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Cristóbal Montoro, el guardián más longevo del tesoro

Es el ministro de Hacienda que más tiempo ha ocupado el cargo.

Jesús Sérvulo González
Cristóbal Montoro.
Cristóbal Montoro.Uly Martin

Cristóbal Montoro (Jaén, 1950) es el ministro de Hacienda que más tiempo ha ocupado el cargo. Ha dirigido el Departamento en dos etapas: la primera, con José María Aznar entre 2000 y 2004; y la segunda con Mariano Rajoy, desde 2011. A pesar de todos estos años con las llaves de las arcas públicas sobre su mesa aún tiene cuentas pendientes. Quiere culminar su obra. Poner las cuentas públicas en orden. Atornillarlas a la estabilidad presupuestaria. Aunque desembarcó en el ministerio enarbolando la bandera de la estabilidad presupuestaria, lo cierto es que bajo su segundo mandato España nunca ha cumplido los objetivos de déficit público establecidos por Bruselas.

En esta nueva etapa conserva el poder sobre los gastos e ingresos públicos del Estado. Ocupará el Ministerio de Hacienda y función pública, con competencias para ejercer ese viejo mantra que circula por los pasillos del viejo edificio situado en el número 9 de la calle de Alcala de Madrid que dice que “desde el principio de la democracia, España tiene un Gobierno de concertación entre el resto del Ejecutivo y Hacienda”. Aunque con algo menos de influencia. Pierde Administraciones Públicas y se desliga de la negociación con las comunidades autónomas, uno de los asuntos que le ha causado más dolores de cabeza.

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El guardián del tesoro ha sido uno de los ministros más polémicos durante la primera legislatura de Rajoy. Subió todos los impuestos, aprobó una controvertida amnistía fiscal, apretó las tuercas a los funcionarios y tragó con el sapo de los recortes. Ha cargado con el sambenito de ser el ministro que más ha subido los impuestos en la historia de España. Al intentar desprenderse de esa etiqueta, con una bajada de impuestos justo antes de las elecciones del 20-D, se pasó de frenada y dejó a España al borde de una sanción por parte de Bruselas. “Me acusan de que bajar impuestos es electoralista. Pero es política. Para desarrollar tu proyecto político tienes que ganar las elecciones”, ha comentado en corrillos.

Desde la tribuna del Congreso ha cargado con extrema dureza contra sus adversarios. Subió el IVA al cine, lo que le ha granjeado la animadversión de un sector del que recela a pesar de definirse como un apasionado del cine. "Soy un entregado al cine, un devoto", llegó a decir. Ha amenazado con la Agencia Tributaria a los sectores críticos: medios de comunicación, actores, grupos políticos de la oposición han estado en su punto de mira. Desde la oposición se le ha acusado de usar con fines políticos la información fiscal.

Sus desencuentros con su compañero Luis de Guindos, ministro de Economía, han sido constantes durante la pasada legislatura. Han mantenido rifirrafes más o menos públicos a cuenta de la subida de impuestos, los objetivos de déficit que se negociaban con las autoridades comunitarias, las ayudas financieras a las comunidades autónomas, la aportación extraordinaria del Estado a Bankia para cubrir las indemnizaciones de la salida a Bolsa. El último ha sido hace escasas semanas por el plan presupuestario enviado a Bruselas.

Es consciente de que no tiene grandes apoyos en el partido. Pero cuenta con la confianza del presidente desde que en 2006, estando Rajoy en la oposición, lo llamó para que fuera la voz del PP en asuntos económicos. Huye de los conciliábulos. Se excusa de las cenas y las tertulias políticas. Ahora tendrá que afinar su faceta más dialogante ante la nueva legislatura. Aunque él, resuelto, dice que lo que venga no será peor que 2012 cuando la economía española se quedó a un palmo del abismo. Alimenta su imagen como profesor universitario más que de político. Lo suyo son las cifras. Inunda sus intervenciones de datos, como si fueran un escudo contra su timidez. Ahora tendrá más tiempo para seguir haciendo alquimia con ellos.

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Sobre la firma

Jesús Sérvulo González
Redactor jefe de Economía y Negocios en EL PAÍS. Estudió Económicas y trabajó cinco años como auditor. Ha cubierto la crisis financiera, contado las consecuencias del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, el rescate a España y las reformas de las políticas públicas de la última década. Ha cursado el programa de desarrollo directivo (PDD) del IESE.

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