Petros Márkaris: “El referéndum solo buscaba fortalecer a Tsipras en Grecia”
"Si volvemos al dracma, el error va a costar muy caro a la izquierda europea", dice Márkaris
El escritor Petros Márkaris (Estambul, 1937) está rabioso, muy preocupado y no las tiene todas consigo de que el domingo, como parece, Grecia llegue finalmente a un acuerdo con sus socios, “no soy nada optimista, llevan cinco meses diciendo que estamos cerca, pero mienten, también cuando afirman que hay un plan B, no lo hay, pero nadie quiere asumir la responsabilidad de un Grexit”. “El mejor acuerdo es aquel que deja disgustadas a ambas partes, pero no sé si es el caso”, añade.
Durante una charla celebrada el miércoles por la noche en su despacho —el café-librería de su editor en Atenas—, el padre del comisario Jaritos, protagonista de la serie de novelas negras publicadas por Tusquets, barrunta los peores escenarios para Grecia sin dejar de repartir cera a mansalva, del Gobierno a la oposición, la izquierda europea o Bruselas. “No se puede votar alegremente como quien va a unos carnavales, porque el no nos lleva derechos al dracma. Ha sido una inconsciencia; los que sabían qué se votaba realmente optaron por el sí; de los demás… sólo una pequeña parte quiere de verdad el dracma, pero el resto…”.
El problema del sistema político griego es que no existe el centro Petros Márkaris
“El referéndum no buscaba un sí o un no, sino fortalecer la posición de Tsipras en Grecia, sin prever que eso a la vez le iba a debilitar en Europa, como pudimos ver hoy [por el miércoles] en el Parlamento Europeo. Y este domingo, si no hay acuerdo, zas, se acabó el teatro”, avisa, en alusión a “los cinco meses perdidos en la negociación” y asegurando que Tsipras tiene entre manos una bomba: “Es algo muy griego echar la culpa a los demás. Ahora son los alemanes, o los europeos, pero luego le tocará a él, aunque no sea responsable de esta ruina, que provocaron los Gobiernos anteriores”.
La iracundia del escritor, cuyo libro La espada de Damocles (Tusquets) es uno de los mejores sobre la crisis griega, sólo se templa cuando enseña las fotos de su gato, o al hablar de sus personajes de ficción, que dan vida también al volumen que cierra la llamada trilogía de la crisis: Títulos de crédito, el epílogo —aún no traducido al castellano—, reposa sobre la mesa mientras Márkaris se imagina lo que habría votado el domingo cada uno de ellos: “Todos que sí, faltaría más, son gente sensata… Sólo Thisis [el amigo rojo de Jaritos] habría podido plantearse el no, pero como vivió la guerra civil, y la pobreza de los 50 y 60… no, no, sin duda, seguro que también él habría votado que sí”.
Márkaris, que en los últimos días concede “siete, ocho, nueve entrevistas diarias, en las que siempre digo lo mismo, claro [risas]”, se duele de los efectos del corralito entre sus vecinos jubilados del barrio de Kipseli, o subraya el impacto demoledor de los controles de capital sobre la efervescente escena teatral ateniense (“con 60 euros al día de límite en los cajeros, nadie se gasta 40 en una entrada para una función, el corralito está arruinando también la cultura”). Pero esas pinceladas de vida cotidiana no le hacen olvidar a su bestia negra favorita, Syriza, “un partido que no es de izquierda, sino euroescéptico y antimemorándum, por eso su contraparte es Farage o Le Pen; en realidad tampoco es un partido, sino muchos grupos”. “Si volvemos al dracma, el error [de Syriza] le va a costar muy caro a la izquierda europea y sobre todo a Podemos”, añade.
El cosmopolita Márkaris —nacido en Turquía, formado en Alemania, siempre feliz en España— considera que Europa tiene buena parte de responsabilidad en el infortunio griego, por inacción o miopía. “Al principio de la crisis debería haber planteado seriamente la necesidad de hacer reformas. No lo hizo, sólo exigió recortes y ajustes, que han diezmado a la clase media, y ahora ya es tarde. Pero también en los ochenta, cuando llegaba el dinero [de los fondos europeos] a espuertas, y desaparecía sin dejar rastro, o cuando Almunia o Barroso ya advertían del tamaño de la deuda en 2004…” Pese a las críticas a Bruselas, y a la hora de elegir compañeros de viaje, Márkaris no tiene duda: “¿Rusia? Bufff… qué miopía, cuando resulta que el único país que siempre nos ha apoyado hasta el final es EE UU.”
Remontándose a la historia más reciente, la del sistema corrupto y clientelista que desde 1974 consolidó el bipartidismo de conservadores y socialistas —algo de lo que habla largo y tendido en La espada de Damocles—, Márkaris exonera a Tsipras de responsabilidad, pero a la vez acusa a Syriza de repetir el esquema de favores y prebendas de estos. “Cuando se rompió el Pasok, todo el entramado de intereses de los sindicalistas y los cuadros acabó en Syriza, y por eso han puesto a sus peones en los ministerios, o en la televisión pública”. Pero es precisamente la falta de oposición, a su juicio, el talón de Aquiles de la política griega: “Cómo va a haberla con Samarás, que ha echado a perder Nueva Democracia, o con el Pasok, que está acabado. El problema del sistema político griego es que no existe el centro, indispensable para dar estabilidad… tampoco hay cultura del compromiso, sino de la confrontación”.
De la intolerancia peligrosa de los neonazis de Aurora Dorada —en su última novela propinan una grave paliza a la hija del comisario Jaritos—, prefiere no hablar, pero añade una reflexión: “En momentos de profunda crisis, Europa mira siempre al fascismo, ahí está Mussolini; Estados Unidos, sin embargo, lo hace hacia el otro lado, hacia Roosevelt. No quiero pensar en volver al dracma, las dificultades que implicaría iban a dar mucho aliento a Aurora Dorada”. Ante ese hipotético escenario tan poco halagüeño, el escritor tiene claro que no abandonaría Grecia, “sólo si llega una dictadura, de izquierdas o de derechas”.
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