La negociación entra en el último mes con los partidos debilitados
El tiempo transcurrido desde el 20-D, el desgaste y las crisis internas marcan el último tramo
Queda un mes para negociar un Gobierno y evitar la repetición de las elecciones. Los principales partidos encaran la recta final de la negociación debilitados por el desgaste que han sufrido desde las elecciones del 20 de diciembre y, en algunos casos, por crisis y tensiones internas. Pedro Sánchez (PSOE) se enfrenta al dilema de lograr votos para ser presidente o arriesgarse a ser relevado en su partido; Mariano Rajoy (PP) llega aislado y enfrentado a todos; Pablo Iglesias (Podemos), debilitado por su estrategia y el debate interno, y Albert Rivera (Ciudadanos) sin la aureola de partido nuevo y equidistante.
Han transcurrido 99 días desde el 20-D y quedan 35 hasta la fecha límite del 2 de mayo, sin que se vislumbre un acuerdo. La única cita prevista, tras la pausa de Semana Santa, es la del miércoles 30 de marzo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, pero las diferencias entre PSOE y Podemos son tan enormes que no parece fácil vislumbrar un acuerdo entre ambos. Sobre todo porque el único avance en este periodo ha sido el del pacto entre PSOE y Ciudadanos, que la inmensa mayoría del Congreso rechazó en la investidura fallida de Sánchez y que supone un freno notable para un acuerdo entre los socialistas y el partido de Iglesias.
El PSOE se aferra al eje del cambio frente al PP, pero Podemos se resiste; los de Iglesias en el eje de izquierda-derecha, pero que precisa al menos la abstención de independentistas que los socialistas rechazan. El PP mantiene el eje del acuerdo territorial para atraer a PSOE y Ciudadanos, pero no avanza ni un milímetro.
Duda de Podemos
De las complicadas combinaciones posibles, la dirección del PSOE sólo cree alcanzable una que hoy parece muy alejada: que Podemos llegue a la conclusión de que es imposible un Gobierno de coalición a la valenciana con los socialistas, que la repetición de elecciones puede pasarles factura y que les resultaría rentable asumir el papel de grupo hegemónico de la oposición. Esa difícil opción de lo que llama “Gobierno del cambio” ya no requiere siquiera negociaciones porque desde las elecciones PSOE y Podemos han intercambiado reiteradamente documentos programáticos.
A Sánchez le ayuda el enfrentamiento político de todos contra el PP, por ejemplo, en el Congreso. El secretario general del PSOE llega a la recta final de la negociación con el dilema político de lograr ser presidente del Gobierno o enfrentarse a una dura batalla interna, con la sombra de Susana Díaz, y la incertidumbre sobre su candidatura en unas hipotéticas nuevas elecciones generales. Es decir, está en el punto en el que o es investido o puede ser desplazado como líder del PSOE. El equipo de Sánchez admite que ha superado desde el 20-D las reticencias en su partido, con pasos arriesgados como el rechazo sin matices a la gran coalición con el PP, la investidura fallida y la consulta a los militantes sobre su acuerdo con Rivera. Ha negociado dentro de los estrictos márgenes de no aceptar acuerdos que incluyeran a partidos independentistas y ha reunido 130 escaños, al sumar los de Ciudadanos, aunque sean insuficientes para ser investido. La contraindicación para Sánchez y el PSOE es la de dar la imagen con ese acuerdo de un partido situado en el centro y dejar el carril izquierdo libre para Podemos o Izquierda Unida. Queda pendiente su congreso federal de mayo que, siguiendo la tradición autodestructiva del PSOE, traerá con seguridad tensiones internas.
Tras 99 días en el escaparate, Podemos llega también debilitado por sus movimientos tácticos y sus tensiones internas, aunque fortalecido por el peso de sus 65 escaños. Primero perdió la batalla de los grupos parlamentarios para sus confluencias, lo que le crea problemas con sus listas en Galicia, Cataluña y Valencia. Luego perdió cinco diputados de Compromís, partido coaligado en Valencia, precisamente la comunidad que el líder de Podemos pone como ejemplo para un Gobierno de coalición.
Más adelante Iglesias asumió el giro estratégico, sin consulta a las bases o a órganos de su partido, de proponer un Gobierno a Sánchez con él como vicepresidente. El dirigente de Podemos pasó luego de la dureza del discurso de la cal viva contra el PSOE en la investidura de Sánchez al de los besos en la segunda vuelta. Y como culminación llega a la recta final con crisis interna tras la depuración de su secretario de Organización, Sergio Pascual, con descalificación pública incluida y el distanciamiento de su número dos, Íñigo Errejón, en silencio valorativo desde hace más de 10 días. El equipo de Iglesias asume que desde hoy recibirá presiones de todo tipo para que permita un Gobierno del cambio con Sánchez y Rivera. Pesarán la posibilidad de cargar con la culpa de no impedir unas nuevas elecciones y la perspectiva de empeorar su resultado y también las expectativas en Galicia y País Vasco, donde las franquicias de Podemos pueden necesitar al PSOE.
Ciudadanos, decantado
De los cuatro grandes partidos, Ciudadanos es el único que no padece corrientes internas, aunque sí admite que la negociación y los cambios producidos desde el 20 de diciembre pueden haberle provocado cierto desgaste. Rivera fue a las elecciones como partido nuevo y equidistante que rechazaba por igual al PP y al PSOE y que anteponía también el eje entre nuevos y viejos al eje ideológico. Si hay nuevas elecciones asume que el pacto con los socialistas puede dificultarle seguir arañando votos de electores del PP molestos con la actual dirección.
Al último mes de negociación el PP de Mariano Rajoy llega casi como estaba el 21 de diciembre: solo, aislado e incapaz de sumar ni un escaño a los 123 que logró en las generales.
La negativa del presidente del Gobierno en funciones a apartarse ha hecho imposible que socialistas y Ciudadanos acepten un posible acuerdo. A esa imagen de pasividad contribuyó que declinara la propuesta del Rey para someterse a la investidura.
No hay debate interno y mucho menos crisis interna en el PP porque este partido carece de un mecanismo que pueda servir para plantear discusión sobre el liderazgo. Su desgaste es, por tanto, el de la imposibilidad de ser flexible para lograr acuerdos, dando la impresión de que solo declina y da por hecho desde hace tres meses las nuevas elecciones.
El 25 de abril, posible fecha para la nueva consulta del Rey
Los partidos no tienen previsto que el Rey haga una nueva ronda de audiencias si no hay novedades en la negociación. Está en su mano, pero las formaciones entienden que no tendría sentido si es para constatar que nadie tiene mayoría suficiente.
Sí prevén que sobre el 25 de abril, si no hay acuerdo, Felipe VI podría volver a convocarles para constatar la imposibilidad de proponer a un nuevo candidato. Ya no tiene sentido una nueva investidura sin apoyos comprometidos porque, a diferencia de lo que ocurría hace un mes, el plazo para las nuevas elecciones ya corre tras el intento fallido de Pedro Sánchez.
El 2 de mayo es la fecha tope legal para la disolución de las Cortes y la convocatoria de elecciones para el 26 de junio.Teniendo en cuenta los plazos legales, el Congreso entiende que el plazo real para un hipotético acuerdo acabaría sobre el 28 o 29 de abril.
Es necesaria la convocatoria del Pleno, que puede hacerse de un día para otro, pero debe hacerse con margen suficiente para que si no hay mayoría absoluta en la primera votación pueda haber una segunda votación 48 horas después.
El pasado mes de enero, Carles Puigdemont fue elegido presidente de la Generalitat de Cataluña el mismo día que se cumplía el plazo legal para celebrar nuevas elecciones.
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