_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Cuotas insolidarias

Europa propone cupos minúsculos de refugiados que vende como solidaridad con mayúsculas

Sami Naïr

Así pues, la Unión Europea, que representa a 506 millones de habitantes, cuyo nivel de vida es el más elevado del mundo, acaba de adoptar un sistema de cuotas supuestamente destinado a expresar su solidaridad con los refugiados… es decir 40.000 desgraciados.

Ah, ¡la valiente decisión! Imaginaos la generosidad: sobre tres millones de refugiados sirios, cuatro millones de desarraigados iraquíes —por causa fundamentalmente de la invasión americano-británica de 2003—, dos millones de libios desplazados por la destrucción del Estado libio; millares de eritreos huyendo de la barbarie, afganos y otros más condenados de la tierra, ¡acogeremos a 40.000 en dos años! Una multitud innombrable de seres humanos sufre en nuestras fronteras el odio, las humillaciones, el hambre, pero, cogidos en el punto de mira de la razón de Estado, son silenciados por nuestros rigurosos servicios policiaco-militares. Hablamos de millones, cuando los países europeos se rasgan las vestiduras a la hora de requerirles aceptar unas “cuotas” mínimas. Proclaman su enfado porque, como en España o en Francia, se les ruega acoger a cuatro o cinco mil refugiados. ¿Cuatro mil refugiados para 48.512.012 habitantes en España? ¿Eso es la invasión, la destrucción étnica del país, de su sistema social y su prosperidad? Francia “protesta” contra las cuotas, Alemania las acepta a regañadientes, Gran Bretaña lo rechaza todo; en una palabra: todos están coléricos. ¿Será qué, como había dicho un primer ministro francés —el bueno de Michel Rocard— no podemos “acoger toda la miseria del mundo”?

¿Y si todo eso fuera sólo una siniestra escenificación cuyo objetivo consiste en aliviar nuestras conciencias? ¿Y si esa generosidad milimétrica no es más que la expresión disfrazada de la defensa de un mero chovinismo de la prosperidad? El lenguaje utilizado lo dice todo: se trata de “flujos”, de “cuotas”, de “números”. Palabras cuyo uso se puede aplicar a cualquier objeto (cosa) tangible, siempre que su realidad humana desaparezca.

Solidaridad: ¿quién acoge hoy a millones de refugiados en el Mediterráneo? El mundo árabe, puesto en órbita caótica por las grandes potencias. Después de la destrucción de Irak, en 2003, por los EE UU y Gran Bretaña, más de cuatro millones de iraquíes se ampararon en Siria. Los sirios les acogieron sin gritos. Hoy huyen juntos. La destrucción de Libia ha provocado el éxodo de más de dos millones de personas de las cuales, la mitad emigró hacia el pobre Túnez donde han sido recibidos noblemente. Y no hablemos de África subsahariana, donde potentes corrientes migratorias atraviesan sin cesar las fronteras, tal y como sucede en Asia y América Latina. De hecho, los que pagan realmente el tributo de la solidaridad hoy son los países pobres, aquellos que necesitan más de esa solidaridad. Mientras tanto, nosotros, encerrados bajo llave en nuestra Europa “modelo de civilización”, proponemos cuotas minúsculas que vendemos como solidaridad con mayúsculas. Sólo una ceguera culpable es capaz de ocultar tal realidad.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Sami Naïr
Es politólogo, especialista en geopolítica y migraciones. Autor de varios libros en castellano: La inmigración explicada a mi hija (2000), El imperio frente a la diversidad (2005), Y vendrán. Las migraciones en tiempos hostiles (2006), Europa mestiza (2012), Refugiados (2016) y Acompañando a Simone de Beauvoir: Mujeres, hombres, igualdad (2019).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_