La jornada más sangrienta en Gaza
Muere un centenar de palestinos en los ataques israelíes, centrados en el barrio de Shiyaiya El Ejército sufre 13 bajas y desmantela 29 túneles de Hamás
Las calles de Shiyaiya seguían ardiendo cuando una tromba de ambulancias y bomberos se lanzó barrio arriba para aliviar la devastación de más de 12 horas de bombardeos masivos de Israel sobre esa zona de Ciudad de Gaza. Shiyaiya ha sido el foco de los ataques y combates más intensos desde el inicio de la ofensiva.
Las milicias de Hamás y el Ejército israelí habían acordado una tregua de dos horas a partir de la una y media de la tarde. En cuanto vieron las ambulancias subir por la calle Al Beltayi, pequeños grupos de palestinos salieron de sus casas con los cadáveres de sus allegados. Otros escapaban calle abajo con sus hijos en brazos, sorteando los cráteres en el pavimento cubierto de cascotes y despojos, también humanos. La primera oleada de ambulancias en el barrio solo se llevó muertos. Entre el olor acre de las bombas y el de la goma ardiendo se distinguía también el de la carne quemada. La fase más intensa de los bombardeos en el barrio se había cobrado las vidas de 62 palestinos en horas; 17 eran niños.
En 13 días de operación israelí sobre Gaza han muerto 469 palestinos. Unos 120 sólo este domingo (incluido un periodista local de televisión). Tres de cada cuatro eran civiles y más de uno de cada cinco, niños. Israel anunció que sufrió 13 bajas militares, la jornada más mortífera desde la guerra de Líbano de 2006. Los soldados israelíes muertos alcanzan así los 18. La noche del domingo un portavoz del brazo armado de Hamás anunció en una rueda de prensa la captura de un soldado israelí que identificó como Shaul Aron. Israel no lo confirmó. El último soldado que cayó en manos de Hamás, Gilad Shalit, pasó cinco años cautivo en Gaza. En 2011 fue canjeado por 1.000 presos palestinos.
Para adentrarse desde el oeste en el espanto de Shiyaiya había que cruzarse con cientos de palestinos que escapaban hacia el centro de la ciudad. Hacia el este, la intensidad de las explosiones aumentaba tras cada bloque de viviendas hasta que, un kilómetro adentro, empezaban a oírse rifles automáticos. Los soldados israelíes encuentran resistencia armada pese a la abrumadora superioridad de su maquinaria bélica. El gran éxodo comenzó con la primera luz del día. Familias enteras, como los Ragab, huyeron en dirección al hospital Shifa tras de los intensos bombardeos nocturnos. Sus instalaciones se desbordaban por la avalancha de desplazados. Nidal Ragab, de 29 años, describía allí cómo los misiles tierra-tierra y la artillería de los tanques habían reventado las casas de varios vecinos: “Disparan a discreción, para allanarlo todo y acabar con todos”. Había visto tanques israelíes avanzando por su barrio. Más de 81.000 palestinos se hacinaban ya en 61 refugios de la ONU. Israel ordena a los vecinos de Gaza que huyan “a lugares seguros”. Naim Ragab, de 60 años, sentado en el suelo del hospital, denunciaba que “en Gaza no existe tal sitio”.
Unos 650 gazatíes con doble nacionalidad (51 españoles) fueron evacuados por el paso de Erez con Israel y trasladados a Jordania, informa Carmen Rengel.
La tregua humanitaria acordada por Israel y Hamás para permitir la evacuación de heridos y cadáveres en Shiyaiya fue brevísima. En los primeros 10 minutos cayeron potentes bombas israelíes en una zona próxima a la calle Al Beltayi. La confusión detuvo las ambulancias, que reemprendieron la marcha tras unos minutos. Cuando la comitiva había avanzado hasta un lugar de retorno difícil, grupos de milicianos palestinos salieron de unos edificios en ruinas en dirección al frente, donde esperaban los tanques de Israel. Mientras las ambulancias recogían cadáveres del suelo sonaba el tableteo de armas ligeras. Siguieron varias explosiones cortas y rotundas, propias de los proyectiles que disparan los drones. Sus rotores, ubicuos en Gaza, sonaban bien próximos. Algunos civiles iban descalzos en su huida al oeste. No sólo lloraban los niños. Una anciana gesticulaba calle abajo gritando del brazo de su hijo. Así transcurrió lo más parecido a un rato tranquilo que se había vivido desde hace días en la arrasada Shiyaiya.
Netanyahu afirma que hará "todo lo necesario" en Gaza
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu dijo este domingo que hará "todo lo necesario" para detener los lanzamientos de cohetes en Gaza por parte de Hamás y para restaurar la seguridad y la calma a la zona. El mandatario también quiso dejar claro que su Ejército hará todo lo posible para evitar las bajas de civiles.
Netanhayu defendió que "la respuesta de Israel está siendo muy mesurada" y acusó al movimiento islamista Hamás de "apilar cuerpos para su causa; cuantos más, mejor". "Nuestros objetivos son militares, pero desafortunadamente hay bajas civiles que lamentamos y que no buscamos", declaró Netanyahu a la CNN.
El primer ministro también volvió a acusar a Hamas de utilizar a ciudadanos de Gaza como escudos humanos. Preguntado por el tiempo que llevará a Israel completar la operación en territorio palestino para destruir los túneles con arsenales de Hamás, el primer ministro contestó que la misión se está completando “bastante rápido”, aunque no concretó fecha.
El evacuado hospital de Wafa ocupa un montículo en el este del barrio, junto al linde con Israel. Sus inmediaciones eran la noche de este domingo una hoguera permanente alimentada por los tanques y los misiles que ya iluminaban las calles con sus estelas antes de explotar como relámpagos contra los edificios. Una verdadera lluvia de proyectiles golpeando un barrio de casi 100.000 habitantes. Israel asegura que allí encontraron 29 túneles usados por Hamás para hostigar a sus tropas.
De Egipto llegaban noticias de las gestiones diplomáticas para detener la sangría. El secretario de Estado de EE UU, John Kerry, viajará este lunes a El Cairo para auspiciar la mediación de Egipto entre Israel y Hamás.
Las autoridades israelíes advirtieron el sábado a los reporteros internacionales en Gaza de que Hamás “utilizó en el pasado a los periodistas como escudos humanos”. Ninguno de los 11 periodistas de cuatro nacionalidades consultados por EL PAÍS recordaba una sola situación en la que ellos o sus compañeros hubieran sido usados como tal.
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