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Presión en el Gobierno y el PP para zanjar cuanto antes el ‘caso Bárcenas’

Un mes después, aún no están las demandas La desconexión entre el Ejecutivo y el PP, cada vez más evidente El partido queda aislado ante la falta de un plan

La impaciencia se extiende tanto en el Gobierno como en el PP. Ha pasado un mes y medio desde que se conoció que Luis Bárcenas tenía 22 millones en Suiza, que ya son 38. Un mes desde que se publicaron los papeles del extesorero y María Dolores de Cospedal anunció demandas del PP y de los dirigentes afectados. Y el escándalo no para de crecer sin que nadie lo zanje. Ayer ni siquiera se habían presentado las demandas prometidas, un nuevo retraso.

La presión en el Ejecutivo y en el propio PP crece para que el partido tome la iniciativa, salga al ataque contra Bárcenas y trate de zanjar un asunto que aplasta la agenda del Gobierno. Todos miran a Cospedal, la secretaria general, la única que de momento sí ha demandado a Bárcenas de forma individual. Pero ella tiene que poner de acuerdo con varios dirigentes históricos, aclarar qué va a hacer Mariano Rajoy, coordinar la decisión. El presidente tiene como siempre la última palabra, y eso hace que las decisiones se alarguen. Aún así, parece que la presentación de denuncias es inminente. Tal vez hoy mismo o el lunes. De momento ayer, mucho más rápido, el PP sí anunció una demanda contra IU por asegurar que hubo financiación ilegal.

Alfonso Alonso, el portavoz parlamentario, puso voz a ese sentimiento muy extendido en el partido y el Gobierno: “Sinceramente, en este momento me parece que este personaje está jugando con el PP y eso no lo podemos permitir. Es hora de que nosotros también debamos plantarnos con seriedad ante este hombre y defender nuestra dignidad”, remató en Radio Euskadi tras descartar que Rajoy sea un hombre que acepte chantajes.

A muchos dirigentes y miembros del Gobierno consultados en privado les preocupa la desconexión que ven entre el Ejecutivo y el partido. En el Gobierno se quejan de que el PP no les apoya lo suficiente, que no para los golpes. En el PP critican el bajo perfil de casi todos los ministros y sobre todo que el Gobierno no les informa de casi nada, con lo cual no tienen material para defenderlo.

Todos recuerdan la época del Gobierno de José María Aznar, en la que las cosas eran distintas. El núcleo duro del Gobierno era también el del partido. Primero con Francisco Álvarez Cascos, y después con Javier Arenas. Además, Aznar hacía todos los lunes una reunión de maitines en la que se coordinaban los mensajes de la semana y allí estaban los jefes del PP. Rajoy ha suspendido los maitines, y apenas atiende al partido. Lo ha dejado todo en manos de Cospedal. Ella habla con él con mucha frecuencia y acude a La Moncloa habitualmente. Pero no hay reunión oficial. Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría, las principales responsables del PP y del Gobierno, respectivamente, no tienen reuniones, y apenas hablan salvo para asuntos clave. El intento de coordinación se produce en el Congreso. Alfonso Alonso, el portavoz parlamentario, un hombre de Sáenz de Santamaría pero con mano izquierda, trabaja con Carlos Floriano, el número dos de Cospedal, para intentar mantener la información entre el Gobierno y el partido. Pero no parece suficiente.

La sensación de que Floriano y Cospedal no tienen información de lo que hace el Gobierno es evidente en sus comparecencias públicas. Y viceversa. Cuando se le pregunta a Sáenz de Santamaría por lo que va a hacer el PP responde incómoda. No lo sabe.

Es el modelo que ha elegido Rajoy. Es su estilo. El presidente, un veterano hombre del aparato del PP, reparte el poder entre diversos dirigentes para que ninguno de ellos acumule demasiado. De esa manera se garantiza que es él quien finalmente desbloquea todos los problemas y acumula el poder real. Todos los caminos conducen finalmente a él.

Ni Cospedal puede tomar en solitario decisiones sobre el escándalo Bárcenas, ni Sáenz de Santamaría, pese a acumular un enorme poder como única vicepresidenta que controla incluso el CNI, tiene un perfil político propio aislado de Rajoy. Con los barones regionales pasa algo parecido. Rajoy reparte el poder pero siempre que nadie acumule demasiado.

En el Gobierno las cosas no son muy distintas. Ningún ministro quiere destacar demasiado porque saben que al presidente no le gusta. Por eso el Ejecutivo tiene un bajo perfil mediático y político. No porque no haya gente con gran trayectoria política en él, sino porque muchos veteranos se esconden conscientemente para evitar que el ambiente general acabe achicharrándolos, según un análisis en el que coinciden varios de ellos.

Este modelo, tan típico de Rajoy, genera problemas cuando hay una gran crisis como la del caso Bárcenas. Nadie tiene fuerza para tomar la iniciativa y él no quiere meterse, aunque está encima de todo lo que pasa. Y la situación se pudre cada día más sin que nadie tome las riendas.

La preocupación en el Gobierno crece y se teme que, de nuevo hoy, la rueda de prensa del Consejo de Ministros, en los que se han empezado a dejar atrás los viernes de dolores para buscar tímidas buenas noticias como planes de estímulo, quede otra vez oscurecida por el escándalo.

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