Un México agitado espera el primer informe de Peña Nieto
El presidente cumple su primer ciclo de Gobierno con la economía débil, con protestas sociales y con puntos negros en la seguridad
El presidente de México, Enrique Peña Nieto, presentará este lunes su primer informe de Gobierno y lo hará en medio de una coyuntura revuelta y con aspectos negativos. Si bien lleva solo nueve meses al mando, Peña Nieto ha llegado al momento de hacer balance público de sus resultados y se encuentra con debilidades: la economía no crecerá como se esperaba, su pacto con partidos de la oposición se resquebraja, la crisis de los movimientos populares de autodefensa se mantiene, los resultados en seguridad tienen fallas preocupantes y las calles de la capital se han convertido en un constante manifestódromo de sectores sociales contrarios a dos de sus reformas clave: la educativa y la energética.
Peña Nieto hará su informe público en Los Pinos, la residencia oficial del presidente, ubicada en el DF. Lo previsto es que lo hiciese este domingo, cuando de hecho el secretario de Gobernación ya ha entregado el informe al Congreso de la Unión, pero decidió pasarlo al día siguiente en vista de la tensión que hay en las calles de la capital por las protestas, sobre todo las de los maestros.
El ambiente en el DF es de crispación sostenida. Si este sábado fue Cuauhtémoc Cárdenas, histórico líder de la izquierda mexicana, quien sacó a la calle a miles de personas para protestar por el plan de reforma energética del Gobierno, que plantea una apertura de la explotación del petróleo, de propiedad estatal, a la inversión privada, este domingo han sido los maestros y los estudiantes los que han recorrido el DF con sus proclamas antigubernamentales. Los maestros no quieren que se instaure –como contempla la reforma educativa– un sistema que los evalúe, y los estudiantes, entre los que destaca el movimiento Yo soy 132, llevan oponiéndose en las calles a Peña Nieto y a su partido, el poderoso Partido Revolucionario Institucional, desde que el presidente comenzó su campaña electoral en 2012.
La marcha se dirigió a la cámara de diputados, donde según los convocantes se reunieron alrededor de 50.000 personas, protegida por un contundente dispositivo de seguridad. Durante el paso de los manifestantes por las calles del DF hubo altercados menores con la policía protagonizados por supuestos grupos de anarquistas. Las previsiones de seguridad para este domingo contemplaban tal necesidad de recursos en la capital que un partido de fútbol se cambió para el lunes porque no habría suficientes policías para vigilar el estadio.
Más allá de la agitación social, el primer informe de Peña Nieto se ve ensombrecido por otras cuestiones espinosas. La economía, en primer lugar, no evoluciona como se esperaba. Hacienda ha recortado del 3,1% al 1,8% su previsión de crecimiento para 2013. La llegada del Gobierno de Peña, cargado de reformas, creó en sus primeros momentos expectativas de una rápida mejora económica, pero los datos actuales han desinflado de momento esa idea.
La estrategia de seguridad de Peña Nieto, otro de los puntales de su programa de gobierno, también presenta flancos problemáticos. El martes pasado el presidente hizo balance en este tema y dijo que el número de homicidios dolosos en su primer periodo al mando ha bajado ya un 20%. Sin embargo, al mismo tiempo, han aumentado los secuestros y las extorsiones, dos de los fenómenos que más golpean al conjunto de la sociedad mexicana y que por eso mismo habían sido fijados públicamente por Peña Nieto como objetivos prioritarios de su combate al crimen. Estos claroscuros estadísticos se ven acompañados también por la persistencia de un problema de autoridad institucional sobre el terreno en zonas campesinas del suroeste de México. En los estados de Guerrero y Michoacán operan desde inicios de 2013 autodefensas civiles que se han armado y se arrogan el derecho a defender sus pueblos ante la presencia del crimen organizado y lo que denuncian como un abandono de las fuerzas públicas.
Y tampoco en el campo de los acuerdos políticos le marchan bien las cosas al presidente. Al principio de su mandato lució un lustroso Pacto por México que implicaba que las dos fuerzas centrales de oposición, el conservador Partido de Acción Nacional y el izquierdista Partido de la Revolución Democrática, lo apoyarían en sus reformas estructurales, en las más apremiantes, en las que se consideraba que México necesitaba de forma urgente y que ningún partido debería obstaculizar por sus propios intereses de poder. Pero a la postre el acuerdo se ha ido deshilvanando y PAN y PRD juegan con el Gobierno un tira y afloja en el que amagan con dejarlo sin apoyo en sus planes de reforma.
Otro factor reciente que ha dañado la imagen del Ejecutivo actual es la aprobación este mismo mes de modificaciones de la Ley de Transparencia que obstaculizan el acceso de la información, según han denunciado ONG y oposición. Los traspiés del Gobierno y las trabas que se está encontrando están creando un clima de opinión severo con su trabajo. “Lo evidente a la fecha es que la conducción económica ha sido atroz (…). Los pocos avances que había en materia de transparencia están desapareciendo y el retorno del PRI ha servido de excusa para el resurgimiento de la corrupción en todos los rincones del país (…). Estos meses han demostrado que se puede aprobar legislación de toda índole y, sin embargo, no cambiar nada”, escribía este domingo en el diario mexicano Reforma el analista Luis Rubio.
De acuerdo con los datos de la consultora Mitofsky, Peña Nieto ha llegado a este punto de gobierno con una aprobación popular del 56%. En su momento, a estas alturas de la gestión, otros presidentes recientes tenían mejores resultados: Felipe Calderón un 66% de aprobación, Vicente Fox un 62% y Carlos Salinas un 70%. Ernesto Zedillo tuvo un 44%, peor resultado que Peña Nieto.
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