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Gustavo Petro y los empresarios se dan una oportunidad

Las reuniones y los gestos entre el presidente y los propietarios de las sociedades se han multiplicado, pero persiste la desconfianza y la tensión

Inés Santaeulalia
Cartagena
El presidente de Colombia, Gustavo Petro, y el presidente de la Andi, Bruce Mac Master.RICARDO MALDONADO ROZO (EFE)

Hace apenas tres meses, la enemistad entre el candidato Gustavo Petro y el empresariado colombiano era solo comparable al odio entre petristas y uribistas. Del lado del capital se oían frases como “no saltemos al vacío” o “la democracia está en juego”, y hubo presiones a trabajadores para no votar por el líder de la izquierda bajo amenaza de despido. El candidato los ignoró, con un mensaje dirigido a las clases populares, los jóvenes y los desencantados, con quienes construyó su éxito electoral. La inercia colombiana de no elegir gobiernos de izquierda se rompió el 19 de junio. Y hoy el presidente Petro y los empresarios se ven obligados a practicar una reconciliación cargada de tensiones que en apenas tres semanas de mandato ha dejado varias imágenes difíciles de imaginar hasta hace muy poco.

El Petro conciliador, que ya ensayó la docilidad en la campaña hacia la segunda vuelta empujado por algunos de sus colaboradores más cercanos, empezó a firmar la paz con los empresarios con la formación de su equipo económico. La figura de José Antonio Ocampo, un viejo conocido de la política tradicional que concita un enorme respeto en todas partes, fue el primer paso. Ocampo devolvió el oxígeno a un empresariado desconcertado después de décadas acostumbrado a operar siempre bajo las mismas reglas, a tratar con personas del mismo corte en el poder, ahora en manos de la izquierda por primera vez en la historia moderna del país.

Desde el pasado 7 de agosto, en el que Petro tomó posesión, el presidente ha participado en el Congreso Empresarial de la Andi (Asociación nacional de empresarios de Colombia), en el Congreso Bancario y ha recibido a varias asociaciones gremiales en la Casa de Nariño. La mayoría aplaude esta exposición, aunque persisten las reservas. “Podría haber ignorado al sector privado. Sí es loable que al menos quiera realizar una interacción”, concede el analista Luis Guillermo Vélez, fuerte crítico del presidente. De parte del Gobierno, van con todo. El comunicado de Presidencia que resumió su intervención en el foro empresarial de Cartagena tituló con un elocuente “Tengan en este Gobierno a un aliado”.

Petro ha lanzado desde su llegada al poder una especie de programa total. Lo quiere todo. Una reforma tributaria, laboral, de salud, de pensiones, de la Policía, del Ejército. Quiere pacificar el país, desde la guerrilla del ELN, a los narcos y las disidencias de las FARC. Quiere iniciar la transición energética, en un país que hoy depende de los hidrocarburos. Y todo eso, ha dicho, debe sembrarse en el primer año de Gobierno o no llegará a hacerse. A los empresarios les parece un suicidio. “Están sobreextendiendo la agenda gubernamental, quieren hacer todo y eso va a generar caos”, sostiene Vélez. Sergio Guzmán, de la consultora Control Risks, cree, sin embargo, que el empresariado “tiene que entender el ajuste político y ajustarse a él, porque el país no votó por mantener el status quo”.

Los mensajes desde el Ejecutivo, a pesar de la prisa, ya se han suavizado. El Gobierno presentó el primer día de mandato la reforma tributaria, la madre de todas las reformas, con las que busca recaudar al menos 25 billones de pesos. Daniel Rivera, asesor en comunicaciones estratégicas de varios gremios y empresas, destaca la responsabilidad de Ocampo abriendo una negociación que parece sincera. “Les ha dicho ‘estoy dispuesto a escuchar, pero necesito recoger esta plata para hacer las reformas, si usted tiene alternativas, muéstreme”. Esta semana, ya se han matizado varios puntos que generaban rechazo entre los empresarios. Se mantendrá el subsidio a la gasolina en las zonas de frontera y no habrá impuesto a las exportaciones de oro.

Se trata de un equilibrio difícil. Petro lleva meses obstinado en ese deseo de apadrinar un abrazo colectivo entre todos los colombianos que comenzó con una reunión entre él y el expresidente Álvaro Uribe, el mayor de sus enemigos políticos. El día de la investidura incidió en esa intención de gobernar para todos. Pero en un país tan marcado por las desigualdades, eso no es fácil. La propia formación del gabinete, que a tres semanas de mandato aún no está completo, es muestra de esa difícil amalgama que busca representar a todos.

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Los mensajes del Gobierno, además, no siempre van en la misma dirección. Desde los primeros nombramientos, muchos ministros expusieron en decenas de entrevistas su visión y sus ideas, lo que ha obligado a hacer rectificaciones sobre la marcha. Para unos, como Vélez, “la mano se borra con el codo. Se invita al agro a cultivar y expandir su producción, pero al mismo tiempo se cuestiona la propiedad sobre la tierra. Esas intervenciones un poco improvisadas de muchos ministros dan mucha incertidumbre”. Otros, como Guzmán, defienden que se trata de un proceso de aprendizaje y escucha positivo, como en el caso de la ministra de Minas, que primero habló de la posibilidad de importar gas de Venezuela generando una enorme polémica, pero tras una reunión con el gremio matizó su postura.

El Gobierno también anunció esta semana que la reforma laboral no arrancará este año, lo que ha supuesto un alivio para parte del empresariado, que considera a la ministra de Trabajo, Gloria Inés Ramírez, del izquierdista Polo Democrático, una comunista irredenta. En la decisión está la necesidad de priorizar la reforma tributaria, que Petro quiere aprobar antes de que acabe el año, pero también aliviar a los empresarios, que contienen la respiración ante un ajuste que grava con mayor dureza a las sociedades y que ve con preocupación un cambio en materia laboral.

El avance entre los dos polos opuestos está dado. Los empresarios que llegaron a alentar el “cualquiera menos Petro” dan ahora muestras de buscar el entendimiento con quien nunca pensaron ver presidente. El mandatario sigue buscándolos, aunque a veces en la improvisación de sus discursos -Petro no lee en sus intervenciones, sino que habla y es dado a divagar- vuelve a encender ciertas alarmas. Se trata de una intento de reconciliación cargado de tensión y nerviosismo, aunque por ahora aún priman los buenos modos. “Ha sido muy positivo ver que se han dado crecientemente espacios de diálogo entre el Gobierno y el empresariado. Esperemos que continúe”, destaca la presidenta del Consejo Privado de Competitividad, Ana Fernanda Maiguashca.

Pero todas las lunas de miel políticas tienen fecha de caducidad. Petro vive la suya particular a varias bandas. Con gran parte de la sociedad, que ve en este quehacer frenético del presidente los primeros pasos para un cambio necesario en el país, o con el Congreso, en el que ya ha sumado alguna mayoría. De ahí la prisa por poner todo en marcha antes de que se pueda romper la frágil coalición de Gobierno, antes de que se diluya la ilusión de los colombianos. Esas prisas alteran la paz de una clase empresarial poco acostumbrada a los cambios.

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Sobre la firma

Inés Santaeulalia
Es la jefa de la oficina de EL PAÍS para Colombia, Venezuela y la región andina. Comenzó su carrera en el periódico en el año 2011 en México, desde donde formó parte del equipo que fundó EL PAÍS América. En Madrid ha trabajado para las secciones de Nacional, Internacional y como portadista de la web.

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