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Educación
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Una educación con sensibilidad futura

Cuando hablamos del poder transformador de la educación, debemos empezar por el poder de transformarse a sí misma con la velocidad y la sensibilidad que se requieren

educacion
Francesc Pujol, profesor de la Universidad de Navarra, emplea ChatGPT durante una de sus clases.

¿Estamos perdiendo la tarea en educación? ¿Cambiará la inteligencia artificial definitivamente la forma de aprender? Y, al final de cuentas, ¿qué entendemos por calidad educativa? Estas preguntas, entre muchas otras, abren una reflexión sobre el futuro de la educación como bien superior.

Meditar sobre la educación requiere una sensibilidad orientada al futuro, que atienda el espíritu de cada tiempo. Esa es quizá la tarea más difícil, porque la educación como técnica ―me refiero a ese arte por el que llevamos a su máximo potencial la capacidad humana de aprender― debería ser la más disruptiva y estar orientada a cambiar el entorno y las actividades humanas, pero la realidad hoy es otra. En la educación actual, con frecuencia, llegamos tarde a las necesidades de los tiempos. Es como si educáramos para lo que ha sido y no para lo que será.

Al volver a los clásicos, recordamos que la educación, en su esencia, debe despertar las capacidades fundamentales y básicas, el lenguaje en todas sus dimensiones, el razonamiento lógico y matemático, la fuerza corporal y la capacidad reflexiva; eso que llamaban la gramática, la poesía, la música, las matemáticas, la gimnasia y la filosofía. Todas éstas, áreas necesarias para la búsqueda de lo verdadero, lo bueno y lo bello. El cultivo de estas potencialidades en cada tiempo ha permitido el desarrollo de la ciencia y la tecnología y, con ello, los cambios en el paradigma de pensamiento, eso que denominamos revoluciones. Esto, obligatoriamente, debe conducirnos a crear nuevas formas y modelos para acercarnos al aprendizaje.

Vale la pena ilustrar con un ejemplo: hablemos del desarrollo del lenguaje en pleno auge de la inteligencia artificial (IA), la tecnología en el uso cotidiano y la expansión de las redes sociales. ¿Cómo es el aprendizaje de las capacidades lectoescritoras en los niños y jóvenes en este contexto? Empecemos por hablar de ChatGPT, un modelo de lenguaje a gran escala que está cambiando y cambiará la manera como nos aproximamos a la escritura y al desarrollo de textos, así como a la investigación y consulta de contenidos. Todos estos procesos han venido sufriendo una revolución a partir de los grandes motores de búsqueda. Los efectos de este tipo de dinámicas, como los lenguajes alternativos que surgen con las redes sociales y el déficit de atención para la lectura derivado del uso de las pantallas, implican un cambio definitivo en las formas de aprender a leer y a escribir.

Este es tan solo un ejemplo de las múltiples transformaciones que estamos viviendo, cada vez de manera más acelerada, y que se suman, entre otros, a los efectos de la globalización comunicativa, a los fenómenos migratorios que han agitado la mutación de las lenguas y las culturas, y al desarrollo del algoritmo para la solución de problemas. Estamos verdaderamente habitando la complejidad.

Por ello, cuando hablamos del poder transformador de la educación, debemos empezar por el poder de transformarse a sí misma con la velocidad y la sensibilidad que se requieren. Quienes somos o hemos sido profesores sabemos lo difícil que es educar sin partir de las formas como hemos aprendido. Por eso la paradoja es grande, porque le educación vive en una tensión entre la tradición y la disrupción. La propuesta entonces es pensar la educación con una sensibilidad futura, con tono juvenil, para comprenderla como el arte que nos lanza al futuro.

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Cambiemos entonces las preguntas que nos hacemos, desde lo que llamamos calidad educativa. La calidad se refiere a la esencia, a la condición máxima, y tal vez debamos reflexionar sobre cuáles son los asuntos esenciales de la educación a los que nos arroja el futuro. Pongo sobre la mesa los siguientes:

Así es: necesitamos volver a los fundamentales de la educación, desde el lenguaje y el razonamiento, que son las capacidades que nos hacen humanos. Pero definitivamente la transformación de nuestros contextos y el habitar la complejidad nos invitan a pensar en la belleza que debemos cultivar en la educación, una belleza centrada en su simplicidad, en su capacidad de renovación, en su vínculo entre el cuidado de lo esencial y la revolución del mañana. Una sensibilidad juvenil le servirá a la educación para sentir, más que para pensar; para afiliar, más que para desarrollar; para reflexionar, más que para afirmar. Que sea una educación, sobre todo, empática y conectada con la otredad.

@eskole

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