¿Qué fue de los líderes del Movimiento Verde iraní?
Musaví y su esposa se encuentran delicados de salud tras seis años de arresto domiciliario sin juicio
La salud de Mir-Hosein Musaví y su esposa, Zahra Rahnavard, se deteriora bajo el arresto domiciliario a que, como a Mehdi Karrubi, les somete el régimen iraní desde febrero de 2011. Durante meses tras las controvertidas elecciones de 2009, Musaví y Karrubí galvanizaron el malestar popular contra un resultado que consideraron fraudulento. Sus nombres se repetían en cada manifestación, en cada pancarta y en cada acción de protesta contra el segundo mandato como presidente de Mahmud Ahmadineyad y, por extensión, contra todas las limitaciones y bajezas del régimen. Ahora sus simpatizantes esperan que el reelegido presidente Hasan Rohaní trabaje para su puesta en libertad.
“Karrubí se encuentra mentalmente muy fuerte, pero Musaví y su mujer están delicados de salud”, confía una fuente reformista.
Sus condiciones de detención tampoco son las mismas. Mientras que a Karrubí le permiten dar paseos por el jardín de la casa en la que está confinado al norte de Teherán, Musaví y Rahnavard no pueden abandonar las cuatro paredes a las que se les ha relegado sin proceso o condena. “Es una decisión arbitraria de los servicios de seguridad que viola nuestra Constitución”, defienden sus seguidores. La propaganda oficial les tacha de “traidores” y “sediciosos”.
El matrimonio Musaví sólo está autorizado a recibir la visita de sus hijas los jueves por la mañana. “Los guardias entran con ellas y se sientan a una distancia en la que pueden escuchar la conversación”, explica el interlocutor. Musaví, de 75 años, fue primer ministro de Irán entre 1981 y 1989, pero como muchos de los revolucionarios de primera hora terminó desencantado con los resultados obtenidos y evolucionó hacia posiciones más tolerantes. De ahí que, como Karrubí, aspirara a representar los deseos de cambio de una población joven, conectada con el mundo y crecientemente desideologizada.
Musaví, que volvía tras dos décadas alejado de la política, contaba además con la colaboración abierta de su esposa, algo inusual en Irán. Rahnavard, una destacada profesora de arte que llegó a ser rectora de la Universidad femenina Alzahra y que tiene 71 años, entró en campaña después de que Ahmadineyad la acusara de haber accedido a la universidad sin haber realizado las pruebas de acceso. Tras las elecciones, apoyó de forma pública las denuncias de fraude de los reformistas.
“Las condiciones de Karrubí son un poco mejores porque al parecer [los de seguridad] creen que Musaví le embaucó, y que podrían convencerle de avenirse a un acuerdo”, interpreta la fuente.
Karrubí, clérigo y antiguo presidente del Parlamento que el próximo septiembre cumplirá 80 años, está también acompañado por su esposa, Fatemeh. Pero ésta lo hace por voluntad propia, ya que ella no estaba involucrada en actividades políticas y no le afectó la restricción de libertad impuesta a su marido. Los miércoles por la noche están autorizados a recibir la visita de su hijo Mohamed Hosein y su nuera para cenar. Hasta hace algunos meses incluso le dejaban ir a nadar a una piscina cercana, bajo vigilancia, un par de veces por semana.
Pero eso se acabó a raíz de una carta que Karrubí escribió a Rohaní el año pasado pidiendo un juicio público, y por cuya filtración Mohamed Hosein ha sido condenado a seis meses de cárcel, según reveló recientemente su hermano, Mohamed Taghi, que vive en el Reino Unido. “No le pido que levante mi arresto domiciliario, porque no creo que esté en su poder”, escribió Karrubí en ese texto datado en abril de 2016 y en el que expresaba su deseo de ser juzgado “incluso si el tribunal está formado al gusto de quienes detentan el poder”.
Durante la campaña electoral de 2013, los reformistas que apoyaron la candidatura de Rohaní le pedían insistentemente en todos los mítines que liberara a los líderes del Movimiento Verde y al resto de los presos políticos. Sin comprometerse directamente, contestaba: “Intentaremos liberarlos a todos”. No se ha producido. Tampoco estaba en sus manos, ya que eso es competencia del aparato de seguridad y, en última instancia, del líder supremo.
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