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Los ‘selfies’ de la selva

En Mocagua, a orillas del Amazonas, los indígenas pintan las fachadas de sus casas para retratar la vida alrededor del río. Un proyecto para atraer turismo y conservar el entorno

galo martín aparicio

El Departamento del Amazonas es un importante centro turístico por la exuberancia de sus paisajes y la riqueza de su flora y fauna. La mayor parte de su población es indígena: huitotos, ingas, tucanos, ticunas y nukakus. Se trata del primer destino en Colombia con certificación de sostenibilidad. Se encuentra en el denominado Trapecio Amazónico, en la frontera con Brasil y Perú. Leticia es la capital de esta región envuelta en un gran manto verde y pardo, incomunicada con el resto del país por carretera. Emulando a un reflexivo filósofo que ve una aguja en un pajar, la joven periodista bogotana Adriana Marín apunta que por aquí “la vida gira en torno a un río, que se mueve entre una frontera”. El paseo por la Avenida Internacional alcanza para oír conversar a los leticianos en español y a los vecinos de Tabatinga en portugués. Desde el muelle de madera con aspecto improvisado zarpan chulapas con destino a la localidad peruana de Santa Rosa. Los rápidos (botes) suben hasta Puerto Nariño y otras comunidades a orillas del Amazonas. Una de ellas, Mocagua, llama la atención por sus murales con motivos de esta gran botella de oxígeno que es la amazonia.

En el resguardo indígena Ticuna de Mocagua, el viajero y fotógrafo colombiano Diego Samper se enmaniguó. Él mismo dice respecto de su relación con la selva (la manigua): “Es una tierra que siempre he buscado”. Después de una forzada salida de Colombia por sentirse sitiado a causa de la violencia derivada por el oro, la coca y la guerrilla, regresó hace cinco años y levantó Calanoa, una reserva natural privada a orillas del Amazonas y vecina de la comunidad de Mocagua.

A simple vista se trata de un ecohotel en un paraje tan hermoso como ajeno para el forastero. Diego Samper entiende la selva como “una lección de vida” a través de sus habitantes, animales, plantas, sonidos y colores. La estancia en una de las cabañas disponibles sirve para adivinar por qué este hombre se agarró al cuento de la manigua.

En 2012 nace la Fundación Calanoa, un hito en la gestión cultural y en la propuesta de un modelo innovador de turismo comunitario. Diego da un paso más allá de lo evidente (apoyar y ayudar a las comunidades de la región en el acceso a recursos) y camina de su mano para que redescubran su identidad cultural. En su página web se puede leer cuáles son los cimientos de este proyecto: “La conservación biológica y cultural de la región amazónica mediante la integración del arte, el diseño, la arquitectura, la investigación científica, la comunicación, la educación comunitaria y el turismo sostenible”.

Samper parte de la idea de que la conservación y la sostenibilidad se logran por medio de la implicación y el trabajo de los vecinos de las comunidades. Para conseguirlo, considera prioritario que “vean beneficios de la conservación frente al cultivo de la coca, la extracción de oro y la deforestación”. Para alcanzar su meta Diego Samper trabaja codo con codo con los indígenas a través de la cultura y del arte, que es lo que más conoce y mejor sabe hacer. A partir de ahí nacieron diferentes proyectos. Mocagua: autorretrato de una aldea amazónica, la pintura en las viviendas, el taller de serigrafía y las artes gráficas, una escuela de pintura y de música, un horno de cerámica y ligar un oficio con otro a través de los libros que espera poder reunir en una biblioteca. De momento, “se rapan” las revistas de la aerolínea colombiana Avianca que Diego les lleva.

Los ticunas son afamados pintores de la corteza del árbol yanchama. El proyecto de pintar las fachadas del resguardo de Mocagua arrancó cuando se cerró el Parque Nacional de Amacayucu por culpa de una inundación. La consecuencia fue que dejaron de llegar turistas y los vecinos pensaron en cómo hacer atractivo el lugar para que regresaran los visitantes. En esta coyuntura acudieron a Diego Samper, quien les facilitó pintura y despertó las habilidades de cada uno de ellos. Realizó un inventario de recursos humanos y naturales para descubrir los talentos personales que atesoraba cada uno. Así descubrió que Diego León y Saúl Mendoza son los mejores dibujantes de la comunidad y Samper les acompaña para que encuentren su camino mientras experimentan. En la actualidad parte de sus trabajos se pueden ver y comprar en varias ferias de artesanías en Bogotá y Medellín. Además, les ha conseguido trabajo como pintores en Leticia donde las viviendas del barrio semiacuático de Victoria Regia también lucen murales amazónicos. No se cansa de repetir que su ambición es la de estimular, nunca la de decirles lo que tienen que hacer. Para ello, la Fundación Pintuco les donó 950 litros de la mejor pintura para madera en base de agua, Coraza, y Diego se encargó del reparto del trabajo para decorar 90 casas, de las cuales 70 ya están terminadas.

Con este proyecto Diego Samper desea reactivar el lugar y que la comunidad vuelva los ojos a lo que ya conocen, que miren adentro para que ahí busquen lo que les es propio y lo plasmen en un dibujo. Cuenta que tienen una paleta de colores muy amplia, ideal para pintar su selva, en la que destacan los delfines rosados, jaguares, manatíes, pirarucus, tucanes, mariposas y victorias regias.

Poco a poco, se ve el beneficio comunitario del proyecto que Diego Samper anhela que asimilen los vecinos del resguardo de Mocagua. No tiene prisa, quiere que este proceso se asuma y asiente poco a poco para que así sea perdurable. Gracias a los trazos inmaculados y sin pervertir de Diego y Saúl la calidad de vida de sus vecinos (y las suyas) mejoran, además de atraer a nuevos visitantes. Y lo que es más importante, se sienten orgullosos de lo que hacen por su comunidad.

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