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Contrarreforma a la secularización

El número de estudiantes que eligen Religión se ha desplomado desde los noventa. Los sociólogos apuntan a una generación de jóvenes indiferentes ante la Iglesia.

Manuel Planelles
Una joven lee un libro religioso durante la Jornada Mundial de la Juventud, en 2011 en Madrid. / Getty Images
Una joven lee un libro religioso durante la Jornada Mundial de la Juventud, en 2011 en Madrid. / Getty Images

Los cambios introducidos por el ministro José Ignacio Wert en su reforma colman buena parte de las reivindicaciones históricas de los prelados españoles. Más de dos décadas llevan los obispos criticando la “discriminación” que ha sufrido la asignatura de Religión en los colegios e institutos al no tener una alternativa clara (y fuerte). Los prelados son conscientes de la hemorragia de estudiantes que padecen y la achacan a los cambios introducidos tras la aprobación, en 1990, de la LOGSE.

 Desde entonces, año tras año, la Iglesia católica ha visto cómo las aulas de Religión se les vaciaban, sobre todo, en los colegios e institutos públicos. Según los datos que la Conferencia Episcopal Española facilita anualmente, el 75,04% de los alumnos de la enseñanza pública estudiaba la materia confesional en el curso 1996-1997. En tres lustros, se ha producido una caída sostenida. Este curso solo el 56,5% de los estudiantes de los centros públicos está matriculado en esa asignatura. El porcentaje aumenta hasta el 66,7% cuando se le unen los concertados y privados, la mayoría gestionados por la Iglesia. Sin embargo, son casi 14 puntos menos que en 1996.

El alejamiento de la asignatura de Religión aumenta a medida que los alumnos avanzan en el sistema de enseñanza. Los mayores son los que menos optan por la materia confesional. “En primaria eligen los padres y no los alumnos”, apunta José María Contreras Mazario, catedrático de Derecho Eclesiástico del Estado en la Universidad Pablo de Olavide y director general de Asuntos Religiosos del Gobierno entre 2008 y 2010. De hecho, solo el 26,6% de los estudiantes de Bachillerato de los centros públicos se ha decantado este curso por la asignatura confesional. Son 30 puntos menos que hace 16 años.

Casi la mitad de los alumnos de la pública no cursa la materia confesional

Los prelados, en unas orientaciones pastorales publicadas hace unos días, criticaban las “dificultades legislativas y administrativas” que se han encontrado hasta ahora en el desarrollo de la materia confesional, en referencia a las últimas reformas educativas. Pero la Conferencia Episcopal también apuntaba a un asunto mucho más profundo: “La indiferencia e infravaloración por parte de padres y alumnos” ante la enseñanza religiosa. El informe Jóvenes españoles 2010 —una radiografía que la Fundación Santa María (SM) actualiza periódicamente desde finales de los setenta— refleja que el 53,31% de los alumnos de entre 15 y 17 años que han cursado la asignatura de Religión considera que estas clases le han servido “prácticamente de nada”. Solo un 15% afirma que le han valido “de mucho”.

Esa sensación no solo afecta a la asignatura en particular, también a la Iglesia en general. “La religión sigue ocupando uno de los últimos lugares en una escala de valoración de las cosas más importantes para los jóvenes”, detalla la socióloga Maite Valls Iparraguirre en Jóvenes españoles 2010. A los chavales de entre 15 y 24 años que participaron en este estudio se les interrogó sobre 16 instituciones. Y la Iglesia fue la peor valorada, por debajo incluso de “las grandes empresas y multinacionales”. “Dicho de otra forma: los jóvenes confían más en McDonald’s que en la Iglesia”, apunta Juan María González-Anleo, uno de los sociólogos que ha participado en la elaboración de las dos últimas ediciones del estudio de la Fundación Santa María.

Además de esa mala valoración y de las trabas administrativas que los prelados han denunciado, hay un problema de fondo mucho mayor: el proceso de secularización entre los chavales, que cada vez están más alejados de la religión.

“Hay una lejanía de la religión, no un alejamiento”, apunta un experto

El 19% de los jóvenes se declaraban católicos practicantes en 1984, solo cinco años después de que se aprobaran los acuerdos con la Santa Sede que obligan a que la religión esté presente en la enseñanza. El informe de la Fundación Santa María rebajaba, en 2010, ese porcentaje a casi la mitad, hasta el 10,2%. Entre los no practicantes también se ha producido una reducción: se ha pasado del 49% al 43,3%.

Pero lo realmente significativo es el aumento de jóvenes que se declaran agnósticos, ateos e indiferentes. El 29% de los entrevistados en 1975 se engloba en esta categoría. En 2010, llegaban ya al 42,4% de los entrevistados.

Algunos sociólogos hablan de una tercera oleada de secularización entre los jóvenes. “Comienza en los años noventa”, apunta Alfonso Pérez-Agote, catedrático de Sociología de la Universidad Complutense y autor de Cambio religioso en España: los avatares de la secularización. La primera arrancó en el siglo XIX y quedó interrumpida por la Guerra Civil. La segunda Pérez-Agote la ubica entre los años setenta y finales de los ochenta del pasado siglo.

Este catedrático aprecia importantes diferencias en esta última oleada. “Lo que hay es una lejanía de la religión, no un alejamiento”, explica. “Los jóvenes que no creen no han estado dentro del mundo religioso”.

Aquel ateísmo o agnosticismo de finales del XIX y principios del XX era activista. Surgía en contraposición al poder de la Iglesia. Era anticlerical. “Militante, activo y agresivo”, apunta Pérez-Agote. Eso también ha cambiado. Para sus investigaciones, este sociólogo hizo una serie de entrevistas entre los no creyentes de un club de jubilados del sur de Madrid y entre alumnos de la Complutense. Pérez-Agote comprobó que, entre los mayores, las posiciones dominantes tenían componentes de agresividad hacia la religión y la Iglesia y una carga política. En el caso de los estudiantes, donde también había “activos y agresivos”, lo mayoritario era una “comprensión pluralista del panorama religioso y respeto al otro” y la ausencia de agresividad.

“Los jóvenes ahora son indiferentes, no atacan. Simplemente pasan”, señala el exdirector general de Asuntos Religiosos José María Contreras Mazario. “La religión ha dejado de interesar a los españoles en su vida cotidiana”, añade José Javier Callejo González, profesor de Sociología de la Universidad de Valladolid.

En este contexto, los expertos consultados para elaborar esta información creen complicado que los cambios en la asignatura de Religión que la reforma educativa de Wert contempla puedan revertir el actual proceso de secularización. “No creo que cambie la tendencia en el conjunto de la sociedad”, apunta Callejo González. “Una asignatura no hace que la gente se convierta más, ni aunque fuera obligatoria”, añade Contreras Mazario.

González-Anleo cree que los cambios introducidos incluso podrían generar “una predisposición en contra” de la materia. El sociólogo apunta a un problema de concepción de la asignatura: “Convertir las clases de religión en una forma de evangelización no es algo ajustado a la realidad”. Apuesta por unas “clases más comprometidas” y pegadas a la “doctrina social de la Iglesia”.

En cifras

Descenso.El 80,44% de los alumnos estudiaba Religión en el curso 1996-1997, según la Conferencia Episcopal. Sin embargo, ese porcentaje se reducía hasta el 75,04% en los centros públicos. Ya entonces los obispos lamentaban que la ley educativa (entonces estaba vigente la LOGSE) deterioraba "el desarrollo normal de la clase de Religión".

Poco interés. En los últimos 15 años el número de matriculados en la materia confesional se ha desplomado. Este curso el 66,7% de alumnos de infantil, primaria, ESO y Bachillerato estudia Religión. En el caso de los centros públicos, solo el 56,5% se apuntó a la asignatura confesional. Por etapas, en la que se muestra menos interés es en el Bachillerato, donde el 73,4% de estudiantes de la pública no cursa Religión.

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Sobre la firma

Manuel Planelles
Periodista especializado en información sobre cambio climático, medio ambiente y energía. Ha cubierto las negociaciones climáticas más importantes de los últimos años. Antes trabajó en la redacción de Andalucía de EL PAÍS y ejerció como corresponsal en Córdoba. Ha colaborado en otros medios como la Cadena Ser y 20 minutos.

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