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ALFONSO PRADA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ministro con cojones

Alfonso Prada tiene la habilidad para decir una cosa y, al mismo tiempo y con la misma elocuencia, señalar lo contrario

Alfonso Prada asesor de Gustavo Petro
El ministro del Interior Alfonso Prada, retratado en su apartamento de Bogotá (Colombia).Camilo Rozo

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Al ministro del Interior le queda chiquita la camisa, pero tiene unos cojones grandes como de toro de lidia. Se le mide a lo que sea. Prefiere abstenerse de usar corbata que le aprieta el cuello y cubrir parte del cuerpo con un suéter oscuro, y así ejercer con comodidad las funciones del manejo de chicharrones. Todos los días aparece uno nuevo, difíciles de digerir, pero que el doctor Alfonso Prada maneja con un valor indiscutible, según lo aseguró el ahora exdirector de la Policía, general Henry Armando Sanabria Cely.

La película arranca en el sector de Los Pozos, en San Vicente del Caguán, en el Caquetá, cuando aseguró que los 78 policías y seis trabajadores de la petrolera Emerald Energy secuestrados no fueron sometidos por un delito muy grave como el secuestro, sino producto “de una movilización social, y que esa movilización social hizo un cerco humanitario de la institución policial y de la empresa”. Para Prada, los campesinos ―eran 1.000― protegieron la vida de los funcionarios y evitaron enfrentamientos. Una figura, la del cerco humanitario, bastante exótica por decir lo menos.

El ministro se canjeó por policías; se trató de un secuestro en los términos del código penal, advirtió el entonces director de la Policía. El ministro salió del problema señalando que una autoridad judicial como la Fiscalía era la única con capacidad de definir las diferencias con el alto oficial de la fuerza publica, y no pasó nada. Ahí terminó el debate. Ambas figuras quedaron vivas: la del secuestro y la del cerco humanitario. Pero quedó claro que Prada tuvo el coraje necesario para manejar una situación muy delicada de orden público en el que las vidas de muchos policías, ejecutivos de la empresa petrolera, y aun la de los ministros, estuvieron en grave peligro.

Cuando las críticas a la falta de coherencia de algunos funcionarios en sus intervenciones con los medios de comunicación alcanzaron niveles altos de contradicción, el presidente no tuvo más remedio que buscar un vocero del Gobierno, y claro, para eso está el señor de los chicharrones: para salir a responder a las inquietudes periodísticas. Él tiene la habilidad para decir una cosa y, al mismo tiempo y con la misma elocuencia, señalar lo contrario. La extensa entrevista con Yamid Amat del pasado domingo es de antología: contesta todo pero no aclara nada.

Las complicaciones políticas en el Congreso llevaron al Gobierno a retirar la reforma política para convertirse en la primera derrota de la coalición y sufrir el primer traspié de las mayorías. Las dificultades se desbordaron con el proyecto de la reforma a la salud. La ministra de Salud resolvió tramitar los acuerdos directamente con los congresistas para conseguir los votos necesarios para su aprobación, mientras su colega del Interior aclaraba que las relaciones con el Congreso eran asunto suyo para consolidar el apoyo de las bancadas y evitar un colapso de la coalición. Que los debates en el Senado y en la Cámara deberían aclarar las diferencias entre la ministra Corcho y los jefes de los partidos para salvar el acuerdo de lo que, con su nadadito de perro, llamó la conformidad del 99% entre el presidente Petro y los dirigentes del Partido de la U y del conservatismo.

Y si se le pregunta, la ministra Corcho se equivocó. Responde que ella considera que en la ponencia se respetó el acuerdo y reitera que en los debates se aclarará quien tiene la razón. Se necesitan cojones para contradecirse tanto. Hoy jueves arranca una batalla en la comisión séptima de la Cámara de Representantes que puede ser la de su vida.

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