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El funcionario de los parques sintéticos llega como ancla del peñalosismo a la Alcaldía de Galán

Orlando Molano, nuevo director del Instituto de Desarrollo Urbano (IDU) de Bogotá, ha labrado su camino en la esfera pública apadrinado por el dos veces exalcalde

Orlando Molano
Orlando Molano, en un foro en Colombia.RR. SS.
Camilo Sánchez

Con la etiqueta de buen ejecutor a sus espaldas, Orlando Molano se ha granjeado el camino hasta la dirección del Instituto de Desarrollo Urbano (IDU) de Bogotá. El nuevo alcalde, Carlos Fernando Galán, lo ha designado en uno de los cargos vitales para las obras de la capital y, de paso, encaja una de las fichas claras del ala peñalosista en su gabinete. Arquitecto especializado en construcciones con un MBA, el funcionario de 45 años llega a la entidad con una disyuntiva: ¿gestionar con la mano dura con que tapizó de pasto sintético 1.440 parques de Bogotá durante su gestión al frente del IDRD, o la aparente discreción con que dirigió Parques Nacionales?

Es probable, en todo caso, que el del IDU sea un encargo menos problemático para un perfil pragmático como el suyo. Una entidad con un presupuesto anual de 2,08 billones de pesos para este año, destinados a la ejecución de infraestructura vial, podría resultar un terreno apto el trabajo del arquitecto. Funcionarios de Parque Nacionales que pidieron guardar su anonimato aseguran que Molano tiene un estilo gerencial de trato áspero. “En el año y medio que estuvo en Parques Nacionales nunca nos pudimos reunir con él”, recuerda el presidente del sindicato Sintraparques, Carlos Alberto Aguilar, que agrega: “Además, veníamos acostumbrados al diálogo con Julia Miranda, y pasar al director Orlando fue muy brusco”.

Conviene recordar que las cosas no fueron siempre fáciles para el nuevo director del IDU. En alguna entrevista ha contado que quedó huérfano de madre a los seis años. Siendo aún niño, tuvo que rebuscarse la vida como vendedor de golosinas en las calles de Bogotá, asistente de construcción o mensajero de banco. Con el mismo vigor estudió la carrera de Arquitectura en horario nocturno en la Universidad La Gran Colombia. Por esos años conoció, durante una charla académica sobre transporte masivo (Transmilenio) y ciclorrutas, a Enrique Peñalosa, su mentor y padrino político.

Desde entonces su carrera en las filas ‘peñalosistas’ fue indivisible. Participó en la primera campaña a la Alcaldía de Peñalosa. Obnubilado por eslóganes como “Todos por Bogotá” o “Por la Bogotá que soñamos” empezó a colaborar con el político desde 1998. Y también lo acompañó en la segunda carrera. En aquella oportunidad lo hizo cobijado por un efímero movimiento político bautizado Equipo por Bogotá y con la ayuda del derechista Cambio Radical, dirigido entonces por Carlos Fernando Galán.

Después vinieron correrías y batallas políticas que sellaron una amistad entre Peñalosa y Molano que hoy se resume en las excursiones semanales que hacen en bicicleta a través de los cerros y sabanas de Bogotá. “Cuando Molano fue director del IDRD en la alcaldía de Peñalosa”, apunta el político y periodista Manuel Salazar, “su enfoque le dio prioridad a las obras de infraestructura, más que a la parte de rendimiento deportivo de atletas profesionales y aficionados”.

Desde el punto de vista de Salazar, el gran problema de Molano es su talante “autoritario”: “Su temperamento es el de una persona que quiere sacar los proyectos a como dé lugar. Entonces contrataba a mil las obras, no consultaba con los vecinos y entraba en conflicto con personas de distintos estratos”. Para Lucía Bastidas, exconcejal de Bogotá por la centrista Alianza Verde y escudera de Peñalosa, Molano es una “garantía de ejecución para el IDU. Es un hombre que se va a poner el casco y las botas y va a supervisar el avance de las obras como lo hizo con la revolución de los parques y los Centros Felicidad”.

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El diario El Tiempo califica como “hito” de su gestión en Parques Nacionales el haber logrado englobar dentro de las políticas de protección el 30% de las áreas marinas del país. Y en el IDRD se cita con frecuencia la construcción de 640 hectáreas de espacio público dedicadas a la recreación y el deporte (también lideró la batalla para urbanizar la reserva Van der Hammen). De nuevo, los datos en bruto avalan su trabajo, al tiempo que los testimonios de algunos empleados con los que se ha cruzado desbaratan parte de lo conseguido.

Desde Parque Nacionales resaltan su marcado desconocimiento en temas de conservación ambiental, áreas protegidas o comunidades nativas. Una realidad que quizás lo llevó a centrarse en otros asuntos como la actualización de las instalaciones de la entidad. De hecho, su nombramiento levantó duras críticas porque su perfil no se ajustaba con los requerimientos del cargo.

Razones suficientes para que más de un político con experiencia le advirtiera al alcalde, Carlos Fernando Galán, que se pensara mejor un nombramiento que podría acarrearle conflictos con las organizaciones vecinales. Pero Galán se la jugó por él. Encajonó las credenciales negativas y dio prioridad a su capacidad de aterrizar los proyectos. Ahora su objetivo al frente del Instituto de Desarrollo Urbano será mejorar los tiempos de ejecución e impulsar las obras de infraestructura que la capital necesita.

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Camilo Sánchez
Es periodista especializado en economía en la oficina de EL PAÍS en Bogotá.
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