Jóvenes, hispanos y progresistas: radiografía de un país nuevo
Paul Taylor detecta las corrientes de fondo de la sociedad norteamericana
Los cambios demográficos suelen ser subterráneos. Ocurren poco a poco. Con frecuencia, lejos de los focos. No arrojan grandes titulares. Hasta que un día descubrimos que han alterado el rostro de un país. Y allí está el titular.
Los Estados Unidos que el 4 de noviembre están convocados para elegir a sus representantes —en el Congreso en Washington y en decenas de estados— son un país sumido en un proceso que transformará para siempre lo que entendemos por ser norteamericano. Ya lo ha transformado.
Un dato: hacia 2040, los blancos descendientes de inmigrantes europeos dejarán de ser mayoría, según las proyecciones. Hoy ya es imposible entender la primer potencia mundial sin la mayor de sus minorías: los más de 50 millones de personas de origen latinoamericano.
La posibilidad de un país sin mayorías, un país más multiétnico y más hispano, ya es una realidad entre la población más joven. El presidente Barack Obama —nacido en Hawái, hijo de una blanca de Kansas y un negro de Kenia, criado en Indonesia, casado con un descendiente de esclavos— refleja el cambio.
Nadie ha diseccionado con tanta precisión la demografía cambiante en EE UU como los expertos del Pew Research Center, una organización de investigación demográfica y sondeos que se define como un ‘fact thank’, un juego de palabras con los ‘think tank’, laboratorio de ideas. Pew Research Center vendría a ser un laboratorio de hechos.
Paul Taylor, del Pew Research Center, es el autor de ‘The next America’ (La próxima América), un libro publicado en marzo que, a través de un alud de datos, describe las corrientes de fondo que definirán el futuro de EE UU. Extractos de una conversación con EL PAÍS:
EL DIAGNÓSTICO
“Desde mediados del siglo pasado, cuando nací, este país ha pasado, y aún pasa, por dos cambios profundos, impulsados por la demografía. Estamos a punto de convertirnos en un país de mayoría no blanca y tenemos una proporción récord de personas que envejecemos. Son dramas a cámara lenta. Ambos serían por sí mismos el cambio demográfico dominante de su era. El hecho de que ocurran a la vez ha creado otra historia, con consecuencias políticas y económicas. Se trata de ‘gap’ [abismo] generacional. Para simplificar: tenemos una población cada vez mayor y que, además, es predominantemente blanca, y políticamente y socialmente es conservadora. Y tenemos una población joven cada vez más no-blanca [en la terminología corriente en EE UU, no-blanco suele incluir a los latinos] y políticamente 'liberal' [progresista, en EE UU]. Cuando ambas [generaciones] se miran, no se ven reflejadas la una en la otra”.
EL CAMBIO
“A mitad del siglo pasado los americanos más pobres eran los americanos más viejos. Por eso Franklin Roosevelt respondió con la Seguridad Social [el programa de pensiones de jubilación, aprobado en 1935], a la que siguió Medicare [el programa de cobertura sanitaria para mayores de 65 años, adoptado en 1965, con el presidente Lyndon B. Johnson]. El año próximo estos programas cumplirán 80 y 50 años. Han superado la prueba del tiempo y su éxito es destacable. Hoy, los americanos pobres son los jóvenes adultos y sus hijos. Y no hemos reequilibrado nuestras prioridades de gasto para reflejar las nuevas relaciones económicas del nuevo siglo. Creo que esto se complica porque las identidades raciales de los jóvenes y los viejos son diferentes, y razas diferentes votan de manera diferente y tienen actitudes diferentes”.
EL PRECEDENTE LOS AÑOS 60
“Mi generación se hizo mayor en los sesenta, y esta fue una era de verdadero choque generacional: por los derechos civiles, los derechos de las mujeres, el ‘sexo, drogas y rock and roll’ y la guerra de Vietnam. Lo interesante de esta era era que los jóvenes no tenían ningún agravio económico. La economía se expandía, la clase media crecía. De alguna manera la prosperidad económica de los cincuenta y los sesenta, hasta principios de los setenta, dio a mi generación la libertad para preocuparse por otras cosas. En el libro cito a alguien de mi edad que dice que, cuando salió de la universidad en 1968, ni tuvo que ir a buscar trabajo porque los trabajos le fueron a buscar a él. Esto es inconcebible para una persona de 22 años hoy”.
ABISMO GENERACIONAL SIN CHOQUE
“Los jóvenes de hoy tiene agravios económicos pero en su actitud hacia los adultos no actúan como una generación agraviada. Esto ocurre en parte porque no puedes lanzar una guerra generacional desde tu habitación de infancia: muchos de estos chicos viven con sus padres. En parte ocurre porque se llevan muy bien. Creo que crecieron con normas muy protectoras y educativas. Hay buenas vibraciones entre las generaciones, aunque se noten sobre todo en el ámbito personal, el que es el más importante en nuestras vidas, el de nuestras familias”.
LA POLÍTICA DE LA GENERACIÓN ‘MILLENIAL’
“Creo que los jóvenes adultos quieren resultados. A pesar de lo que sabemos sobre la orientación de su voto, que es muy demócrata, con una visión muy 'liberal', superan a las generaciones anteriores en su deseo de no identificarse con ningún partido político. El 50% dice que es independiente [en EE UU uno puede registrarse para votar como demócrata, republicano o independiente]. Esto revela una característica de esta generación: cree que no van con ellos las instituciones ‘ancla’ con las que alguien de mi edad daría por hecho que se identificaría. Lo vemos con los partidos políticos o la afiliación religiosa (…). Las instituciones tradicionales significan menos para ellos, lo que puede significar que están más abiertos a juzgar a los candidatos o los partidos sobre la base de si han hecho bien su trabajo y no de las etiqueta partidista.
EL GOLPE DE LA CRISIS
“Hay economistas que han estudiado las cohortes generacionales que llegaban a la edad adulta durante recesiones. Y han descubierto que, 10 o 15 años después, si has empezado despacio, esta circunstancia reverbera y su eco persiste. Hemos hecho algunos análisis económicos de los ‘millenials’ [la generación del milenio], definidos como la generación nacida después de 1980. Los mayores tienen ahora 33 o 34 años y presumiblemente ya llevan un tiempo en la fuerza laboral, el suficiente para medir los resultados económicos. Y en todos los resultados económicos que medimos —se trate del patrimonio, de los ingresos, de la deuda, de la pobreza—, si comparamos a los que hoy tienen entre 25 y 33 años con las mismas cohortes de hace años, y ajustamos los datos según la inflación y [otras variables], a esta generación las cosas no le van tan bien. Y lo saben y viven con ello. Y es por eso que tantos viven todavía con sus padres. Es uno de los grandes motivos por los que muchos todavía no se han casado”.
LA CRISIS DEL MATRIMONIO
“Hoy [el matrimonio] es cada vez más una decisión de estilo de vida y cada vez más se celebra entre personas en lo más alto de la curva de ingresos. Los que están abajo no se casan porque no disponen de los fundamentos económicos para hacerlo. Y desafortunadamente esto se convierte en un ciclo que se perpetua a sí mismo, porque desde hace 5.000 años [el matrimonio] ha sido un arreglo de bastante éxito: sirve para dividir las tareas, combinar recursos, lograr economías de escala… Hay una multitud de motivos que explican que en este país y en otras economías avanzadas haya una disparidad creciente entre ricos y pobres, pero contribuye a ello la disparidad creciente entre quienes se casan y quienes no”.
NUEVOS INMIGRANTES, MISMOS VALORES
“Samuel Huntington, el teórico político, presentó el argumento hace unos 15 años según el cual había algo en la cultura latina distinto de la cultura anglosajona y que esto no funcionaría bien en América, por lo que había que estar atentos. Es un poco difícil medir este tipo de cosas, pero cuando hablamos de valores americanos —el trabajo duro, la familia, en cierta medida el individualismo, el hecho de ser tú el amo de tu destino y de que la educación es beneficiosa…— los inmigrantes de hoy y sus hijos abrazan estos valores, por lo menos tanto, pero incluso a niveles más altos que los americanos nacidos aquí (…). Mi lectura es que los inmigrantes son todos similares en los aspectos más distintivos de sus vidas: han elegido dejar atrás todo lo que les resultaba familiar, todo lo que les ataba, su familia, su cultura, su herencia, su sentido de nacionalidad, porque han creído que aquí había algo mejor —al otro lado del océano, o del río—-, y hacer esto requiere ser un tipo de persona determinado. Los inmigrantes son luchadores: lo han sido en toda la historia de la humanidad. Y traen consigo un conjunto de valores que trasmiten a sus hijos. Por los datos de los que disponemos, no sólo sobre los inmigrantes sino sobre los hijos de los inmigrantes, que empiezan a formar parte del electorado y a entrar en la fuerza laboral, son los nuevos americanos. Y son americanos muy tradicionales en sus valores. Ahora bien, lo diferente es que mantienen una identidad racial y étnica distinta. La metáfora del siglo XX para describir cómo los inmigrantes y sus hijos y nietos se asimilaban a la sociedad era el ‘melting pot’ [la olla donde todo se mezcla]. Pasado un tiempo todos de fusionaban y el apego a las raíces y a la vieja patria desaparecía, y todos parecíamos y hablábamos igual. Por motivos raciales obvios, este nuevo grupo no renunciará a su piel ni quiere hacerlo. Y la cultura tampoco demanda que lo haga. Se ha dicho que la mejor metáfora para la inmigración en el siglo XXI era el mosaico: si el proceso funciona, sigo construyendo un bello conjunto en América, pero las partes individuales conservan lo que deciden conservar de su identidad individual, y la cultura lo acepta más. Los datos sobre el matrimonio interracial lo reflejan.
PESIMISMO ‘MADE IN USA’
“[El pesimismo en los sondeos] refleja cómo en este país las grandes fuerzas económicas han reducido a la clase media, han aumentado la desigualdad de ingresos y patrimonio y han socavado la creencia en este país como una tierra de oportunidades en la que, si empiezas abajo, puedes llegar a lo más alto. Hoy día creo que estadísticamente es cierto que, si quieres que te vayan bien las cosas en América, debes elegir bien a tus padres, porque cuanto más ricos sean más rico serás tú. Y esto queda lejos de la América como tierra de oportunidades donde, si trabajas duro, obtendrás tu recompensa. Pero no hemos abandonado del todo la creencia en esto. Francamente, son los inmigrantes y sus hijos quienes más creen en ello. Y el optimismo no ha desparecido del todo. Si en vez de preguntar [en los sondeos] si a la próxima generación le irá mejor que a los adultos de ahora, preguntamos a las persones si a sus hijos, en particular, les irá mejor que a ellos, la respuesta es más positiva”.
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