Trump intenta sofocar la rebelión interna contra la reforma sanitaria
La propuesta para derribar el Obamacare divide al Partido Republicano: para los halcones es demasiado suave, y para los moderados ahuyenta a los votantes
La vida en la oposición siempre es más fácil. Tras siete años esperando derribar la reforma sanitaria de Obama, los republicanos han caído víctima de sus contradicciones. Pese a controlar las Cámaras, el proyecto alternativo presentado el lunes ha desatado una revuelta en el partido. Para los halcones se parece demasiado al Obamacare, y para los moderados ahuyenta a sus votantes. La tensión ha llegado a tal punto que el presidente Donald Trump ha tenido que salir a la palestra y hacer suyo el plan. “Lo defiendo orgullosamente”, ha dicho.
Durante años, el Obacamacare unió a los conservadores. Era el símbolo del error demócrata: un combinado de despilfarro e intervencionismo que, a la postre, aumentaba la deuda y ni siquiera mejoraba la calidad asistencial del ciudadano medio. La realidad ha venido a pedir cuentas a los republicanos.
Veintidós millones de personas han adquirido un seguro médico gracias a la reforma sanitaria de Obama y otras 10 millones reciben cobertura con el Medicaid, el programa para los más desfavorecidos. El sistema ofrece además medidas extremadamente populares como la posibilidad de mantener a los hijos en la póliza de los padres hasta los 26 años o la prohibición a las aseguradoras de rechazar o gravar a aquellas personas con problemas médicos previos. Son aspectos que ni siquiera el proyecto conservador se ha atrevido a tocar.
Calculadamente difuso, el plan del presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Paul D. Ryan, intenta plasmar sobre el papel la consigna liberal de dar peso al individuo frente al Estado. Para ello sustituye el entramado de subsidios e impuestos del Obamacare por un sistema de desgravaciones fiscales destinado a incentivar la compra de seguros en el libre mercado. Y aunque marca ciertas líneas rojas con claridad, como la eliminación de las multas para quien no contrate un seguro, toma distancia en los puntos cardinales. Así, posterga a 2020 la congelación del Medicaid y difiere un año la demolición de la arquitectura impositiva creada por Obama.
Tramitación urgente, consenso lento
El presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Paul D. Ryan, vive días agitados. Para tramitar el proyecto ha elegido el camino más rápido. Esta semana tiene que ser revisado por dos comités (el de Medios y Arbitrajes y el de Energía y Comercio) y la próxima ha de votarse en pleno. Pese a esta urgencia, su propuesta no ha logrado el consenso. Y lo que debería haber sido una escenificación controlada y vibrante de la caída del legado de Obama, se ha vuelto una implosión republicana.
“Esto no es lo que estábamos esperando. Es una oportunidad perdida y un paso en la dirección equivocada. Prometimos al pueblo americano que drenaríamos el pantano y acabaríamos con los modos de Washington. Esta ley no lo hace”, afirmó el senador republicano Mike Lee. No estaba solo. El núcleo más duro de los congresistas, formado por una treintena de antiguos legados del Tea Party, opinaba lo mismo. Y también la constelación de asociaciones patrióticas que alimentan la furia antiobamista. “Los republicanos deben rechazar esta ley fallida y poner en marcha un genuino esfuerzo para cumplir sus promesas y crear el libre mercado sanitario”, declaró la muy conservadora entidad Acción para el Legado de América.
Entre los moderados el miedo es justo el contrario. Temen que el plan vaya demasiado lejos. Y a falta de estudios que calibren la cifra de afectados, se resisten a dar su apoyo. “La reforma no puede hacerse al coste de las personas más vulnerables y enfermas”, han alertado en una carta cuatro senadores republicanos.
Bajo este pulso, la tensión en el Capitolio se ha disparado y Ryan ha tenido que salir una y otra vez a defender su proyecto. “Léanlo, es lo que queríamos, es nuestra lista de deseos. He estado 20 años trabajando en ello y es lo que habíamos soñado hacer”, dijo este miércoles.
En su apuesta, Ryan no está solo. La Casa Blanca teme que un estancamiento del plan pueda volverse en contra. Y el propio Trump ha decidido jugársela. Ha abandonado cualquier ambigüedad y ha hecho suya la propuesta: “La defiendo orgullosamente, es lo que pedí”.
A este apoyo explícito, la Casa Blanca ha añadido una amenaza directa a los parlamentarios que se opongan. “El presidente presta enorme atención a lo que se diga y haga”, ha señalado el congresista Patrick T. McHenry tras reunirse con Trump.
Las cartas están sobre la mesa. Con su intervención, la caída del Obamacare se ha vuelto un reto suyo. Su éxito o fracaso también lo serán.
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