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Donald Trump
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Inundar la zona de mierda, o el juego de la bolita en el bazar

Donald Trump y Steve Bannon entienden que ganarle a sus oponentes políticos implica saturar a los medios de comunicación con múltiples escándalos a la vez

Steve Bannon
Juan Gabriel Vásquez

El segundo gobierno de Donald Trump parece un festival del desorden, pero la verdad es la contraria: no ha habido en nuestros tiempos una estrategia más meditada ni mejor planeada para la demolición del oponente político. Desde hace unas semanas, además, la estrategia tiene nombre y apellido, pues los memoriosos se han puesto a recordar una entrevista infame que dio Steve Bannon en 2018: y allí queda claro todo. Bannon, por si hay alguien en el mundo que no lo sepa, es el más notorio ideólogo –si esa es la palabra– de la extrema derecha norteamericana. Estuvo detrás de esa gigantesca empresa de manipulación masiva que fue Cambridge Analytica, que trabajó en el mismo año crucial y nefasto para la campaña del Brexit y la primera elección de Trump. Luego acompañó a Trump durante los primeros meses de su primer gobierno, y su despido prematuro lo puso a dar vueltas por el mundo para asesorar o aconsejar a los nuevos extremismos de la derecha internacional: el Frente Nacional de Francia, la Alternativa por Alemania, el Vox español. Pues bien: en 2018, a medio camino del primer gobierno de Trump, Bannon le concedió una entrevista al periodista Michael Lewis, y en ella explicó de manera diáfana lo que podemos llamar su modus operandi.

“Los demócratas no importan”, dijo. “La verdadera oposición son los medios. Y la manera de lidiar con ellos es inundar la zona de mierda”.

Durante su primer gobierno, Trump se rodeó de incompetentes e improvisados, y por eso el daño que hizo fue (a pesar de todo) limitado. Esta segunda vez el equipo de incompetentes ha llegado con más competencias, o, por lo menos, con más conocimiento de los mecanismos de la administración: qué palancas se mueven para lograr qué cosas. Pero lo que ha hecho es menos importante acaso que la manera de hacerlo: con tanto ruido y tanta furia que ha monopolizado la atención y colonizado la imaginación de la pobre gente cuyo trabajo es tratar de contar la realidad. Sí, los medios son el enemigo; pero ya la estrategia no pasa solamente por el ataque directo, la calumnia y el desprestigio metódico, sino por la inundación de la zona. En otras palabras, la estrategia pasa por poner a los medios a pensar en tantas cosas, a preocuparse por tantas cosas, a investigar sobre tantas cosas para poder lidiar con tantas mentiras y tantas ansiedades, que acaben hundidos en la confusión. Sí: corriendo detrás del gobierno –de sus excesos, de su crueldad deliberada, de sus pequeños o grandes escándalos– con la lengua afuera.

Ya no se trata de persuadir, me decía un periodista en estos días, sino de desorientar. Y claro: con los medios tradicionales tratando de recuperar el equilibrio, la información depende del universo putrefacto de las redes sociales cuyos dueños son los oligarcas de la tecnología, estos millonarios pueriles que han convertido la república de los Estados Unidos en una plutocracia grotesca bajo la mirada cómplice del partido conservador. Pueden ser los que donaron sus millones para la ceremonia de investidura: los que, en la caricatura de Ann Telnaes que censuró el Washington Post, hicieron la peregrinación a Mar-a-lago para arrodillarse ante la estatua en oro de Trump. O puede ser el que compró, con donaciones por 288 millones de dólares para la campaña de Trump, una silla fija en el Salón Oval. (También compró el derecho, aparentemente, de entrar a la Casa Blanca vestido con camiseta y tenis. Y eso no les parece mal a los mismos que humillaron a Zelenski por no ponerse corbata para hablar de la guerra y su desesperación y sus muertos). O puede ser el triste Jeff Bezos, que en cuestión de dos meses renunció a todos los principios que encontró en el camino, convirtió un periódico legendario en una vergüenza y le dio una nueva definición a la palabra venalidad.

La síntesis de todo esto es que la estrategia paga: inundar la zona de mierda es llenar los medios con agresiones verbales, con saludos nazis mal disimulados, con declaraciones xenófobas, y al mismo tiempo con iniciativas de ley, intervenciones administrativas que rompan el sistema y una agenda política diseñada para causar daño a los enemigos –reales o inventados– del movimiento MAGA. Recuerden: no se trata de persuadir, sino de desorientar. “El partido de oposición son los medios”, dijo Steve Bannon. “Los medios –porque son estúpidos y perezosos– solo pueden concentrarse en una cosa a la vez. Lo único que tenemos que hacer es inundar la zona. Cada día los golpearemos con tres cosas, ellos se agarrarán de una y nosotros haremos lo que queramos”. Y así es: no importa si se trata de perdonar a los atacantes del Capitolio, de arrestar sin cargos a un manifestante pro palestino en Nueva York y trasladarlo a Louisiana, de eliminar la ayuda que mantiene con vida a miles de personas en el mundo entero.

No, no importa: lo que importa es lo que está ocurriendo por debajo (o al lado, o detrás) de todo eso. Lo que importa, como en las más viejas estafas de bazar, es lo que hace la mano que no estamos viendo mientras nos fijamos en la otra.

Eso –lo que no vemos– es lo que debería darnos miedo.


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Sobre la firma

Juan Gabriel Vásquez
Nació en Bogotá, Colombia, en 1973. Es autor de siete novelas, dos libros de cuentos, tres libros de ensayos, una recopilación de escritos políticos y un poemario. Su obra ha recibido múltiples premios, se traduce a 30 lenguas y se publica en 50 países. Es miembro de la Academia colombiana de la Lengua.
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