo el candidato de Uribe, ante el fracaso de sus candidatos y su desconfianza hacia De La Espriella, quien no parece ser un sumiso de sus dictámenes.
Mientras tanto, la izquierda tiene a Iván Cepeda como el heredero de la agenda petrista, y continúa liderando las encuestas. En ese espectro se ha escuchado la voz, en los últimos días, del exgobernador del Magdalena, Carlos Eduardo Caicedo, quien se auto percibe como una izquierda más radical que la del jefe de Estado. Caicedo es fuerte en el Caribe y sus votos serán necesarios en un escenario de polarización en la segunda vuelta.
Hoy lo único seguro es que Cepeda estará en el tarjetón en la segunda vuelta, y un candidato de la derecha como De La Espriella, o de centro derecha como Fajardo buscarán disputarle la presidencia. El expresidente Uribe será decisivo para apalancar a ese eventual candidato, que en ningún caso será una militante de sus filas. La derecha apelará a Trump para derrotar a Iván Cepeda. Al igual que en Argentina u Honduras, Trump tirará a matar las aspiraciones de la izquierda. Y Petro, a su vez, apelará al nacionalismo para levantar las bases populares y aupar las aspiraciones de la izquierda democrática de seguir en el poder.
Petro está en campaña. Lo ha estado desde el primer minuto de su mandato. Recorre el país de manera incesante, entregando obras, inaugurando universidades y colegios, escriturando tierras a los campesinos, que han recibido más de un millón doscientas mil hectáreas, conmemorando eventos históricos y dejando su impronta en sectores populares que lo reconocen como el gran transformador de sus vidas. Por ello, registra por encima del 40 por ciento de popularidad en las encuestas. Una cifra no registrada en décadas por mandatario alguno a la salida de su mandato. Ese caudal lo ha heredado Iván Cepeda, lo que significa que para las bases Cepeda es Petro.
Trump amenaza, Petro trabaja en el territorio; la derecha ataca con discursos de odio, Petro contrataca con ejecutorias de Gobierno. La derecha se despedaza, no encuentra candidato, narrativa, ni ideas ganadoras; Petro posiciona su narrativa del cambio y transmite en la televisión pública sus discursos que llegan a millones de ciudadanos. Trump mueve sus acorazados, Petro mueve el corazón de las comunidades. La batalla por el poder en Colombia se libra hoy en las regiones, donde Petro llega con llave en mano inaugurando obras y exhibiendo cifras incontrovertibles de bienestar de la economía, generación de empleo, inversión en educación, compra de tierras y entrega de subsidios a los más débiles.
Cuando Trump golpea, Petro cambia de estrategia, dándole más campo a la alta política. Ha bajado el tono, se muestra más pragmático. Ya no hay llamados a consultas al embajador en Estados Unidos, sino cartas de invitación a Trump a venir a Colombia. En el campo político la Navidad no se ve alegre, no pareciera haber espacio para cantar villancicos, aunque la derecha canta apasionada y de rodillas a Trump: “ven a nuestras almas, ven no tardes tanto”.
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