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La izquierda británica pierde la calle

Newport, feudo histórico del laborismo en el sur de Gales, ha votado por el Brexit y evidencia la desconexión entre el partido y su base tradicional

Íñigo Domínguez
Protestas en la puerta del Parlamento, en Londres
Protestas en la puerta del Parlamento, en LondresAFP

Cuando el tren llega a la estación de Newport, en el sur de Gales, entre la lluvia se ven ruinas de un convento medieval, chimeneas industriales apagadas y en el puerto asoma el puente colgante de 110 años. Todo es parte del pasado, no hay grandes símbolos del presente, salvo dos nuevos centros comerciales incrustados en las viejas calles del centro, que un día fue próspero y orgulloso, cuando era una meca minera del carbón. Es natural que el partido laborista, nacido de los sindicatos y el mundo obrero, haya ganado aquí todas las elecciones del último siglo. Hasta que ha empezado a perder terreno con el UKIP de Nigel Farage y el jueves triunfó el Brexit con un 55% de los votos, en línea con el resto de Gales. Que no era la línea del partido laborista. 

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Más de un centenar de circunscripciones afines al Labour han tenido un 60% de votos a favor del abandono de la UE, una desobediencia que debería abrir una urgente reflexión en el partido. Como lo hace una señora de mediana edad, Elizabeth Chapman, que lee en una butaca del café Coffee1, bajo una reproducción de Tintin y los cigarros del faraón: "El Labour ha infravalorado el UKIP, pensaban que su voto simplemente no tenía dónde ir y podían estar tranquilos, creían que era un problema de la derecha, pero muchos se han ido". Ella es laborista y votó a favor de la UE, pero es un caso raro entre la gente que pasa por este lugar. Cuatro personas han votado "Leave", irse, y se consideran laboristas.

Esa señora de aire más intelectual, comparada con los otros cuatro, tres tipos más rudos y una joven, ofrece de un vistazo una clave muy intuitiva del asunto, pero real: la fractura en el Labour, en la sociedad británica, no es tanto de izquierda y derecha, como de identidad cultural y de quienes se ven desfavorecidos frente a lo que consideran élites. Según la BBC, en zonas con menos de un 22% de universitarios el Brexit obtuvo más de un 62% de los votos. En las que contaban con más de un 32% de licenciados ganaron los partidarios de "Remain", quedarse en la UE, con un 58% o más. El tabloide The Sun, voz de las tripas del país, mostraba ayer una galería de famosos contrarios al Brexit, "histriónicos arrogantes", para restregarles que la gente no les había hecho caso. Entre otros, Benedict Cumberbatch, Bob Geldof, Emma Thompson o Kneira Knightley. Simbolizan el éxito, una clase forrada, también comprometida, intelectualoide, o que marca tendencias. Y esta vez no las ha marcado.

Es una izquierda descrita en la prensa como pija y alejada de la calle, urbana y no de provincias, cosmopolita y no víctima de la globalización. "El Labour tiene unos dirigentes que rechazan los valores y preocupaciones de sus votantes tradicionales. Ahora su base tradicional ha rechazado en masa los valores y preocupaciones de sus dirigentes", ha reflexionado Robert Ford, profesor de Ciencias Políticas en la universidad de Manchester, en un artículo en The Guardian. Ha llegado un claro mensaje desde abajo. La pregunta es si esos votantes que han dado la espalda al partido volverán al redil en unas elecciones. "No tiene nada que ver, cada voto es distinto. A mí esta vez me daba igual lo que dijera Corbyn", asegura Jo Calnon, que despacha una pastelería de Commercial Street. El líder de los laboristas, de todos modos, ha tenido un perfil bajo en la campaña.

Bajo un viejo rascacielos de los sesenta que alquila sus oficinas, en el centro se ven muchas tiendas que han cerrado, y no porque sea domingo. "Aquí la situación es muy mala desde hace años, nos tienen olvidados", lamenta Nicola Hayward, dependienta en el centro comercial Kingsway. Es curioso, siendo Gales el mayor receptor de dinero de la UE del país. Ebbw Vale,18.000 vecinos, a media hora de Newport, tiene el envidiable récord de ser uno de los lugares del país que más dinero comunitario ha recibido, pero eso no ha impedido que triunfe el Brexit. No ha funcionado la lógica, sino la rabia. Otro dato revelador es que muchas zonas con altas tasas de inmigración han votado a favor de la UE, y al revés. En Newport no se ven muchos extranjeros, pero también te sacan el tema para argumentar el Brexit.

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Los avisos de alarma de las posibles consecuencias han resbalado, porque muchos pensaban que peor no pueden estar. Ya se sienten marginados por el sistema. El Reino Unido lleva seis años de crecimiento económico, pero demasiada gente no lo ve por ningún lado. Un 20% de la población vive en niveles de pobreza, según The Economist, y el dato decisivo es que el 52% de ellos tiene un trabajo. Pero una porquería de trabajo, por horas, y otro factor de peso es la locura de los precios de la vivienda. Desde la izquierda, su intelectual de moda, Owen Jones, 31 años, autor de Chavs, la demonización de la clase obrera, explica el Brexit como una rebelión social, más allá de derecha e izquierda, igual que otros movimientos en Europa.Y lo cierto es que solo el 4% de los miembros del Parlamento británico provenían en 2010 de la clase obrera. El desconcierto de muchos votantes del Brexit quizá se deba a que, por primera vez en su vida, sienten con asombro que sus votos han tenido un efecto real y tangible.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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