_
_
_
_
Retina Papers

¿Por qué nos encanta ignorar los datos de que disponemos?

Decidimos muchas veces ignorar información, incluso en esta era digital rodeados de datos. Esta actitud condiciona las decisiones que tomamos y tiene consecuencias económicas

Avestruz en el Parque Nacional Tsavo, Kenia.
Avestruz en el Parque Nacional Tsavo, Kenia.Getty Images

No quiero saber quién te lleva a casa”. Un clásico tras una ruptura sentimental: no querer averiguar si nuestro ex ha rehecho su vida, tal y como dice la canción. No es ni mucho menos el único caso en el que el sujeto decide deliberadamente ignorar información.

Otro greatest hit de “no quiero saberlo” son las calorías del bote del helado. Muchos prefieren no mirarlas porque si lo hicieran cambiaría su percepción del producto; lo devolverían a la estantería de donde salió, se servirían la mitad de lo que pensaban comer o seguirían adelante con el plan pero cargados de remordimientos. Son tres poderosísimas razones para no girar el tarro y poner el foco en las grasas saturadas.

Estos comportamientos para la teoría económica tradicional no tienen mucho sentido: se supone que las personas utilizan toda la información disponible para tomar la mejor y la más racional de las decisiones. Pero ocurre que esa información a veces puede afectar directamente a la utilidad con la que percibimos un bien o un servicio y por eso decidimos no consumirla.

Getty Images

Tres profesores de la Universidad Carnegie Mellon han hecho un buen resumen de este peculiar comportamiento humano. No queremos saber porque los datos sean difíciles de conseguir o de pago o muy complejos de entender, que también. “Hay muchas situaciones en las que las personas evitan la información incluso cuando es gratuita y puede mejorar su toma de decisiones”. Russell Golman, David Hagmann y George Loewenstein, los tres autores de Information Avoidance, sostienen que se trata de un fenómeno bastante común y lo bautizan con el nombre de evasión de información activa (para poder ser activa, el individuo tiene que saber que esa información existe).

Algunos ejemplos para empezar: hay directores de empresa que prefieren evitar argumentos contrarios a los suyos porque entrarían en conflicto con decisiones previas. Hay personas que, aun sabiendo que pueden sufrir el riesgo de desarrollar una enfermedad genética, optan por no hacerse los análisis.

“La información tiene, en la teoría tradicional, un valor puramente instrumental”, explica Antonio Cabrales, profesor de economía de University College London (UCL). “Yo quiero saber la nota de mis exámenes, o mi situación respecto a mis compañeros porque eso me puede ayudar a mejorar. Pero en realidad saber algo de mis notas o de mi puesto en la titulación también me dice algo de mí mismo y eso puede amenazar mi identidad y mi confianza.” Cabrales cuenta que hace años hicieron un experimento entre estudiantes para darles la posibilidad de conocer su posición relativa respecto a los compañeros con los que empezaron la carrera. “Alrededor de tres cuartas partes de los participantes miraron su posición pero crucialmente no todos lo hicieron por igual. En el grupo de estudiantes en el 25% más alto de notas, aproximadamente el 90% lo comprobó. En el 25% de notas más bajas, menos de la mitad lo hicieron.”

Hay directores de empresa que prefieren evitar argumentos contrarios a los suyos porque entrarían en conflicto con decisiones previas.

A lo mejor los que decidieron no saberlo lo hicieron para no venirse abajo y tirar la toalla. Es una posibilidad. El caso es que la actitud de no quiero saberlo no siempre es mala. Existe el llamado efecto avestruz que puede ayudar a un inversor a no entrar en pánico cuando el mercado está cayendo bruscamente o de manera irracional, por ejemplo.

Los economistas están empezando a prestarle atención a este comportamiento para poder entender algunas de las decisiones que toman las personas, alejadas de toda racionalidad y viejos modelos teóricos. Parece contra intuitivo pensar que en la era de la cuarta revolución industrial, con la enorme cantidad de información accesible, tomemos la decisión de evitarla. Lo hacemos porque somos humanos. Y se nos da bastante bien.

Métodos para ignorar información

Una de las formas más sencillas es evitar físicamente los datos. También se puede no prestar atención a algo. Podemos ver el titular de una noticia e ignorar el resto del contenido. De hecho se pensaba que internet y las redes sociales iban a generar un efecto reparto del conocimiento enorme entre la población, pero en realidad lo que se está viendo es que la sociedad se está polarizando.

Y es que uno de los métodos más fascinantes para no querer saber consiste en sesgar la información (explicaría en parte la decisión de Donald Trump respecto al cambio climático).

“La información tiene, en la teoría tradicional, un valor puramente instrumental: yo quiero saber la nota de mis exámenes, o mi situación respecto a mis compañeros porque eso me puede ayudar a mejorar. Pero en realidad saber algo de mis notas o de mi puesto en la titulación también me dice algo de mí mismo y eso puede amenazar mi identidad y mi confianza.”

Antonio Cabrales, profesor de economía de University College London (UCL). “

“Numerosos estudios psicológicos y económicos han encontrado que las personas sopesan e interpretan la evidencia de forma que respalde lo que ellos tienden a creer y suelen denigrar el rigor de los datos que contradicen las creencias que sostienen o les gustaría tener”.

A veces se puede producir lo que se conoce como efecto memoria boomerang. Cuando nos tropezamos con información nueva que contradice lo que pensamos se pueden activar en nuestra memoria los datos que apoyan esa creencia. Este recuerdo puede contrarrestar por completo la nueva información y generar un efecto de reconfirmación de lo que ya pensábamos.

Incluso hay estudios que dicen que son las personas más inteligentes las que a veces tienden a malinterpretar de manera más acusada la información. En uno de estas investigaciones se llegó a la conclusión de que “las creencias de las personas con mayor nivel de formación científica también eran las que tenían un mayor nivel de polarización”.

Hay toda una serie de estrategias para ignorar información accesible, ahora la cuestión es ¿por qué se hace?

Porque queremos evitar malas noticias

A muchos les gusta fantasear con la idea de hacerse millonarios si han comprado lotería y por eso retrasan comprobar que efectivamente no les ha tocado para poder disfrutar de ese momento “si yo fuera rico”. Si hemos grabado un partido de baloncesto no querremos saber el resultado para que no nos fastidie la hora y media de entretenimiento.

Otras veces las personas no quieren saber si sufren alguna enfermedad porque les generaría un estrés que no saben si podrían manejar (por eso mucha gente no va al médico aunque sea gratis y les aseguren que no tendrán que esperar ni un solo minuto en ser atendidos). Sin embargo los autores argumentan en varias ocasiones que “las intuiciones de la gente sobre la ansiedad que les generaría la información son en muchos casos equivocadas. Por ejemplo: conocer la peor de las noticias suele desencadenar menos estrés que sospechar el peor de los escenarios”.

A veces no queremos prestar atención porque eso interferiría con nuestra habilidad para mantener un optimismo, en muchos casos injustificado (pensemos en una burbuja inmobiliaria). Otras lo hacemos por lo que se conoce como aversión al arrepentimiento. Hay muchos estudios que han comprobado que los consumidores evitan información sobre productos que no han elegido, no sea que hayan cometido un error. En una de estas investigaciones, de hace ya sesenta años (1957), se vio que los propietarios de un coche nuevo prestaban mucha más atención a los anuncios del modelo que se habían comprado que al de los modelos que habían considerado pero no terminaron comprando.

En el caso de donaciones a ONG’s se puede preferir no saber cuál es la efectividad del dinero que estamos entregando porque es posible que no tenga el impacto que imaginamos y eso nos puede restar satisfacción. Preferimos vivir en la ignorancia también cuando compramos un producto que nos gusta. Si la empresa que lo fabrica sigue un código de buenas prácticas con sus trabajadores y el medio ambiente no afectará nuestra decisión de manera relevante. Pero si averiguáramos que ha contaminado un río, posiblemente no estaríamos tan contentos con la compra (o desistiríamos de ella).

También hay situaciones en las que se puede optar por ignorar información por una cuestión táctica ya que puede reforzar nuestra posición en una negociación (este es uno de los casos más aceptados en la teoría económica). O para lidiar con el problema de selección adversa. Si el seguro y el granjero han mirado la previsión meteorológica es posible que uno de los dos no quiera firmar el contrato. Ambas partes evitan conocer información para cerrar el trato.

En el estudio de Golman,Hagmann y Loewenstein hay muchos más situaciones y ni una sola fórmula con la que lidiar (por si alguien se anima a leerlo entero). Así que la pregunta final sería:

¿Por qué es importante para los economistas pensar en este fenómeno?

Porque tiene consecuencias:

La más obvia es que priva a las personas de considerar datos que son importantes a la hora de decidir, como ahorrar más si sabemos que podemos enfermar en el futuro. “Quizá la consecuencia general y más obvia es que priva información útil que podría mejorar la toma de decisiones de las personas”. Podríamos llevar una vida más saludable, vender nuestras acciones en bolsa cuando acumulan caídas antes de perder más dinero o denunciar comportamientos poco éticos dentro de las organizaciones (a veces se prefiere mirar hacia otro lado).

Al eludir información también estamos desechando claves útiles para ajustar nuestro comportamiento; si sabemos que nuestros alumnos nos califican negativamente como profesor ¿no trataríamos de hacerlo mejor?

Ignorar ciertos datos también puede provocar la extensión de una infección ya sea de un virus, una burbuja inmobiliaria o un pánico financiero. Si eludimos noticias de medios que no casan con nuestras ideas (como ocurre en muchas redes sociales gracias a los algoritmos que nos sugieren temas que saben que nos gustan), la sociedad también tenderá a la polarización. Hay personas que prefieren mudarse a barrios donde saben que vive gente que piensa como ellos. Eligen no exponerse a otro tipo de opiniones.

“Dadas las importantes consecuencias de la elusión de información, la investigación de los mecanismos que la provocan podría tener importantes aplicaciones políticas (…) Muchas de las cosas importantes que pasan ocurren en nuestras mentes (…) Este enfoque de investigación proporciona unas lentes magníficas para entender esta complejidad”.

Los humanos no somos los únicos que eludimos deliberadamente información. Hay estudios que han concluido que los animales hacen exactamente lo mismo. No estamos solos aunque quizá alguien prefiera ignorar este último dato.

O todo el artículo…

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_