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EL PRIMER ACUERDO DE LA LEGISLATURA

Un pacto pendiente de Alemania

Rajoy y Rubalcaba unen esfuerzos pero desconfían de lograr un giro de Merkel La política entre los dos grandes partidos ha entrado en una nueva fase de entendimiento

Carlos E. Cué

No se han hecho una sola foto juntos desde mayo de 2012. En apariencia la distancia era total. Ni siquiera en plena amenaza de rescate, en el verano pasado, hubo foto de unidad. Y sin embargo, Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba mantienen una comunicación fluida. Sobre todo en los últimos meses. Hablan de muchos asuntos, incluido intercambio de información sobre cuestiones de Estado como el final de ETA. Pero sobre todo conversan sobre la Unión Europea. Rajoy dedica la mayor parte de su tiempo a este asunto, a negociar con los presidentes de la UE para buscar un giro. A trenzar alianzas. Y Rubalcaba, pese a sus problemas internos, también está absolutamente volcado en la agenda europea. Viaja más que ningún otro líder de la oposición. Ayer mismo estaba en París con François Hollande.

Los dos, en directo en La Moncloa en reuniones discretas y sobre todo por teléfono, comparten sus informaciones y trenzan estrategias conjuntas. La paradoja es que la mejor noticia para Rajoy fue la victoria de un socialdemócrata como Hollande. Y en Italia, otro aliado natural de España, el Gobierno también confiaba en la victoria de la izquierda que pudiera presionar a Alemania. Rajoy inmediatamente ha buscado la cercanía de Enrico Letta, de origen democristiano aunque representante de la izquierda frente a Silvio Berlusconi. Esas extrañas alianzas del conservador Rajoy con los socialdemócratas frente a su teórica socia Merkel le han acercado mucho a Rubalcaba. Los socialistas dicen que Rajoy ha venido a su terreno al decir ahora que con solo con los recortes no se sale de la crisis. El Gobierno lo explica de otra manera. El presidente, dicen, aunque en público no lo reconociera, en privado llevaba meses trabajando en la misma línea que le pedía Rubalcaba en cada sesión del Congreso: presionar para frenar la apuesta por la austeridad. "Estábamos de acuerdo en frenar la austeridad, pero no podíamos decirlo. Rajoy no podía decir eso con claridad hace un tiempo porque entonces los del Norte piensan que no vas a cumplir y ya es imposible negociar. Ahora las cosas están más claras y toda Europa está girando poco a poco. Ya nos han dado los dos años de margen que pedíamos, ahora es más fácil hablar libremente", explica un miembro del Ejecutivo.

En ese contexto, esta semana ha llegado el primer gran pacto de la legislatura. Ha surgido de manera casi natural, porque había mucho camino recorrido. De hecho en el Congreso algunos diputados se preguntaban cuál es la novedad, porque Íñigo Méndez de Vigo, secretario de Estado para la Unión Europea y clave en la ejecución final del pacto con el socialista Juan Moscoso, que acompaña a Rubalcaba en todos los viajes europeos, siempre acude al Congreso antes de cada cumbre y, salvo la Izquierda Plural, todos los grupos muestran un claro apoyo al Ejecutivo. Es una política en la que en España nunca ha habido grandes polémicas.

El presidente lleva meses trabajando para frenar la apuesta por la austeridad

Y sin embargo ahora tres grupos que iban a estar en el acuerdo, CiU, PNV y UPyD, se desmarcaron en el último momento -aunque PP y PSOE esperan recuperarlos- al comprobar que todo parecía cerrado entre los dos grandes. Los grupos pequeños culpan sobre todo al PSOE, el que más claramente apostaba por este acuerdo con el PP. El documento de Méndez de Vigo y Moscoso no llegó a los grupos pequeños, con un mail del secretario de Estado, hasta las 19.20 de la tarde, porque se esperó a que el PSOE comunicara el acuerdo entre Rajoy y Rubalcaba. Casi todas las últimas gestiones, las de llamar a algunos portavoces como ERC y hasta la de comunicarlo a los periodistas, las hizo el PSOE, una muestra clara de que ellos parecían más interesados que nadie. Es algo básico para la estrategia de Rubalcaba, que reivindica su papel de hombre de Estado que le reconocen hasta en el Gobierno, busca reforzar su perfil europeo y también algo de aire en su batalla interna.

Rajoy, a regañadientes, también parece haber encontrado algo de aire en el pacto y más después de un claro giro de discurso del Gobierno después de los últimos datos del paro, que él ha resumido con una frase: "el pesimismo está de retirada". Un pesimismo que el propio Ejecutivo había promovido en abril. El pacto, pues, se explica sobre todo por claves de política interior.

Rubalcaba lleva meses pidiendo un gran pacto. Y Rajoy rechazándolo. Al presidente le molestó muchísimo cuando un programa de TVE trasladó la imagen de que el Rey pedía acuerdos, como estaba planteando Rubalcaba. Tanto que se forzó un desmentido. Hace solo dos meses, durante la reunión con los sindicatos CCOO y UGT, Rajoy dijo que no había condiciones para un gran pacto de Estado. "No le den tanta importancia a las palabras", respondió a los periodistas cuando le preguntaron por qué no había pacto si los sindicatos y el PSOE están dispuestos. Desde el primer día, Rajoy ha querido demostrar a Europa y sobre todo a Alemania que, a diferencia de los italianos o de otros, él tiene una cómoda mayoría absoluta y no necesita a nadie para aprobar los recortes o la durísima reforma de pensiones que está ahora encima de la mesa y que le reclama la Comisión Europea como contrapartida por haberle dado más margen con el déficit.

El pacto ha surgido de manera casi natural, porque había mucho

Pero tanta ha sido la insistencia del PSOE -llegó a proponer hasta un pleno para oficializar el acuerdo que el PP rechazó- que Rajoy al final ha aceptado la imagen del pacto en un asunto absolutamente neutro: la política europea, eso sí, sin fotografía en La Moncloa. Y sin embargo, pese al pacto, y el importante giro que esto supone para la política española, que ahora entrará en una fase más calmada tal vez hasta que llegue el duro debate de las pensiones, tanto el Gobierno como el PSOE empiezan a rebajar sus expectativas para esta cumbre europea de esta semana, la justificación teórica del pacto.

"Hasta las elecciones alemanas no se puede esperar nada. Y después será difícil pero no imposible. Si entran los socialdemócratas en el Gobierno, veremos. De momento hay que preparar ya el terreno para el día después", señala otro miembro del Gobierno. Una vez más, y asumido que su socia en el Partido Popular Europeo Merkel ganará de calle las elecciones, al conservador Rajoy le interesa un buen resultado de los socios europeos de Rubalcaba para evitar una nueva coalición con los liberales que ha perjudicado mucho los intereses españoles, según la tesis asumida en La Moncloa.

Rajoy y Rubalcaba unen esfuerzos y multiplican sus contactos europeos para buscar un éxito en la cumbre. Pero el pacto español puede quedar en nada si la cita en Bruselas, como se teme ahora, obtiene escasos resultados. De hecho en este momento parece que Alemania le da más importancia a la cita del 3 de julio en Berlín, un encuentro ajeno a la cumbre europea que Merkel ha montado para hablar específicamente de empleo juvenil. Muy probablemente, Rajoy acudirá a ese acto, aunque España preferiría que los grandes acuerdos se alcanzaran en la cumbre de Bruselas, algo que cada vez parece más difícil. Merkel pretende allí, en Berlín, a dos meses de sus elecciones, ofrecer la cara amable de Alemania -cada vez peor vista en el sur de Europa- con planes de ayuda al desempleo juvenil en el sur, especialmente en España (donde llega al 56,4%) e Italia (39%), sus dos grandes preocupaciones.

El pacto español, el primero de la legislatura, el reencuentro parcial entre PP y PSOE, sigue por tanto pendiente de algo sobre lo que los españoles tienen poco que decir: las elecciones alemanas. Hasta entonces la sensación en los dos grandes partidos parece más bien de estar viviendo un tiempo de descuento en las grandes decisiones. Pero desde el jueves, al menos se cuenta con una novedad: el ambiente ha cambiado. Basta ver las pregunta que ha preparado Rubalcaba para esta semana: le pedirá al presidente explicaciones sobre el I+D+i. La realidad y las portadas de los periódicos siguen instaladas en los escándalos de corrupción y los grandes banqueros o empresarios en la cárcel, pero la política entre los dos grandes partidos ha entrado en una nueva fase. Nadie sabe cuánto durará.

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