Cospedal se estrena visitando la misión contra los traficantes de inmigrantes
La nueva ministra de Defensa pone la operación de la UE y la OTAN como modelo
La nueva ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, ha dejado de lado las rituales voces de ¡Viva España! y ha concluido su primera alocución a las tropas con el tradicional deseo marinero: “Buena suerte en la misión, buen viento y buena mar”. Ha sido a bordo de la fragata Navarra, atracada en el puerto de Catania (Italia), en cuya cubierta se hacinaban el pasado 5 de noviembre 578 inmigrantes –entre ellos 101 mujeres y 83 niños—rescatados de una muerte segura frente a las costas de Libia. Más que una arenga, ha sido un discurso improvisado en el que ha agradecido a los 207 marineros su “impresionante” labor humanitaria y les ha explicado, como al nutrido grupo de periodistas que le acompañaba, por qué ha elegido la isla de Sicilia para su primera visita a una misión de las Fuerzas Armadas en el exterior.
A su juicio, la lucha contra el tráfico de seres humanos en el Mediterráneo central es “un ejemplo de unidad y coherencia”. A la Operación Sophia, lanzada por la UE en el verano de 2015, se acaba de sumar la OTAN, que ha reconvertido en una misión de patrulla marítima, Sea Guardian, su operación antiterrorista Active Endeavour, y ambas colaboran con la agencia europea Frontex, a la que está adscrita la patrullera de la Guardia Civil Río Segura, atracada a pocos metros de la Navarra.
Lo que no ha sido es un ejemplo de éxito. Este dispositivo no ha podido impedir que 4.636 personas hayan muerto ahogadas en lo que va de año, 1.000 más que en el mismo periodo del año pasado, según la Organización Internacional de Migraciones (OIM). El acuerdo de la UE con Turquía para controlar la salida de refugiados ha trasladado la presión al Mediterráneo central: Italia ha recibido en lo que va de año 167.276 inmigrantes, un 16% más que en 2015, mientras que las llegadas a Grecia se han reducido a la cuarta parte.
El capitán Jacobo Palacio subraya que la misión prioritaria de la Navarra no es el rescate de inmigrantes, sino la lucha contra las mafias que trafican con ellos, y que solo cuando encuentran una embarcación en peligro acuden a su rescate. Se trata de una operación muy delicada, en la que lo primero es lanzarles salvavidas para evitar que se ahoguen si caen al agua y remolcarlos hasta el costado de la fragata para subirlos a bordo, donde se les aplica el protocolo previsto: se les facilita ropa seca y una manta, así como agua y comida, se les toma la temperatura y se derivan a la enfermería a quienes están en peor estado, se les fotografía y se les identifica con una pulsera y un número, se les interroga para conocer su origen e intentar identificar a los patrones. Los militares que tratan con los emigrantes van equipados con un mono blanco y mascarillas para evitar posibles contagios. La travesía hasta que son desembarcados en un puerto italiano puede durar 24 horas, aunque están demasiado exhaustos para causar problemas. Hasta ahora, la Operación Sophia ha capturado a 101 sospechosos de traficar con personas, ha hundido 344 embarcaciones y ha rescatado a 29.576 personas, de los que el 24% corresponden a España.
Además de nueve buques y tres helicópteros, la Operación Sophia cuenta con un avión D-4 Vigma español. Basado en Sigonella (Sicilia), el destamento Grappa del Ejército del Aire, con 38 militares, ha realizado ya más de 1.300 horas de vuelo y ha detectado 435 embarcaciones. Con sus potentes sensores es capaz de barrer cientos de millas de mar. Bastarían unos pocos aviones de patrulla marítima para que ni una barquichuela se moviera sin ser detectada. ¿Por qué se siguen ahogando entonces los inmigrantes? Los mandos militares explican que uno cosa es localizarlos y otra llegar a tiempo para rescatarlos y que los buques europeos no pueden entrar en las 12 millas de aguas territoriales libias. Las embarcaciones en las que los traficantes lanzan a los inmigrantes al mar son cada vez más precarias y van cada vez más atestadas (más de 130 personas en cada una).
El origen del problema está en las costas libias y para acceder a ellas hace falta que Trípoli cuente con un verdadero Gobierno que lo autorice, de momento una entelequia, o que la ONU tome cartas en el asunto. Así se lo dijeron los militares al entonces ministro de Defensa, Pedro Morenés, cuando visitó esta misión hace un año y así se lo han explicado este sábado a Cospedal. La diferencia está en los casi 5.000 muertos desde entonces.
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