Osuna, el pintor, no perdona
Osuna es un tipo regio, siempre bien puesto y de carcajada natural. Como buen periodista, nada le es indiferente
Ya Gabo lo dijo: para Héctor Osuna no hay casi nadie que sea justo en esta vida, y su oficio de caricaturista es inclemente, sin una grieta de lástima. Cómo será de perfecto que se pinta de espaldas, “y el parecido es más notable que en los otros muchos dibujos en que se ha visto de frente”. Yo conservo el original de una caricatura en la que aparece Álvaro Gómez de espalda, y es impresionante su parecido con el dirigente asesinado en 1995. El maestro Osuna es un abogado pintor que hace las mejores caricaturas de Colombia desde que Álvaro Gómez, con ojo de periodista virtuoso, lo contrató para que hiciera editoriales pintados en el diario El Siglo.
A partir de entonces, se convirtió en el heredero de Ricardo Rendón, el colombiano más famoso de la historia por su talento de critico empedernido de su tiempo. Lucas Caballero Calderón, Klim, el escritor que escribía con una cuchilla de afeitar, lo definió a la perfección: sobre el maestro Osuna no es necesario decir nada. Cualquier elogio le viene estrecho y para encontrarle pares en la historia del periodismo nacional hay que remontarse a Ricardo Rendón. Los dos aúnan a la limpieza y facilidad de la carga sutil y demoledora del ingenio. Este amigo ―dijo Álvaro Gómez―, por ser un ejemplo de arrojo y de independencia, se ha convertido en uno de los valores actuantes de nuestra democracia.
Uno de sus personajes más divertidos fue Sor Palacio, la monja de Fernando Botero, quien le permitió a Osuna expresarse a la manera de Maqroll el Gaviero sobre su propio trabajo y señalar que, para muchos, son la misma persona con su trasfondillo espiritual y religioso que está latente en su alma. También le sirvió para dejar un testimonio escrito y ligero sobre los Gobiernos de Belisario Betancur, Julio César Turbay, Virgilio Barco, César Gaviria y Ernesto Samper.
Todos los años esperamos la historia de lo que pasó en los 12 meses que terminan a través del lente insuperable de Osuna. 24 imágenes. Las disculpas de Petro por razones de agenda. Las calificaciones en las que perdió el año. Su hijo malcriado. El desmoronamiento de su gabinete. La niñera de Sarabia y de Benedetti. Laura cayó sentada en un puesto mejor. El ministro de Defensa se le zafó al país. Muchos colgaron el uniforme militar. La guerra entre Israel y Hamás. Casi acaban con Uribe. Lo del delfín no tuvo fin. Trump tuvo foto policial. Se anunció una fiscal de Petro. Wilson (el perrito del Amazonas) se perdió en la selva. Galán reivindicó a Galán. Fue de malas la vicepresidenta. Familiares no cuidaron a Petro. Féretro sin Botero cruzó el mar. Lafaurie la tacó bien. Oscar Iván cambió de faz. Derribaron monumento a Bolívar. Roy prefirió hibernar en Londres. Cardenal tuvimos y muy discreto.
Ese Osuna pesimista me fascina y es una manera de ver la historia de Colombia en imágenes controvertibles. Son verdaderos editoriales. Osuna es un tipo regio, siempre bien puesto y de carcajada natural. Como buen periodista, nada le es indiferente. Lorenzo Madrigal, su otro yo, se encarga de averiguar los vericuetos de la política. Lamentablemente, se ha despedido de su columna porque no le parece propio de caricaturista tener una columna, y los años pasan, aunque ―me parece― no se le notan. Seguiremos disfrutando, eso sí, de las caricaturas del hijo de Vicente, que dibujaba caballos, y de Tulia, que pintaba rosas.
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Juan Carlos Henao deja un montón de tristeza en las personas que tuvimos el privilegio de admirar su inteligencia, su humor caleño y su amor por la libertad. Su vestimenta original y llamativa le servía para tener una comunicación directa a sus audiencias de profesor y magistrado en las que se destacó con indiscutible reconocimiento.
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