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Educación
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Elogio a la curiosidad

La curiosidad exige poder vivir con el miedo de retar lo aceptado como natural: ¿Qué tal si…? Que tal si nos conectamos con ese espíritu de niño en el que un por qué lo cuestiona todo

estudiantes en un reportaje sobre la curiosidad
Estudiantes participan en clase.Jose Luis Pelaez Inc (Getty Images)

Somos seres reflexivos y exploradores, desde pequeños nos sacude la fuerza estruendosa de un ¿por qué? y la pregunta por el ¿cómo funciona? Si tuvimos suerte pudimos desbaratar uno o varios juguetes antes de ser descubiertos, nos confrontamos ante la magia de la física del universo y sobrevivimos a la mirada inquisidora de un adulto cuando cuestionamos las razones de una instrucción. En todos los casos nos permitimos habitar en el interrogante, en la duda y la indagación, tratando de entender.

A propósito del Día Internacional de las Universidades de los Niños, que promueven la apropiación social del conocimiento, y del Día de los Niños, que celebramos en abril, invito a meditar sobre cómo conservar esa capacidad que nos devela el misterio del mundo y sobre cómo cultivar la curiosidad y aprender a hacer preguntas para descubrir lo que ignoramos. Cómo seguir siendo niños, exploradores, ávidos e inquietos.

En tiempos donde se privilegian las afirmaciones y respuestas, y existe un afán por demostrar cuánto se sabe, de reafirmarnos en quiénes somos y en lo que sabemos, se ha debilitado el valor de la pregunta. Cuando somos estudiantes queremos que nuestro maestro o maestra sea un despliegue de respuestas, que nos ofrezca la solución, que no dude, que nos haga una demostración amplia de sus conocimientos. No nos sirve un “no sé”, tampoco que nos devuelva la pregunta con otra para que el aprendizaje sea un ejercicio de indagación compartido. Olvidamos, al hacernos adultos, que la verdad, más que una realidad intacta, es una búsqueda y creemos que se puede llegar a tener una respuesta definitiva. En ese mundo de verdades se liquida el espacio para la duda y la reflexión. Y donde no hay duda, no se desarrolla el espacio para la pregunta. Para qué preguntar lo que ya se sabe, si solo se pregunta lo que se desconoce.

Para la filosofía, la cuestión que ha desencadenado la curiosidad de la humanidad ha sido el ¿qué sé? ¿Somos capaces de saber verdaderamente algo? La historia nos demuestra que hemos sido capaces de tener ciertas verdades por algún tiempo, hasta que un curioso las desafía: La tierra plana, los límites del universo y el tiempo, el origen de todo… Han sido creencias, como tantas otras, que se instalan en la mente humana hasta que la duda, la indagación, las rompe. Entonces el ánimo experimental desata la fuerza de la pregunta, de la hipótesis a resolver, hasta encontrar una nueva razón. Detrás de ese ejercicio de discernimiento habita el asombro, una necesidad de estar “bajo la sombra”, de habitar el misterio que ofrece sorpresa, y la pregunta siempre va tras la sombra, la búsqueda. Solo quien está dispuesto a probar algo, a estar en incertidumbre, puede desatar una mente curiosa.

Entonces ¿por qué es tan importante hoy en día defender la causa del curioso?, porque esa es la causa del creador y del innovador, del que quiere ir más lejos, del que no asume verdades sin cuestionarlas; de quien alimenta su corazón de niño. La curiosidad ha sido la capacidad que nos ha generado progreso a través del desarrollo de la ciencia, pero también ha sido un pilar necesario para vivir en comunidad. Cuando Sócrates invitaba a la vida examinada y usaba la mayéutica -aprender a través de la pregunta- como aproximación para debatir y reflexionar, lo que hacía era acudir al deseo de saber, que es en últimas la curiosidad. De esta manera reflexionamos también sobre la sociedad y las creencias que nos limitan, lo que nos saca del oscurantismo. Recordemos que por mucho tiempo quemamos ‘brujas’.

La curiosidad exige poder vivir con el miedo de retar lo aceptado como natural: ¿Qué tal si…? Es la pregunta detrás de la duda y la curiosidad. Qué tal si se puede hacer diferente, si no es cierto eso que tanto creemos, si lo que hacemos es incorrecto... Por eso la curiosidad es incómoda, desafiante.

Cuando buscamos, por ejemplo, la palabra curiosear en el diccionario, su significado respira un halo de impertinencia. El mundo ha castigado al curioso con un “no preguntes más y hazlo”; y ha premiado al que obedece sin cuestionar. Gracias a su ignorancia, se han materializado actos innombrables para la humanidad.

Tal vez es el momento de abrazar a la curiosidad con más fuerza que nunca, porque el saber preguntar, el imaginar más allá ante el deseo de saber, son fuerzas que nos humanizan. Nos permiten abrirnos a un futuro sin fanatismo, sin polarización, a un futuro lleno de oportunidades aún por reconocer; y conectarnos con ese espíritu de niño en el que un por qué lo cuestiona todo.

@eskole

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