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Tribuna
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Renzi a lo bonzo

La inmolación del jefe de Gobierno distrae de los graves problemas políticos italianos y europeos que conlleva el fiasco del 4-D

Renzi en el Palazzo Chigi después de conocer los resultados del referéndum.
Renzi en el Palazzo Chigi después de conocer los resultados del referéndum.Franco Origlia (Getty Images)

El mejor servicio que podía hacer Matteo Renzi a la patria era efectivamente inmolarse. No ya por el ejercicio de responsabilidad que implicaba la aparatosa derrota del referéndum, sino además porque la imagen en llamas del premier florentino distrae o amaña los problemas de fondo de la política italiana y de sus derivadas continentales. Ninguno tan elocuente como el auge del antisistema. Ninguno tan enternecedor como el regreso de Silvio Berlusconi a las canchas de juego.

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Ochenta años ha cumplido il Cavaliere, pero la victoria cooperativa del no le ha dado argumentos para concederse una resurrección que reviste muchas menos inquietudes de cuantas suscita el mensaje radical de Matteo Salvini (Liga Norte) y el peronismo de Beppe Grillo con las huestes redivivas del Movimiento 5 Estrellas.

Ambos líderes populistas han reclamado elecciones anticipadas por razones de oportunidad y de oportunismo. Encuentran caliente el momento para organizar el sorpasso y darle continuidad política a la caída de Matteo Renzi.

Lo sabe el jefe del Estado, Sergio Mattarella, pero su arbitraje en la colina del Quirinale le obliga a abjurar de los calentones y de la vehemencia justiciera. Es mejor convertir a Renzi en protagonista absoluto de un ritual bonzo. Más se incendia el ex primer ministro, más próspera la sensación de que el referéndum tiene un responsable y una víctima, relativizando así los problemas evidentes de la crispación política, de la incertidumbre europea y del progreso narrativo que la caída de un primer ministro italiano incorpora a los episodios ya conocidos del Brexit y de Trump.

Plebiscito personal

Al cabo, Renzi pretendía cambiar las reglas del sistema y el sistema lo ha rechazado como un cuerpo extraño. También lo han refutado los movimientos antipolíticos, pero la amplitud de la participación y la largura del espectro ideológico desdibujan los planteamientos maximalistas relacionados con la inercia del antiestablishment.

Se trata de restringir la crisis a la prosaica capitulación de un Gobierno italiano, de recrear o de forzar la tradición de la extravagancia tricolore, la enésima ejemplificación de la inestabilidad doméstica, no tanto por convicción como por conveniencia, sobre todo cuando la consulta fallida del pasado domingo se había definido unánimemente en los términos de un plebiscito personal.

Sería interesante para Renzi, para Italia y para el bienestar occidental que se resolviera el trauma con el sacrificio del primer ministro dimisionario. Las bolsas europeas sostuvieron ayer una versión diferente. Igual que hicieron los sectores insumisos del Partido Democrático (PD). Renzi perdió la consulta. Ellos la ganaron, así es que la inmolación política del joven líder podría llegar más lejos del escarmiento que ha supuesto abandonar la residencia de Palazzo Chigi cumplidos 1.000 días de Gobierno.

Uno de cuatro votantes del propio PD dijo no al referéndum, secundando el criterio senatorial de Massimo D’Alema y de Pierluigi Bersani. Es el motivo por el que ha empezado a discutirse sobre la idoneidad de Renzi como líder del porvenir. Y la razón por la que a Renzi se le complica su estrategia de redención.

Lo aclamaron los militantes en las primarias de 2014, pero la derrota por goleada del 4-D sobrentiende que el golden boy ha podido carbonizarse y se expone a un periodo de cuarentena. Nos lo decía el senador crítico Miguel Gotor, insistiendo en que “no se puede utilizar la Constitución para dividir un país ni para dividir un partido”.

Matteo Renzi controla el aparato del PD con su guardia pretoriana, pero su credibilidad ha quedado muy deteriorada en el ala más izquierdista, hasta el extremo de considerarse imposible que el ex primer ministro sea el artífice de una reconciliación. “No puede apagarse un incendio con gasolina. Y Renzi ha sido un pirómano que se ha puesto a jugar como un niño con la letra sagrada de la Constitución”, confesaba a cambio del anonimato una señoría del PD que disfrutó del domingo perfecto: la victoria del no y el 0-2 de la Roma sobre la Lazio.

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