La supuesta curación de una niña con VIH agita la investigación sobre sida
La pequeña está libre del virus tras un año sin medicarse Los científicos examinan el caso con estupor y esperanza Hay 350.000 partos de bebés infectados cada año
La hija de una campesina de Misisipi ha revolucionado la 20ª Conferencia sobre Retrovirus y Enfermedades oportunistas (CROI) de Atlanta: la pequeña, que ahora tiene dos años y medio, nació con el VIH transmitido por su madre y lleva 12 meses sin medicarse y, más importante, sin muestras viables del virus. Si se confirmara el caso, sería el segundo de una persona que elimina el virus. El primero fue Timothy Brown, pero este fue una situación muy especial: el virus fue eliminado junto a su médula, donde el patógeno se oculta, con una quimioterapia.
El caso ha sido presentado este lunes por Deborah Persaud, de la universidad Johns Hopkins de Baltimore, y recibido con estupor y prudencia por los especialistas que asisten a la conferencia. Porque todo en la situación y su evolución es excepcional. Los resultados han llegado por un cúmulo de circunstancias casuales, no por medio de un ensayo clínico, pero sus posibles consecuencias en la lucha contra el sida pediátrico (la enfermedad que surge en niños cuando el VIH se asienta y debilita su sistema inmunitario) son impredecibles.
La transmisión del VIH de madre a hijo está casi erradicada en los países ricos. En España, por ejemplo, solo hubo ocho casos en 2011, último año del que el Plan Nacional sobre Sida, ya prácticamente desaparecido, ha dado datos. Las pruebas a las que se someten las embarazadas normalmente permiten saber si la madre tiene el VIH, y, por tanto, si se lo puede pasar al bebé. Una terapia combinada aplicada a la madre antes del parto con un refuerzo al recién nacido es suficiente en la mayoría de los casos para evitar que el niño se infecte. Pero en este caso eso no sucedió. La madre, de la que no se han dado datos aparte de que procede de un entorno rural, llegó al hospital de Misisipi con 35 semanas de gestación, y no sabía que tenía el VIH. Esta situación se detectó en ella y el recién nacido en el momento del parto. El resultado fue positivo para ambos.
Cuando esto ocurre, lo normal es esperar antes de plantearse medicar al niño. Esto se debe a que el sistema inmune de los recién nacidos es inmaduro: gran parte de sus defensas son heredadas de su madre, y en ese tiempo el bebé va creando sus propios anticuerpos. Tampoco hay preparados pediátricos adecuados. Pero, en este caso, la niña fue trasladada al hospital de la Universidad de Misisipi, donde, a la espera de que llegaran los resultados de los análisis a su madre, los médicos decidieron adelantar el tratamiento habitual. A las 30 horas de nacer ya le dieron una de las combinaciones de fármacos que se conocen bien porque son las que se usan en niños de países pobres, donde todavía nacen alrededor de 350.000 niños con VIH cada año, según datos de Onusida: los antivirales Nevirapina, AZT y 3TC.
No es habitual que este tratamiento tan agresivo se dé tan pronto, y no están claros los motivos. La pediatra que atendió a la niña, Hannah Gay, ha explicado que ella no sigue esa pauta, y que es partidaria de dar tratamiento antiviral desde el principio. Persaud ha dicho en la explicación que ha dado que los datos confirmaron que la niña tenía una elevada concentración de virus, por lo que esta medicación, en vez de discontinuarse, como es lo frecuente, se mantuvo.
Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de EE UU (NIAID en inglés), cree que esta actitud es lógica, teniendo en cuenta los descubrimientos sobre la llamada terapia posexposicional, que aboga por dar tratamiento inmediato a las personas que han estado en contacto con el VIH para evitar que este encuentre refugio en las células del infectado y se instale.
Si esto hubiera sido lo ocurrido, el caso no sería tan excepcional. Las terapias posexposición son de uso común, por ejemplo entre el personal sanitario, desde hace 15 años. Pero Persaud afirma que esto no es lo que ha sucedido. La médica argumenta que los sucesivos análisis a la niña demostraron que el VIH se había asentado y que se habían podido medir no solo su ARN (el material genético de este tipo de patógenos), sino sus copias en forma de ADN, que es como se manifiesta cuando se reproduce dentro de las células humanas. “La medicación tardó 90 días en hacer efecto y bajar la cantidad de virus”, ha dicho, “lo que es mucho tiempo”.
Pero la investigadora no tiene una explicación plausible. Tras el revuelo organizado por el anuncio de lo que iba a presentar en la conferencia, en esta utilizó una expresión ambigua: “La medicación temprana impide que se asiente el virus en sus reservorios”.
La niña no tiene una inmunidad genética
No es la única incógnita del caso. Otra de ellas es por qué la madre dejó de medicar a la niña a los 18 meses. Lo establecido con los tratamientos antivirales es que, una vez que se empiezan, no deben suspenderse. De hecho, los ensayos que ha habido de las llamadas vacaciones terapéuticas (que el paciente deje de tomar la medicación durante un periodo bajo control) han demostrado que el virus se reactiva enseguida. Los investigadores que han presentado el caso no han dado ningún dato sobre la madre y su entorno, pero por las circunstancias (entorno rural, la mujer no había ido al médico en todo el embarazo) es posible que no entendiera la importancia de dar la medicación o que se le acabaran los ahorros o el seguro (un tratamiento de primera línea puede costar más de 6.000 euros al año). Persaud cree que esto es una muestra de lo difícil que es tratar a los niños, sobre todo en entornos complicados o de pobreza. En España, donde la medicación es gratuita para todos, eso no es un gran problema. En África, donde se concentra el sida pediátrico, las familias tienen que optar a veces, y los niños (sobre todo, las niñas) tienen las de perder. Lo que sí se sabe es que al volver la niña al hospital los médicos se plantearon reanudar el tratamiento. Pero al ver su estado, se decidió dejarla como estaba.
Persaud, para apuntalar su explicación, dio otros datos: que la niña no presenta una inmunidad natural contra el VIH, y que los análisis genéticos no muestran que sea lo que se conoce como una resistente o lenta progresora, que son personas que consiguen mantener el virus bajo control durante años —ahora ya se sabe que décadas— sin necesitar medicación. Por todo esto, Persaud,
prudente, de momento solo insiste en que se trata de un caso “único”, y no se puede generalizar.
Lo que sí parece claro es que las peculiaridades del caso no aconsejan intentar algo similar con la mayoría de los infectados por el VIH del mundo: los adolescentes y adultos. Para estos ya existe un tratamiento estándar.
La instigadora del caso insiste en que es único y hay que investigar para extrapolarlo
José Alcamí, director del área de Patología Molecular del Instituto de Salud Carlos III, después de escuchar en directo a Persaud, no tiene claro qué pasó. “La duda sobre si se trata de un tratamiento posexposición o erradicador no se va a solucionar”, dice. Para este experto, que la niña no presente anticuerpos al VIH solo añade sombras al caso, ya que, aunque se hubiera erradicado el virus, su huella en el sistema inmune debería persistir.
Alcamí señala otro punto oscuro: que la carga viral (la medida de la cantidad de virus) de la madre era muy baja (menos de 2.000 copias por mililitros), que es “muy poco infectiva”, y que no se corresponde con la elevada carga que tenía la niña, 19.000.
Pese a estas dudas, y al temor de que no se va a poder reanalizar el caso concreto, Alcamí no duda de que lo presentado ayer en Atlanta indica que “hay que investigarlo”. Porque lo único seguro es que, sea por lo que sea —ignorancia, desidia, incapacidad—, la madre ha puesto en bandeja a los científicos un montón de preguntas y de posibilidades.
Intentos de erradicación
Los médicos han acuñado una expresión para definir casos en los que una persona parece que queda libre de una enfermedad durante un periodo inusitadamente largo de tiempo: curación funcional. Es su manera de decir que no se trate de una sanación completa, con eliminación de las causas, pero que, a efectos prácticos, para el paciente es como si lo fuera.
Tras la cronificación del sida (el efecto de la infección por VIH), al menos en los países ricos, esa curación funcional parece el siguiente objetivo. ¿Por qué no una curación a secas? Porque el virus tiene la capacidad de esconderse dentro de las células que infecta. Queda latente y puede resurgir en cualquier momento (por ejemplo, si se deja de tomar la medicación). Eso es lo que sucede en el 99,999% de los casos.
Porque, hasta ahora, solo se ha podido verificar que una persona eliminaba el virus: le ha pasado a Timothy Brown, quien, al tratarse de una leucemia, no solo destruyó con la quimioterapia los reservorios del patógeno (junto con todo su sistema inmunitario), sino que fue trasplantado después de una persona genéticamente resistente al VIH. El resultado es que ha sido, efectivamente, curado. Lo malo es que el método elegido es tan peligroso y caro que no es en absoluto de aplicación general. El verano pasado otros casos de medicación intensiva o trasplantes parciales de médula apuntaron a curaciones funcionales.
El caso de la niña de Misisipi podría ser el segundo Timothy Brown. Eso dice la investigadora Deborah Persaud, que, sin embargo, habla de curación funcional. No está dispuesta a lanzar las campanas al vuelo.
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