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GERMÁN VARGAS LLERAS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Germán Vargas, candidato

Todo el mundo tendrá que tomar partido y Vargas Lleras estará al frente de las organizaciones liberales de izquierda, de derecha y de centro

Germán Vargas Lleras
Germán Vargas Lleras, en su oficina en Bogotá, en 2017.Nicolo Filippo Rosso (Bloomberg)

Aunque no lo quiera, el descendiente del expresidente Carlos Lleras Restrepo y exvicepresidente está condenado a ser candidato presidencial, dadas las circunstancias de la política nacional en las que el enfrentamiento entre Gobierno y oposición va a un ritmo muy acelerado. No se trata de una competencia entre derecha e izquierda. Es una lucha por el poder. Las próximas elecciones regionales subirán la temperatura política a niveles que no hemos visto hasta ahora. Más de 30 partidos y un sinnúmero de candidatos por firmas auguran un despelote en los escrutinios. El Congreso estudia una reforma electoral y no parece que tenga el apoyo suficiente para su aprobación.

Eso obliga a que la oposición se organice, y eso no se logra sino con un candidato presidencial, aún sin el título oficial, pero que tenga con qué arrimarse a la candela. Un jefe. Como se decía antes, en el siglo XX, alguien a quien le quepa el país en la cabeza. Ese alguien es Germán Vargas, toreado en muchas plazas. Lo demostró en su desempeño como presidente del Congreso, como ministro y como vicepresidente. Tiene cara de candidato. Habla como candidato. Se viste como candidato y está preparado para ser candidato. Es candidato, aun cuando no lo acepte.

El Gobierno tiene las paredes de su estructura con grieta, pero la oposición ídem.

Las preocupaciones van de la realidad contra lo que se desea con buenas intenciones “cien veces justas”. El Estado existe, mas no llega, y los que pagan el pato son los pobres. La alteración del orden público en casi todo el país es abrumadora; la desazón con la que se manifiestan los gobernadores de las regiones invocando la libertad y el orden del escudo patrio es evidente. El debilitamiento de las Fuerzas Armadas es visible. Las objeciones e inquietudes fiscales a las reformas de salud, pensiones y laboral, expresadas por políticos y diversos representantes del sector privado, son serias. El debate del narcotráfico, entre quienes sostienen que la guerra en contra no ha fracasado y quienes proponen la práctica colonial de la fórmula de “se obedece pero no se cumple”, en la que se sintonizan los profesores Mauricio García Villegas y Rodrigo Uprimny Yepes, quienes sugieren “que la paz y los derechos de la gente están por encima de la guerra contra el narco”, es inquietante. Vargas Lleras es el tipo para enfrentar con éxito a esos toros peligrosos.

La encuesta realizada por el Consejo Nacional de Consultoría a 2.403 personas sobre el optimismo del año solo marca un 31% favorable.

En todas partes la calle es el escenario mayor de la democracia. Sin violencia, se supone. En París, entre los escombros de la basura que echan fuego y malos olores: la ira de la gente que protesta. El presidente aguanta. En Israel la cosa es más templada porque el reclamo popular masivo afronta la respuesta del fundamentalismo religioso. El primer ministro ya cedió. En Colombia el fenómeno es sui generis. Es el Gobierno el que calienta la calle, no para protestar sino para respaldar sus reformas que encuentran obstáculos en el Congreso y en la opinión: balconazo dos.

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Habrá que dar la pelea democrática en los bulevares de la muchedumbre, en los medios de comunicación y hasta en el metaverso. Nadie tiene la disculpa de la neutralidad. Todo el mundo tendrá que tomar partido y Vargas Lleras estará al frente de las organizaciones liberales de izquierda, liberales de derecha y liberales de centro. Pasajeros de la oposición, a bordo.

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