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Las negociaciones para formar Gobierno
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

No es país para pactos

A los 110 días de las generales ya queda claro que el 26 de junio habrá que volver a votar

Pablo Iglesias y parte de su equipo, este viernes.Foto: atlas | Vídeo: ULY MARTÍN / ATLAS

Se acabó.

A los 110 días de las elecciones generales ya queda claro que el 26 de junio habrá que volver a votar, por primera vez en democracia y con muy escasos precedentes en el mundo. Después de escuchar a todos los partidos lo de “el mensaje de los españoles es que nos pongamos de acuerdo y pactemos” llegamos al 26-J.

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Quedan algunos regates sin balón y el trámite de  la consulta de Podemos a sus bases sobre una pregunta claramente inducida desde su propia formulación al hablar de "pacto Rivera-Sánchez" y al contraponerlo con la idea básica de que todos los simpatizantes preferirán siempre su Gobierno al ajeno. Es decir, la segunda pregunta anula la primera.

También al condicionar el futuro de los miembros de la dirección al resultado, recordando (aunque a Pablo Iglesias no le guste la comparación) a la pregunta retórica de Felipe González cuando el referéndum de la OTAN: "¿Quién gestiona el No?". Los cubiletes de trilero vuelven a moverse.

Queda el reparto de las culpas, que será casi el único mensaje electoral de cada uno de los partidos. No serán los programas o las ideologías sino la responsabilidad por la falta de acuerdo y la repetición de elecciones lo que someterán los partidos a los españoles el 26 de junio. Y es posible que todos tengan su parte de razón y ninguno la tenga. La culpa, como el gordo de Navidad, está muy repartida.

El PP ha mantenido con insistencia, pero sin acciones el acuerdo con PSOE y Ciudadanos, aunque los socialistas vetaron a los populares desde el primer día. De ahí no ha podido ni querido moverse, aunque lo intentará antes del 20 de abril, saliendo del letargo invernal, aunque sea por el "qué dirán".

El PSOE ha pactado con Ciudadanos sin alcanzar la cifra de escaños necesarios, pero han evitado un acuerdo con Podemos, entre otras cosas, por muchas y poderosas presiones externas, y han huido del respaldo de los independentistas, necesario aritméticamente. Pedro Sánchez ha intentado cuadrar a martillazos piezas incompatibles con más voluntad que acierto en el resultado, sin disparar balas como la propuesta de ministros independientes asumidos por todos. Y con la idea del cambio que les unía frente al PP, que no ha sido suficiente.

Sánchez optó por Ciudadanos con el riesgo de dar impresión de que derechiza su partido y sólo logró su frase tópica de "poner en marcha el reloj de la democracia", porque si no estaríamos aún en el limbo de no tener ni el horizonte del 26 de junio. Logró el aval de las bases socialistas aunque fuera con pregunta ambigua y viviendo en una ilusión óptica permanente.

Ha hecho igual que González cuando optó en 1993 por la derecha nacionalista y evitó pactar con Izquierda Unida. En España, históricamente, dos partidos de izquierda siempre quieren acabar uno con el otro.

Podemos ha jugado la baza de la imagen de cesión y flexibilidad, sin moverse de su oferta de Gobierno a la valenciana y dando impresión de que siempre ha querido elecciones para cumplir su gran sueño de superar al PSOE. O, siguiendo la lógica que aplican al pacto de PSOE al cambiar el orden de firmantes, de Gobierno de Iglesias presidido por Sánchez que fue visto como un insulto por muchos dirigentes y bases del PSOE por un exceso de arrogancia. Esa impresión de los socialistas se mantuvo con la acusación de la cal viva en el pleno de investidura.

Pablo Iglesias, líder siempre del martirologio, dimitió como vicepresidente sin tomar posesión y el jueves presentó una oferta que sabía que no podían aceptar los demás de la mesa y ni siquiera ha esperado para escenificar la ruptura a tener el lunes la respuesta formal. No obstante, hay que reconocerle que se bajó de condiciones imprescindibles en estos 110 días: los cuatro grupos parlamentarios para las confluencias, no sentarse con el PSOE mientras hablaba con Ciudadanos o al derivar a Cataluña la que fue exigencia necesaria de la consulta de autodeterminación.

Antes de romper ha hecho de la palabra "cesiones" su mantra hacia el 26-J.

El PP se arriesga a que Podemos quede por delante del PSOE y gobierne; el PSOE, a quedar tercero y perder la hegemonía de la izquierda; Podemos, a perder escaños y ver un Gobierno del PP con Rajoy en La Moncloa; y Ciudadanos, a perder su papel decisivo

Ciudadanos tenía el papel del acuerdo y lo ha intentado, salvo para llegar a un pacto con Podemos, al que ha vetado de diferentes formas hasta el final. Pactó con el PSOE con el riesgo de perder su equidistancia, pero no ha tenido la más mínima flexibilidad para completar el puzzle con Podemos.

El jueves los negociadores de Albert Rivera se comportaron como los dueños de una casa que reciben una visita que les incomoda y no paran de ponerles malas caras y mostrarse molestos hasta que los visitantes se van precipitadamente.

Y antes de la reunión Iglesias y Rivera o Rivera e Iglesias se comportaron en el pleno del Congreso como los protagonistas de la vieja política que tanto combatieron con la etiqueta del "y tú más".

Una de las conclusiones es que todo lo que ha hecho el Congreso desde enero no ha servido para nada. Decaen todas las iniciativas para derogar leyes rechazadas como la ley mordaza, la reforma laboral, la Lomce o la Ley de Enjuiciamiento que seguirán en vigor mucho tiempo si como parece inevitable hay nuevas elecciones.

No se aprobará tampoco la "ley 25" de Podemos que los de Iglesias consideran emblemática para solucionar situaciones de emergencia de ciudadanos que sufren. Se discutirá el martes en el pleno, pero no se aprobará porque el 2 de mayo decaerá.

Y todos se arriesgan a que se repita el mismo resultado o a empeorar su situación. El PP se arriesga a que Podemos quede por delante del PSOE y gobierne; el PSOE, a quedar tercero y perder la hegemonía de la izquierda; Podemos, a perder escaños y ver un Gobierno del PP con Rajoy en La Moncloa; y Ciudadanos, a perder su papel decisivo. Todo eso con la interrogante de si Podemos integrará a IU.

A votar. Y a plantearse que quizás este no es país para pactos.

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