La corrupción se enquista en el nuevo Túnez
La ONG I Watch alerta que las corruptelas se han "descentralizado y extendido" tras la Revolución
Los malos hábitos se resisten a morir incluso en Túnez, el único país árabe que ha conseguido sustituir un régimen tiránico por una democracia imperfecta durante el último lustro. “Cada semana, los miembros de tres brigadas diferentes de la policía pasan a buscar su sobre. Aunque cumplo todas las normas, si no pagara, encontrarían cualquier excusa para cerrarme el local”, comenta resignado un empresario de la restauración de la capital. La mordida supera los 150 euros semanales. “Aquí todavía es mejor que tus negocios no sean demasiado exitosos, no llamar mucho la atención”, añade.
La ubicuidad de la corrupción durante la dictadura de Ben Ali, vinculada sobre todo a la voracidad usurpadora de su clan familiar, llevó a numerosos analistas a comparar su régimen con una organización mafiosa. Sin embargo, su caída no ha puesto fin a las corruptelas, ni las derivadas del trato diario entre el ciudadano con la administración, ni las que implican grandes sumas. En el ránking elaborado por Transparencia Internacional, que se basa en la percepción de la corrupción, Túnez ha caído 17 puestos entre 2010 y 2015, y ocupa hoy el lugar 76 de un total de 168 países estudiados. Según una encuesta de esta ONG, un 64% de los ciudadanos cree que la corrupción ha aumentado durante el último año.
“Aquí todavía es mejor que tus negocios no sean demasiado exitosos, no llamar mucho la atención”
“Antes de la revolución, la corrupción estaba sobre todo concentrada alrededor de la familia Ben Ali, pero ahora se ha descentralizado y se ha extendido”, sostiene Mouheb Garoui, director de la ONG I Watch, especializada en la lucha contra esta lacra. Sin embargo, este activista rechaza comparar ambos períodos. " Antes no había libertad de expresión, por lo que nadie se atrevía a denunciar la corrupción. El hecho de que ahora se hable de este asunto en los medios aumenta la percepción pública, que es lo que miden los ránkings” matiza Garoui, que resalta cómo uno de los efectos más perniciosos de la corrupción es la pérdida de legitimidad del Estado, seriamente amenazado por el autodenominado Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés).
Durante los últimos meses, se han multiplicado los escándalos de corrupción que afectan a la clase política tunecina. Varios políticos se vieron salpicados por el escándalo de los Papeles de Panamá, y un excolaborador de Slim Riahi, líder del tercer partido en el Parlamento, le acusó de crear una oficina de extorsión a empresarios para financiarse. También la corrupción de la policía está presente en el debate público. Recientemente, se convirtió en viral un vídeo en el que un agente, con una actitud chulesca, exige 40 dinares (unos 17 euros) a un conductor que ni siquiera ha cometido una infracción de tráfico.
Proteger a los soplones
La cultura del soborno se ve alimentada por la debilidad de los mecanismos puestos en marcha para combatirla. Desde 2014, la Instancia para la Lucha Contra la Corrupción (ILCC) cuenta con un presupuesto tan reducido que casi más de la mitad se dedica al alquiler de oficinas. “La medida más urgente es la aprobación de una ley que proteja a los whistlebowers (“soplones”). Actualmente, los funcionarios que denuncian las prácticas corruptas, son víctimas de mobbing”, explica Garoui.
I Watch y otras organizaciones de la sociedad civil han lanzado durante las últimas semanas una movilización popular para frenar el proyecto de ley de "reconciliación económica" propuesto por el presidente Beji Caid Essebsi. Los activistas sostienen que fomenta la impunidad, ya que otorga a empresarios y funcionarios corruptos de la era Ben Ali una amnistía a cambio de una multa. La aprobación de la medida en el Parlamento se ha retrasado por la caída del Gobierno del primer ministro Habib Essid, reemplazado al frente de un Ejecutivo de unidad nacional por Youssef Chahed, un ministro de 40 años.
71% de los tunecinos considera que el ciudadano de a pie puede cambiar la realidad actual
No obstante, también hay motivos de esperanza en Túnez: la ILCC multiplicará su presupuesto el año próximo y en las encuestas, un 71% de los tunecinos considera que el ciudadano de a pie puede cambiar la realidad actual. El éxito en esta empresa resulta crucial para la frágil transición tunecina, que en enero se vio sacudida por una potente ola de protestas sociales azuzadas por el desempleo y la corrupción. Según los expertos, la corrupción es una de las diversas razones que impide despegar a la maltrecha economía tunecina.
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