La lluvia no frena la marea verde
Miles de personas cierran en Madrid la jornada de protestas contra los recortes y la 'ley Wert'
Una marea verde ha recorrido el centro de Madrid desde la plaza de Neptuno a la sede del Ministerio de Educación, en Sevilla. La lluvia amenazaba el colofón a la jornada de huelga, y finalmente ha caído tras amagar y chispear todo el día. Por la mañana, de hecho, tuvieron que suspenderse las actividades lúdicas programas al aire libre en una plaza por el mal tiempo. En la pasada marea, el nueve de mayo, los convocantes (los principales sindicatos, los padres de CEAPA y alumnos agrupados en el Sindicato de Estudiantes o FAEST) calcularon en 120.000 los asistentes. La policía municipal no dio datos. La Plataforma por la Escuela Pública aún ha facilitado datos de asistencia, pero expresa su alegría por una huelga que califican de “rotundo éxito”.
En el centro de Madrid se han visto más profesores y maestros, familias con niños pequeños y grandes pandillas de quinceañeros que universitarios. En los campus las protestas arrancaron el martes y “esta manifestación es más por la reforma educativa que nos afecta menos”, argumenta María Rodríguez, sorprendida de la actividad reivindicativa en las facultades. Ella es la nueva presidenta de CANAE, una confederación de 400 asociaciones. Cursa primero de Relaciones Internacionales, pero ha escalado en la pirámide de cargos rápido porque ya fue líder de secundaria en Murcia. María ha pagado 1.600 euros de primera matrícula frente a los 700 que se pagaban apenas hace cuatro años.
El relato de Julieta Linares, de la asociación Estudiantes en Movimiento, también presente en la manifestación, da idea de la implicación cada vez mayor de los universitarios en la vida de su campus. “En reuniones a las que antes acudían de 50 a 100 personas ahora hay 300, muchos alumnos de primero de carrera que llevan el germen de la protesta desde hace tres años, cuando empezaron los recortes y estaban en el instituto”.
El ambiente festivo no se ha perdido durante toda la caminata. El mismo que en la mañana cuando padres con sus hijos y jubilados comprometidos contra la reforma educativa entonaron un cumpleaños feliz al ministro José Ignacio Wert, para mofarse así de sus recientes palabras, cuando comparó las protestas con una “fiesta de cumpleaños”. Cuatro adultos portaban esta tarde una consecución de sacos rojos que simulaban ser una ristra de chorizos como los que se han llevado el dinero destinado a educación y la ironía estaba presente en muchas pancartas: “Estudiar en España tiene tres salidas: tierra, mar y aire” o “Ojalá que pase algo que os lleve pronto”.
Una pancarta portaban también Ana, Belén e Inés, de 14 años. Estudian en el colegio concertado Decroly en un pudiente barrio del centro de Madrid. En su centro privado (aunque sufragado con dinero público) no están acostumbrados a las huelgas, pero dos de ellas hoy no han ido. “Estaba desolado de alumnos y faltaban algunos profesores”, cuenta Inés, que sí estuvo. Les preocupa que el dinero de la LOMCE salga de fondos europeos destinados al desempleo juvenil “cuando se podían dedicar a otra cosa” y que desde pronto los alumnos tengan que elegir unas asignaturas que condicionarán su futuro. A ellas no las tocará, “pero hay que pensar en los que vienen”. Curiosas, dicen haberse informado en la prensa y preguntando a sus familias y profesores,
Laura, de 24 años, es maestra en un colegio bilingüe de integración de niños con discapacidad motora (prefiere no dar el nombre) y también empuña una pancarta. “Antes un niño con discapacidad se contabilizaba como dos personas. Ahora como una y no damos abasto. Encima han venido tres niños de Siria huyendo de la guerra. Su inglés es muy limitado y nos cuesta mucho entendernos con ellos”, cuenta desesperada. 15 de 31 maestros han hecho huelga “cuando antes éramos tres o cuatro”. A Laura, con 26 alumnos dos ellos discapacitados, le preocupa en el caso de primaria que Música y Plástica se conviertan en optativas. “¡Son niños!”.
Cerca de ella se manifiestan diez profesores y algunos alumnos del instituto Rey Pastor, en Moratalaz (sur de Madrid). Antes de la crisis eran 80 profesores y hoy 63. Pero parte de ellos –los de integración y compensatoria, para alumnos con dificultades- no les tienen a tiempo completo como antes sino la mitad del tiempo o un tercio. Les sobran pues, dicen, motivos para el descontento. También a sus alumnos, solo 70 de 850 se han presentado hoy en clase.
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