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Columna
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Pensiones mínimas

El sistema de pensiones tiene problemas. ¿Qué solución le quieren dar los partidos emergentes?

Joaquín Estefanía

No sólo de elecciones y de corrupción vive el ciudadano. De vez en cuando las cifras, las realidades colectivas anónimas nos devuelven al mundo de cada día, aunque sea por la puerta de atrás. Esta vez lo han hecho cuando se ha conocido el informe anual del fondo de reserva de la Seguridad Social, correspondiente a 2014, que indica que la “hucha” para pagar las pensiones ha disminuido un 37% en los tres años de legislatura del PP (de 66.815 millones a 41.634, más de dos puntos de PIB).

No hay irregularidad alguna en ello. Este fondo fue creado por Aznar para cuando viniesen mal dadas, la Seguridad Social tuviese déficit y no pudiera pagar las pensiones y su actualización. Recuérdese que en estos momentos España tiene 9,2 millones de pensionistas de toda clase (jubilación, viudedad, incapacidad permanente, orfandad...) que cobran una media de 882,7 euros cada mes. De ellos, 5,6 millones son jubilados que cobran como media 1015,18 euros mensuales. No hay irregularidad alguna, pero sí inquietud. Conforme ha ido avanzando la legislatura de Rajoy se ha ido detrayendo progresivamente más dinero de la hucha: en 2012, alrededor de 7.000 millones; en 2013, 11.600 millones; en 2014, 15.300 millones.

Ello se ha debido fundamentalmente a dos factores: el coyuntural, la gestión de la crisis a través de una reforma laboral, que ha hecho que coticen menos trabajadores (más paro) y que los que lo hacen de nuevo coticen menos (porque sus salarios son inferiores a los de antes o, en general, muy bajos). Y el factor estructural, que es el envejecimiento continuo de la población española, y que afecta al sistema de pensiones tanto por el lado de los gastos como por el de los ingresos.

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Por el primero, porque el número de futuros pensionistas aumenta de modo considerable y, lógicamente, permanecerán durante más años percibiendo prestaciones del sistema. Por el lado de los ingresos, el envejecimiento significa que se ralentiza la tasa de crecimiento de la oferta futura de mano de obra y, por tanto, una contención en el ritmo de aumento de los ingresos del sistema. El efecto combinado de estos efectos inducidos por el envejecimiento es un aumento del déficit estructural del sistema.

Con mayor o menor fortuna, los partidos tradicionales han intentado como norma reformar el sistema público de pensiones para hacerlo sostenible, desde aquel Pacto de Toledo de 1995, como un modelo de reparto que conjuga el concepto de solidaridad intergeneracional: los que hoy trabajan pagan el bienestar de los que ya están retirados, beneficiándose del compromiso social de que los que trabajen cuando ellos estén jubilados pagarán sus pensiones. Sin embargo, apenas sabemos nada de lo que piensan sobre este asunto los nuevos partidos emergentes, que previsiblemente van a tener que legislar sobre las pensiones en el futuro inmediato. Gran ocasión para que saquen la patita y nos lo cuenten. Así sabremos qué podemos esperar de ellos.

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