El día en que la esperanza venció al miedo
El asesinato de Miguel Ángel Blanco marcó un antes y un después en la lucha de la sociedad española contra el terrorismo
Un héroe es aquel que hace todo lo que puede, según escribió Romain Rolland, y por eso un joven de 29 años, aficionado a la música, empleado de una gestoría y concejal de un pueblo de 17.000 habitantes fue capaz de unir a todo un país y de hacerle perder el miedo a gritar alto y claro que el terrorismo, tarde o temprano, iba a ser derrotado. Por defender con firmeza la libertad y la democracia y por no ocultarse jamás pese a las amenazas, Miguel Ángel Blanco es todo un símbolo de la victoria sobre ETA que sigue muy presente entre todos nosotros veinte años después de su vil asesinato.
Hacer todo lo que podía, para Miguel Ángel, fue plasmar su compromiso político, su amor por Ermua y sus ganas de ayudar a sus vecinos como concejal. Siempre llamó a las cosas por su nombre y no tuvo reparos en decir asesinos a los verdugos, sin importarle que por ello fuera señalado. No tenía miedo, porque hacía lo que creía que tenía que hacer, y no hay motivación más fuerte que la convicción de luchar por algo justo.
Y como era totalmente injusto e incomprensible que la sinrazón y la maldad de unos criminales le pusieran fecha y hora a su muerte, todos los que creemos en la vida, en la libertad y en la democracia, es decir, la inmensa mayoría de los españoles, también hicimos todo lo que pudimos.
Su familia afrontó la terrible situación con una unión, una entereza y una firmeza indescriptibles. Su hermana Mari Mar le puso la voz a la angustia y la esperanza, de manera que todos nos sentíamos como si Miguel Ángel también fuera nuestro hermano, nuestro hijo o nuestro amigo.
Sus vecinos de Ermua respondieron con la solidaridad y cercanía de quien ve amenazada la vida de uno de los suyos y exigieron su liberación. Fue, también, la gota que colmó el vaso para que en el País Vasco salieran a la calle a gritar "basta ya" con indignación quienes antes nunca lo habían hecho. En toda España se celebraron multitudinarias manifestaciones como si Miguel Ángel fuera concejal de cada pueblo, de cada ciudad. La rabia inundó las calles, llenándolas de esperanza y dejándolas vacías de miedo.
Todos los asesinatos duelen igual, cualquier acto terrorista merece nuestra repulsa, del mismo modo que todas las víctimas necesitan nuestro apoyo y compromiso. Pero es evidente que, debido a diferentes circunstancias, algunas causan un mayor impacto en la sociedad o remueven algo distinto en nuestro interior.
Y en ese sentido el caso de Miguel Ángel Blanco, ese asesinato a cámara lenta, no fue uno más, sino que marcó un antes y un después en la lucha de la sociedad española contra el terrorismo. No sé si fue el principio del fin, pero es evidente que desde entonces ya nada fue igual.
El asesinato de Miguel Ángel hizo ver a ETA que podía seguir matando, pero que ya no iba a poder sembrar el terror. Que aunque continuara por su camino de crueldad y violencia, este no iba a conducirle a ningún sitio que no fuera la derrota. Fue la constatación de que el miedo había cambiado de lado, el momento de saber que era una lucha que iba con todos nosotros, independientemente de donde viviéramos, a qué nos dedicáramos y en dónde militáramos, la ocasión para demostrar que quien debe ocultar su rostro es quien nos ataca y no quien nos defiende, la certeza de que hay que ser mucho más valiente para ofrecer la nuca en defensa de la libertad que para disparar un arma.
Y de esto tuvieron una gran parte de responsabilidad todas las víctimas del terrorismo y por eso todas deben ser recordadas por igual y tener el reconocimiento que se merecen como héroes y mártires de la democracia. Y que su legado perdure para siempre entre nosotros para que nos marquen el camino a seguir. Porque ETA fue derrotada gracias a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, a los jueces y fiscales, a la sociedad española y, sin duda, a la fortaleza y ejemplo de las víctimas, pero aún seguimos esperando que se disuelva, desaparezca, pida perdón por tanto daño producido y pague sus deudas.
Y para que la historia no se repita, debemos lograr que quien la vivió jamás la olvide y que las nuevas generaciones conozcan la verdad tal y como fue, así que pasen 20, 30 o 40 años, sin eufemismos ni falsas equidistancias. Por eso hay que tener siempre presente que con el asesinato de Miguel Ángel todos supimos que jamás nos íbamos a arrodillar ante el terrorismo y la sociedad española dio una verdadera lección de unión y democracia. Una unidad y una firmeza que ahora seguimos necesitando para combatir el terror, lleve el apellido que lleve. Porque, del lado de la razón y todos juntos, podemos superar cualquier amenaza.
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