Las rivalidades regionales y la matanza minan el esfuerzo para pacificar Yemen
El bombardeo de un funeral en Saná es un golpe bajo a la mediación internacional
El bombardeo sobre un funeral que el sábado mató a 140 personas en Yemen constituye un golpe bajo a los esfuerzos internacionales para parar la guerra, justo cuando el representante de la ONU esperaba anunciar un alto el fuego. Arabia Saudí, cuya aviación lleva año y medio castigando a los rebeldes que echaron del poder al presidente Hadi, se ha visto obligada a anunciar una investigación. Los insurgentes, por su parte, han respondido este domingo con un ataque en territorio saudí. Aunque todos los implicados dicen querer la paz, nadie da el paso definitivo. Al contrario, las actuaciones de los dos gobiernos yemeníes rivales apuntan a una escalada. La pugna regional entre Arabia Saudí e Irán agrava además la desconfianza entre las partes.
“Las posturas no están tan alejadas. La decisión definitiva es si se quiere acabar con el conflicto, porque hacen falta dos para bailar el tango”, declaraba a EL PAÍS Antonia Calvo, la nueva enviada de la UE para Yemen, durante una visita a Abu Dhabi esta semana. La UE ha apoyado desde el principio, los intentos de poner fin a la guerra por parte de la ONU y EE. UU., con la mediación de Omán y Kuwait.
De hecho, a finales de agosto, el Gobierno en el exilio y los rebeldes aceptaron una propuesta del secretario de Estado norteamericano, John Kerry, para volver a dialogar tras el fracaso de las conversaciones en Kuwait. “Es la primera vez que EE. UU., el único país capaz de presionar a las dos partes, se implica de esta manera”, apuntaba Calvo, antes de destacar la forma en que esa iniciativa “secuencia los pasos militares y políticos consensuados y los encaja en una hoja de ruta”. En su opinión, se trata del mejor acuerdo que pueden conseguir los insurgentes. “Está en el límite de lo imposible, ya que incluye que digan cómo van a retirarse”, explicaba.
Sin embargo, desde entonces unos y otros solo han entorpecido un posible acercamiento. El presidente Hadi, respaldado por la coalición árabe, rechazó la idea de un Gobierno de unidad nacional. Sus adversarios, la alianza formada por los Huthi (un movimiento surgido de la minoría zaydí) y fuerzas leales al expresidente Ali Abdalá Saleh (incluido un importante sector del Ejército), nombraron un Gobierno alternativo. Ahora vuelven a chocar por el control del Banco Central.
La UE busca crear confianza
“Crear confianza y el diálogo con los Huthi”, resume su tarea la nueva embajadora de la Unión Europea para Yemen, la española Antonia Calvo. “Nuestro mensaje es que hay una resolución de la ONU y aunque tengan reclamaciones históricas, el camino emprendido no es la solución, sino que deben formar un partido y participar en la vida política; la realidad es que hoy Yemen no está mejor que cuando tomaron el poder”, explica.
Su franqueza también se extiende al Gobierno internacionalmente reconocido. "Hemos dicho al presidente Hadi que el traslado del Banco Central a Adén es una malísima idea", confía. Esa capacidad de comunicar con ambas partes del conflicto tiene su origen en el papel secundario de la UE durante el proceso de transición para sustituir a Ali Abdalá Saleh, diseñado por EE. UU. y el Consejo de Cooperación del Golfo. Se le encomendó entonces ocuparse de los grupos excluidos del acuerdo, entre ellos los Huthi. Así que cuando estos se hicieron con el poder en septiembre de 2014, tenía los contactos necesarios para convertirse en mediador.
“La discreción es lo que hace que confíen en nosotros. No existen sospechas de que tengamos una agenda oculta”, señala la embajadora.
El esfuerzo diplomático no se limita a las buenas palabras. La UE financia los comités que reúnen a militares de ambos bandos para reducir la tensión. Durante el alto el fuego del pasado abril, formó a los miembros del Comité Superior que debía encargarse de la vigilancia de ese acuerdo luego fracasado. Quedó pendiente la formación del siguiente escalón, el de los miembros de los comités locales encargados de informar a aquel. Calvo muestra especial empeño en reanudar esa tarea.
“Hace falta seguir adelante sin esperar a que llegue la paz para que estén listos en el momento del cese de las hostilidades”, subraya.
Entonces también podrá hacer realidad otros proyectos orientados al desarrollo para los que su oficina dispone de un presupuesto de 400 millones de euros, además de otros 100 millones para ayuda humanitaria. Se trata de un importante recurso para un país que ya antes de la guerra estaba entre los más pobres del mundo y en el que ahora se han multiplicado las necesidades.
"La gran tragedia de Yemen es que el foco informativo, por intereses varios, está en Siria, a pesar de ser una de las mayores crisis humanitarias, según la ONU", concluye la embajadora.
En ese clima, el bombardeo del sábado puede convertirse en un punto de inflexión. Incluso EE UU, acusado de cerrar los ojos a los desmanes de su aliado saudí, ha culpado del incidente a la coalición árabe y advertido de que su cooperación en materia de seguridad “no es un cheque en blanco” para el reino.
"Arabia Saudí no tiene una salida fácil al conflicto. Los Huthi y Saleh están luchando por su supervivencia y están dispuestos a hacerlo hasta el fin", opina Fernando Carvajal, un especialista estadounidense en Yemen.
A ello se suma la paranoia saudí sobre el respaldo a los Huthi por parte de Irán, su rival por la hegemonía en la región. Esa influencia que los observadores han calificado hasta ahora de “mínima inversión, máximo rendimiento”, podría incrementarse a medida que la guerra se enquista. Así se ha visto tras el ataque a un barco de Emiratos Árabes Unidos (EAU), el otro pilar de la coalición árabe, en la madrugada del 1 de octubre, en el que analistas militares han visto “la metodología de la Guardia Revolucionaria iraní”.
La presión sobre Riad es cada vez mayor. Al coste económico de la empresa bélica en un momento de bajos ingresos del petróleo, se suma el deterioro de su imagen internacional. Tras el fracaso el pasado agosto de las conversaciones auspiciadas por la ONU en Kuwait, han aumentado las críticas. Varias organizaciones de derechos humanos están presionando a los países que venden armas al reino, incluida España, para que reconsideren estos contratos. Incluso un grupo de congresistas estadounidenses ha intentado bloquear el último pedido.
“Tenemos la convicción absoluta de que Arabia Saudí quiere el fin de la guerra y, al igual que Emiratos Árabes, tiene la voluntad de ayudar en la reconstrucción de Yemen y lograr su estabilidad en una región que ya tiene demasiados conflictos”, aseguraba Calvo.
Como la mayoría de los observadores, la embajadora europea subraya que “no hay solución militar sino política”. Sobre el terreno, los hechos se muestran tozudos. La coalición árabe sigue bombardeando el norte del país, incluida la capital, y mantiene un estricto bloqueo naval a la zona, que solo permite el paso de los envíos de alimentos y medicinas supervisados por la ONU. Los rebeldes, por su parte, mantienen el cerco a la ciudad de Taiz, y atacan con misiles el territorio saudí.
Según Naciones Unidas, al menos 10.000 yemeníes han muerto por la guerra, la mitad de ellos civiles y en su mayoría víctimas de los bombardeos de la coalición. Además, de una población de 26 millones, 3,2 millones se han visto obligados a abandonar sus hogares, y 14 millones se encuentran en situación de inseguridad alimentaria.
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