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El deterioro en seguridad con Petro, el talón de Aquiles de Iván Cepeda

El candidato de izquierda lidera en las encuestas, pero enfrenta el reto de crecer entre los electores preocupados por el fortalecimiento de grupos criminales. La derecha lo estigmatiza por ser el arquitecto de la Paz Total

Iván Cepeda
Camila Osorio

El senador y precandidato presidencial de la izquierda colombiana, Iván Cepeda, tiene una enorme ventaja y una enorme desventaja de cara a las elecciones del 2026. La ventaja es que el petrismo lo coronó como su candidato con meses de anticipación a las elecciones. En la última encuesta, además, lidera la intención de voto con el 31,9%, varios puntos delante de muchos candidatos de la derecha que no han logrado unirse. Pero esa misma encuesta revela su talón de Aquiles para crecer entre los electores: el 35,3% dice que el mayor problema de Colombia es la seguridad, muy por encima del desempleo (19,2%) o la corrupción (11,8%). Es un panorama muy distinto al de las presidenciales del 2022, cuando el desempleo y la corrupción estaban diez puntos porcentuales por encima de la seguridad, y ganó una izquierda que suele crecer cuando se piden reformas sociales. El llamado a más seguridad, en cambio, suele favorecer a la derecha. En estos más de tres años, el electorado ha visto el fortalecimiento de los grupos armados, y el aumento de delitos como el secuestro, la extorsión y el reclutamiento forzado de niños. Para muchos, es el fracaso de la política de paz total, de la que Cepeda fue arquitecto. Hasta sus más cercanos confirman lo evidente: el senador necesita trasformar y mejorar su discurso en seguridad para crecer.

“Sin duda, la seguridad es el talón de Aquiles de Cepeda y de la izquierda en general, así como el problema de la derecha es no poner la conversación sobre las reformas sociales”, opina León Valencia, politólogo y director de la Fundación Pares. “Cepeda viene de una tradición de negociación, ha volcado toda su vida a eso, y por eso le costaría empezar por decir que en Colombia no hay realmente ya un conflicto armado”, añade. Para el analista, experto en negociaciones, “hoy hay grupos que pelean por el control social en las periferias del país, para lucrarse con minería ilegal, con negocios ilícitos. El conflicto se transformó, las violencias se transformaron. Eso es algo que tiene que entender tanto la derecha, que sigue pensando que combaten a las FARC en las laderas de Bogotá como en 2002, como la izquierda”.

Valencia añade que Petro, a pesar del evidente fracaso de la paz total, ha mantenido una mesa de diálogo en Qatar con el grupo armado más grande del país, el Clan del Golfo, “para que no escale la violencia en tiempo de campaña. Su estrategia es tenerlos ahí para apaciguar un poco el momento, pero Cepeda necesita inventarse un cuento adicional para tomar distancia”.

La derecha ya entendió que el de la seguridad es un buen flanco para atacar al candidato puntero. Senadores de oposición organizaron este miércoles un debate de control político contra el Gobierno por la revelación de Noticias Caracol de que disidentes al mando de alias Calarcá infiltraron altos cargos en el Ejército y la Dirección Nacional de Inteligencia. Son disidentes que, anotó la senadora uribista Paloma Valencia, también precandidata presidencial, tiene una mesa de negociaciones con el gobierno bajo la paz total. Sus ataques no se limitaron al presidente. “Bienvenido, senador Cepeda, siquiera regresa a este recinto, donde cada vez que hablamos de los problemas de la paz total, donde aparece su firma, usted no está aquí para responder”, dijo en su intervención.

Cepeda no respondió puntualmente a la denuncia que motivó el debate. “A esto que se le ha llamado debate de control político, más bien es un alegato de recortes de Semana, no hay ninguna investigación seria en lo que usted nos dijo aquí. Conjeturas muchas, muchas acusaciones sin ningún sustento, mucho chisme”, dijo. Cuando ella lo atacó mostrando la firma de él en documentos de la paz total que, a su juicio, muestran que no buscó frenar suficientemente el reclutamiento forzado ni la extorsión, él le respondió que también los firmaron delegados de la derecha, como el ganadero José Felix Lafaurie o el exministro Fabio Valencia Cossio. “Ustedes han sido parte de la política de paz de este Gobierno”, contraatacó sin negar el fracaso de los diálogos, y más bien compartiendo la responsabilidad.

Gerson Arias, investigador de la Fundación Ideas para la Paz, ha seguido de cerca la paz total y coincide en la dificultad que enfrenta Cepeda por esa desprestigiada política: sería admitir que fracasó su ambición en un rol ejecutorio mucho más grande que los de Valencia Cossio o Lafaurie. En 2022, el senador editó y lideró un borrador de documento que inspiró la apuesta del Gobierno por negociar en simultáneo con todos los armados, y hacer ceses al fuego con ellos para frenar la crisis humanitaria, explica Arias. También aportó los contactos logísticos internacionales para apoyar los procesos, e impulsó la ley de paz total que dio al Gobierno las herramientas para avanzar. Luego fue una voz clave en la fallida negociación con la guerrilla del ELN. La oposición le critica además su cercanía con Iván Velásquez, ministro de Defensa durante los primeros dos años y medio del cuatrienio, y señalan que la secretaria de gabinete del ministerio era una persona de su confianza, su antigua asesora legislativa, Alexandra González.

En palabras del expresidente de derechas Álvaro Uribe —quien critica que gracias a la paz total disidentes del grupo de alias Calarcá terminaron en libertad—, Cepeda es un “apóstol de las cárceles”. “Es un verdugo con apariencia de apóstol pobre y macilento, que le ha servido para persistir en buscar presos y ofrecerles beneficios para que acusen falsamente a sus nuevos contradictores”, añadió la cabeza de la derecha, quien se ha enfrentado durante una década a Cepeda en un proceso penal en que este le acusa de haber manipulado testigos en su contra. Tras la absolución de Uribe en segunda instancia, Cepeda busca que la Corte Suprema revise el caso.

Leonardo González, quien ha sido director del observatorio de derechos humanos Indepaz, considera que Cepeda aún tiene oportunidad de voltear la crisis de la paz total a su favor. “Por toda esa experiencia de negociación, conoce muy bien a los grupos armados, sabe cómo se mueven, y puede combatir falacias como la que señala a los ceses al fuego de producir el fortalecimiento de los grupos armados. El grupo que más ha crecido estos años es el Ejército Gaitanista (o Clan del Golfo), con el que hubo un cese al fuego muy corto, de tres meses”, añade. “No tener una relación cercana con la fuerza pública no tiene que ser una debilidad, pero sí debe haber un discurso en el que las políticas de paz y de seguridad se entiendan como derechos humanos”, añade. El enorme reto de Cepeda, con la bandera de la paz ya suya, es convencer a suficientes colombianos de que le importa cargar también la que les garantice una vida con seguridad.

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Sobre la firma

Camila Osorio
Corresponsal de cultura en EL PAÍS América y escribe desde Bogotá. Ha trabajado en el diario 'La Silla Vacía' (Bogotá) y la revista 'The New Yorker', y ha sido freelancer en Colombia, Sudáfrica y Estados Unidos.
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