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Una baja participación perjudica a Podemos y favorece a Ciudadanos

El aumento de la abstención ante unas nuevas elecciones afecta por desigual a ambos partidos

Pablo Iglesias, observado por Albert Rivera en el Congreso.
Pablo Iglesias, observado por Albert Rivera en el Congreso. ULY MARTÍN
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In English: A fresh election would yield lower turnout and hurt Podemos

Podemos y Ciudadanos no han logrado hasta ahora ilusionar a los votantes lo suficiente para espolear la participación electoral. Las dos formaciones emergentes irrumpieron en la política nacional en 2015 prometiendo un giro radical, haciendo del cambio y la ilusión sus lemas, y llamando a la movilización de los electores para acabar con el bipartidismo. Lograron cambiar el mapa político, pero el resultado fue modesto. El 20-D, la participación fue del 73,18%, por debajo de la media histórica (73,7%) y de dos de las otras tres elecciones a escala nacional del siglo XXI. Si hay una repetición electoral, la previsión es aún peor: tras el fracaso de las negociaciones para formar Gobierno, solo un 69% del electorado acudiría hoy a las urnas, según Metroscopia, apenas un poco por encima del peor dato de la serie (68%, 1979). Pese a la crisis del bipartidismo, cuando el PP y el PSOE no tenían rivales conseguían movilizar a más votantes ellos solos.

“El descenso de la participación y, por tanto, la abstención, puede ser el resultado de tres factores”, argumenta Ángel Valencia, catedrático de ciencia política en la Universidad de Málaga. “Por un lado, un ciclo político muy intenso en el que los ciudadanos han tenido que votar demasiado en muy poco tiempo y que puede provocar un cansancio en los electores; en segundo lugar, porque la abstención castiga más al voto de izquierda; la situación actual de fragmentación de la izquierda y su fracaso en formar gobierno favorecen esta tendencia; finalmente, como una actitud que castiga la incapacidad de los partidos de llegar a pactos y formar un gobierno”, sigue. “La ilusión por los nuevos líderes, la nueva política parece haber quedado relegada”.

No son datos intrascendentes. Y no solo porque fotografían la posibilidad de un Ejecutivo de centro-derecha. Uno de las explicaciones clave en el resultado de Ciudadanos en las elecciones generales del 20-D fue el de la baja participación. Albert Rivera apeló al sueño de las elecciones de 1982, las del Felipe González titánico y la España de estreno en la modernidad, llamando a una movilización histórica (79%). Era, según dijo, la única posibilidad de que las formaciones emergentes lograran desplazar al bipartidismo. El mejor ejemplo de que el dato de participación no explica por sí solo a quién beneficia está en que ahora, con una menor movilización, Ciudadanos saldría reforzado, según Metroscopia. En las circunstancias actuales, y tras meses de negociaciones en los que su partido no ha tenido un papel trascendental, el electorado de Podemos está más desconectado.

“Una baja participación beneficiaría al PP y a Ciudadanos porque son los partidos que, por un lado, cuentan con una mayor fidelidad de voto y, por otro lado, porque sus votantes son los que más predispuestos están, hoy por hoy, a volver a acudir a las urnas”, argumenta José Pablo Ferrándiz, investigador principal de Metroscopia. “El porcentaje de potenciales votantes de Podemos que dicen que con total seguridad acudirán a votar en caso de nuevas elecciones también es muy elevado, pero no así la fidelidad de voto con la que cuenta este partido. Tiene la menor fidelidad de los cuatro principales partidos”, sigue. “Una mayor participación supondría, por tanto, que finalmente se habrían movilizado quienes menos lo estaban, es decir, los votantes de partidos de izquierda”.

“En todo caso, consideraríamos muy negativo un incremento de la abstención”, asegura José Manuel Villegas, vicesecretario general de Ciudadanos y jefe de gabinete de Rivera. “Sería fatal que los ciudadanos dieran la espalda a sus instituciones. Desde Ciudadanos intentaremos, en el caso de que haya elecciones, movilizar a todos los que quieran que cambien las cosas en España sin romperla”, argumenta. “Más allá de nuestros intereses, siempre es bueno una participación alta”.

Las dudas de Podemos

Los dirigentes de Podemos saben que la mayor parte de los apoyos recibidos el 20-D proceden del espectro de votantes socialistas. Un porcentaje indeterminado de esos electores podrían castigarles ahora, tras el fracaso de las negociaciones con el PSOE, y volver a su voto, o bien optar por la abstención. Podemos es un partido que ha construido buena parte de su estrategia alrededor de cálculos demoscópicos y, a pesar de ello, el portavoz parlamentario de la formación, Íñigo Errejón, vuelve a pedir prudencia ante los estudios de opinión. Tanto en relación con la abstención como con la pérdida de empuje. “Las encuestas no son buenas consejeras”, afirmó al preguntado al respecto tras los últimos sondeos. “Ya hemos pasado por ahí nos hemos acostumbrado a ser prudentes”

Aunque es verdad que la formación de Pablo Iglesias siempre se ha mostrado prudente, al menos en público, no ha dejado de escudriñar las encuestas desde el pasado 20 de diciembre. Ya a principios de año, después de la constitución de las Cortes y ya instalados en una dinámica de bloqueo de las negociaciones, sus cargos advertían de que cabía la posibilidad de que el llamado “voto de la ilusión”, es decir, los apoyos logrados para que Podemos se asentara como alternativa real al bipartidismo, se fueran disipando.

A pesar de ello, ahora vuelve a escucharse en las filas del partido una de las frases más repetidas antes de las elecciones generales. “Las campañas nos sientan bien”. Ayer el propio Iglesias certificó, en un encuentro con los círculos de Cataluña celebrado en Barcelona, que Podemos ya está en campaña. “Tenemos que estar preparados para lo que venga”, afirmó. “Sabíamos que gobernar es difícil, muchos nos dijeron que lo más cómodo en última instancia era pasarnos a la oposición. Nosotros no nos presentamos a las elecciones para estar en las cómodas bancadas de la oposición”, agregó en referencia a la posibilidad de un hipotético apoyo al pacto entre Pedro Sánchez y Albert Rivera.

A los cálculos de la dirección de Podemos, además, se añade de nuevo la incógnita de la colaboración electoral con Izquierda Unida-Unidad Popular, que logró un millón de votos y en sede parlamentaria ha demostrado una coincidencia casi absoluta con los planes del partido emergente. Los más destacados miembros de la ejecutiva ya han reabierto ese debate ante la insistencia de Alberto Garzón, que vuelve a apostar por una “confluencia”. No hubo alianza el 20-D porque Errejón, número dos y responsable de la estrategia política, temía una identificación de Podemos con la izquierda tradicional. Esta semana se ha reafirmado en su posición. “Somos fuerzas políticas diferentes. Hay quienes quieren reforzar la izquierda y nosotros queremos construir un pueblo”, consideró. Queda por ver si también en esta ocasión su postura acabará imponiéndose, sobre todo tras el distanciamiento de Iglesias generado por la destitución de su mano derecha y antiguo secretario de Organización, Sergio Pascual.

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